Justicia

Miguel Pasquau: "El juez Garzón habría condenado al juez Garzón"

El magistrado Miguel Pasquau.

Miguel Pasquau (Úbeda, Jaén, 1959), profesor de derecho civil de la Universidad de Granada y magistrado de la sala civil y penal del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA), es un juez atípico. Acaba de presentar su tercera novela, Casa luna. Escribe –y lo hace bien, con argumentos elaborados y puntos de vista originales– en un blog personal. Hay entradas sobre Rita Maestre y su protesta en la capilla de la Complutense; sobre Rita Barberá y Marcos Ana; sobre la Constitución; sobre Donald Trump; y hasta sobre el dogma de la inmaculada concepción...

Lo que no hay, ni en lo que escribe ni en lo que dice, es visceralidad. Pasquau esquiva los riesgos de ser un juez que no esconde sus opiniones fundamentando mucho, argumentando con detalle, esmerándose en los matices. Se revuelve ante etiquetas como "progresista" o "de izquierdas", aunque no le importa definirse como una persona que en lo moral viene de una "tradición cristiana", mientras que en política social se inclina por las tesis contrarias a la austeridad. Eso sí, rechaza cualquier adscripción partidista de raíz. Lógico: por las manos de Pasquau pasan los asuntos que afectan a los consejeros y parlamentarios andaluces aforados. Y ha lidiado con múltiples casos de fuerte repercusión mediática y derivaciones políticas. Para esta entrevista sólo pone una limitación: no opinará sobre asuntos judiciales en curso.

PREGUNTA: Un juez novelista. No es muy común.

RESPUESTA: Bueno, no soy un caso único. No hay nada que lo impida. Entre ingenieros, médicos, obreros... siempre hay un porcentaje de novelistas.

P: ¿De dónde le viene?

R: De muy antiguo. Mi padre [Juan Pasquau] fue un magnífico articulista entre los años 50 y 70. En Ideal, en Jaén, en ABC, donde escribía muchas terceras páginas. En mi casa resultaba familiar oír una máquina de escribir.

P: ¿Sobre qué escribía?

R: Colaboraciones literarias, lecturas, pensamientos, reflexiones...

P: ¿De qué va Casa luna?

R: Pues parecerá un tópico, pero no puedo contar demasiado.

P: ¿Hay riesgo de spoiler? spoiler

R: Y además grave. Lo que más me gustaría contarte es lo que menos puedo contarte. Digamos que la historia surge de un hallazgo que hice leyendo a cierto autor. Una hipótesis fascinante al mismo tiempo que inquietante. Y lo que hice, en vez de investigar su veracidad, fue desarrollarla. El protagonista es Marcos Fortuño, un novelista muy famoso, quizás el mejor contemporáneo en lengua española, que se recluye en un cortijo entre olivos para dar a conocer algo importante, pero para él difícil. Lo que le ocurre ese verano en Casa Luna interactúa con lo que está escribiendo.

P: Hay reflexiones sobre ficción, realidad y sus límites. Los profesionales que trabajan sobre los hechos, como los jueces, a veces necesitan evadirse mediante la ficción.

R: Has dado en la clave. Cuando un juez redacta una sentencia, su esfuerzo se dirige a reducir la realidad para que quepa en las normas. A simplificarla. Eso cansa. La ficción es lo opuesto, busca puntos de fuga. Es una mirada completamente distinta.

P: En una resolución judicial no se debe dejar volar lo más mínimo la imaginación. Si sabemos que A ha matado a B, y que B le debía dinero a A, existe la tentación de dar por hecho que A mató a B por una deuda. Pero hay que demostrarlo.

R: Es el problema del prejuicio, que es lo que sabemos antes de enfrentarnos al hecho. Hay un sesgo que hay que controlar, tienes que estar vigilante. Es una cuestión de límites. Pero fíjate, un medio de conocer la verdad es el indicio, que se basa en máximas de experiencia. Eso está constitucionalmente admitido. Pero una cosa es el indicio y otra el prejuicio. ¿Dónde está el límite? Ahí hay mucho trabajo. Hay que juzgar con miedo a equivocarse. Es bueno tener miedo a equivocarse. En no pocas ocasiones, tienes la convicción de que algo ha sucedido, pero no llegas al nivel de exigencia jurisprudencial [para considerarlo un hecho probado]. El listón está alto.

P ¿Se puede escribir en un mismo día un auto y unas páginas de una novela?

R: En un mismo día, es difícil. Pero en todo caso sería de noche. De noche las palabras andan sueltas, puedes escribir novela. De día las palabras duermen.

P: ¿Miran en su profesión con recelo a los jueces que dan entrevistas, escriben artículos y libros? ¿A los jueces que, digamos, tienen un perfil público y ejercen como ciudadanos activos fuera de los tribunales?

R: Pues la verdad es que [en la judicatura] está normalizado, pero entre buena parte de los ciudadanos no. Entre los jueces se comprende. Se saben ciudadanos, se saben personas que más que ser jueces, están de jueces. Si alguien me ha dicho "ten cuidado", no han sido jueces. Debemos normalizar estas cosas.

P: Usted, en sus artículos, expone ideas sobre asuntos espinosos. ¿No teme que alguien juzgado por usted, que no coincida con sus opiniones, se sienta inseguro?

R: Yo no he percibido esas suspicacias. Pero sí es cierto que eso es una preocupación. Yo no puedo decir en una tribuna pública lo primero que se me ocurre. Tengo que hacer siempre un esfuerzo argumentativo. Y eso me lleva a una moderación. Yo pongo el énfasis en los matices. Precisamente lo que más ganas me da de pronunciarme es un discurso grueso, rotundo. Siempre tengo la necesidad de matizar, alejado de toda visceralidad. Lo que intento es introducir algo de complejidad.

P: ¿Por qué se hizo juez? ¿Antecedentes familiares?

R: No. Yo estaba a gusto como profesor universitario. Estuve 20 años. Y accedí a la carrera no por oposición, sino por el turno de juristas. En la sala de civil y penal, uno de cada tres es elegido por este turno de entre una terna que propone el Parlamento, sobre la cual decide el Consejo General del Poder Judicial. Quedó vacante la plaza, yo no la pedí. Pero se propuso mi nombre, por un azar. Yo no sabía al principio ni en qué consistía el trabajo. Así que lo estudié, pedí garantías y...

P: Garantías...

R: Me preocupaba la extracción parlamentaria. Pero me tranquilizó que de 109 diputados del Parlamento, hubo un solo voto en contra. Me apoyaron PSOE, PP, IU y PA [Partido Andalucista]. Eso me hizo sentirme seguro.

P: ¿No se genera una deuda con esos partidos que lo proponen?

En absoluto. La deuda es hacerlo bien, no defraudar, tomarte en serio el trabajo. Tienes que hacerlo bien y todo depende de ti. La independencia no es un derecho del juez, es una obligación. Ahí no hay ningún género de dudas.

P: ¿No es demasiado difícil hacerse juez sin un respaldo económico importante? ¿No hace falta una reforma del acceso a la judicatura?

R: Llevamos décadas de retraso en esto. Yo defiendo un sistema de oposición objetivo, pero con un modelo más moderno y no tan memorístico. Me sorprende que este tema no se plantee y en cambio se hable tanto de la forma de elección de los vocales del Consejo General del Poder Judicial, que tienen una incidencia mínima en la vida de la gente.

P: Entonces, oposiciones sí. El ministro de Justicia Mariano Fernández Bermejo planteó hace diez años su posible supresión y se armó un escándalo.

R: Yo creo que las oposiciones van en línea con la igualdad de oportunidades. Los que lo intentan sienten que con su esfuerzo pueden llegar. No las sustituiría por el concurso de méritos. Otra cosa es crear pasarelas, que haya un turno para juristas de prestigio, para incorporar aire distinto a la carrera. Pero el sistema normal debe ser oposición. Una prueba objetiva y exigente. Pero no consistente en hablar con rapidez y de memoria.

P: Pero, ¿no hacen falta unos recursos que pocos tienen, lo que provoca un sesgo?

R: Aquí ya hablamos de otra cosa. El Consejo General del Poder Judicial dice que es un problema que la media de preparación se aproxime a cinco años, porque discrimina socialmente. Cinco años son demasiados. Esta modalidad discrimina, sí. Cinco años sin ingresar; es más, gastando en un preparador. Es demasiado. A mí me gusta el ejemplo francés, con una oposición exigente, pero en la que el licenciado tiene un año y medio como máximo para presentarse.

P: ¿Es la judicatura una institución cerrada sobre sí misma? ¿Le falta modernizarse?

R: Claro que tiene un tramo por delante para modernizarse. Y eso en lo sustancial se conseguiría cambiando el modelo de acceso. Pero yo entré con 40 años, venía de la universidad y tenía algún prejuicio, y la verdad es que me llevé una enorme sorpresa. Hay un nivel extraordinario, mucha profesionalidad. Yo lo esperaba más tradicional, anquilosado, anticuado. Más rígido, más de librillo, un derecho pequeñito. Y no. La exposición continua al pleito y a la duda enriquece.

P: Sus competencias abarcan la instrucción de casos con aforados.

R: Sí. Y todo el mundo piensa en los políticos, cuando nueve de cada diez son de jueces.

P: ¿Tantos? Se escuchan pocas condenas. El juez Francisco Serrano y poco más.

R: Ha habido más. Seis o siete en el tiempo en que yo llevo en la sala, no muchas. Alguna notoria, como el juez Urquía [condenado por aceptar sobornos].

P: ¿Por qué suelen ser los casos?

R: Por querellas por prevaricación. Son casos que pueden valorarse con la documentación del pleito. Los autos que se dictan de archivo, que son muchos, son casi como sentencias, porque sólo hay que valorar si la resolución es gravemente contraria a derecho o está justificada.

P: ¿Y es más difícil el trabajo cuando afecta a un juez?

R: En cuanto al hecho de que sea un compañero, no. Basta con un pequeño ejercicio de disciplina para distanciarse. Y bueno, si hay un conocimiento mayor, hay que decirlo y abstenerse. En los recursos de súplica se habla muchas veces de gregarismo, corporativismo... Yo suelo decir: "Eso es irrebatible". ¿Qué se puede decir ante eso? Lo único que podemos hacer es trabajar correctamente.

P: ¿Por qué se aferran tanto los políticos a los aforamientos?

R: No sé si eso es así. En algunos casos no. Ha habido huidas del aforamiento buscando el juzgado territorial. Desde luego el aforamiento no es un privilegio. Es algo de lo que se puede prescindir, vale, pero hay que tener buenas razones, porque es una figura que protege de manera inteligente la separación de poderes. Son los poderes los que están aforados. El judicial, el legislativo, el ejecutivo... Y se encargan órganos que son especialmente resistentes a las presiones. Eso no lo dice nadie. El problema es que por el modo de designación de magistrados de los tribunales superiores de justicia y del Supremo, en el que interviene el Consejo General del Poder Judicial, que es un órgano que da una imagen politizada, daría la impresión de que los partidos ponen a jueces benévelos para juzgar a sus diputados. Eso es simplista. Pero da un mensaje que gusta.

P: ¿Un mensaje populista?

R: Simplista, diría. Se pone demasiado énfasis en un discurso demasiado corto. Yo pregunto: "¿Estamos seguros de que sería bueno un modelo en el que un juez de instrucción que esté de guardia, y que puede ser buscado para la ocasión por una acusación popular, digamos Manos Limpias, pueda intervenir el teléfono del presidente del Gobierno, o detener a un ministro, o a un diputado que va a intervenir o votar en un pleno? ¿Estamos seguros? En cambio sí entendería la supresión de algo que sí puede ser un privilegio, y es el suplicatorio para diputaciones nacionales. Que el juez tenga que pedir permiso a las Cortes, eso sí es anacrónico.

P: ¿Las convicciones políticas quedan fuera de la sala?

R: Absolutamente. Hay muchos ejemplos de cómo compañeros se apartan de su ideología cuando tienen un asunto encima de la mesa. Esa acusación de que el juez juzga desde la ideología es una falsedad del que pierde o del periodista que esperaba otra sentencia.

P: Pero uno incorpora su forma de mirar a su forma de juzgar y de instruir.

R: Eso es inevitable. Y es bueno. Al final hay competencia en un sistema de recursos. La jurisprudencia logra decantar criterios por un procedimiento de competencia argumentativa. Compiten distintos argumentos, desde distintos puntos de vista.

P: A una sala del TSJA la llamaban "sala vaticana" por su conservadurismo.

R: Nunca he oído ese nombre.

P: ¿No hay salas conservadoras y progresistas?

R: No cabe duda de que la conformación de un tribunal puede influir en su interpretación de la norma. Pero hay que tener presente que, bajo una misma norma, respetando un margen interpretativo, se puede razonar de distintas maneras.

P: Leyendo su blog, diría que es usted una persona progresista, o de izquierdas.

Yo tengo interés en evitar esa etiqueta. Me busco en Google y entre las primeras entradas está un artículo que se titula: 'El magistrado del PSOE que falla a favor de IU'. En fin... Si hablamos de política, hablamos con tranquilidad. Sin asignación partidista. Si yo digo algo en el foro público –no en mi casa, sino en el foro público–, siempre va a ser para introducir matices, complejidad. Me asusta ese proceso de decantación que hace a la gente sentirse confortable y acríticamente en un bando. En coherencia, no me considero adscrito.

P: En algunas opiniones se moja incluso hablando de los medios. Leo: "Que El País manipula en sus informaciones a favor de sus intereses económicos y de las políticas que convienen a las sociedades que lo compraron ya no es noticia".

R: Estoy decepcionado desde 2011, con tres editoriales seguidos sobre temas económicos en los que vi no un cambio ideológico, sino que el periódico se ponía al servicio de intereses. Me sigue pareciendo que hay maravillosos profesionales, pero estoy decepcionado. El País tiene perfecto derecho a cambiar de opinión, eso no se lo reprocho. Reprocho un deterioro del concepto mismo del periodismo.

P: ¿La justicia es igual para todos?

R: Debe serlo. En eso estamos empeñados. Pero un buen abogado influye. Aunque el juez a veces haga de abogado.

P: ¿Cómo es eso?

R: Cuando hay una pretensión correcta, aunque esté mal defendida por el abogado, el juez tiene que abstraerse y considerarla.

P: Hay una sentencia: Fiat justitia, et pereat mundus. "Hágase justicia aunque perezca el mundo". Es decir, al juez no le corresponde mirar por las consecuencias de sus decisiones en búsqueda de justicia. No es su responsabilidad. ¿Lo comparte?

No. Porque el artículo 3.2 del Código Civil me dice que hay que atender a las consecuencias, dentro del margen interpretativo. Hay que ponderar.

P: Le pido opinión sobre cuatro cuestiones que afectan al ámbito judicial. Una) Dos titiriteros durmiendo cuatro noches en prisión por una obra de ficción. ¿Chocante?

R: A mí sí me chocó. Obviamente es algo que a posteriori se ha visto que fue excesivo, pero hay que situarse en el momento en el que a un juez le llega un atestado policial que dice determinadas cosas y prescinde de matices fundamentales. Yo no valoro esa decisión inicial del juez. Pero sí, me chocó.

P: Dos) El juez Baltasar Garzón, expulsado de la judicatura.

R: Otro tema controvertido. Hubo tres juicios contra Garzón [por las escuchas en el caso Gürtel, por su investigación sobre el franquismo y por los cursos financiados por el Santander]. En dos fue absuelto [franquismo y cursos] y en uno condenado [Gürtel]. La coincidencia de los tres asuntos hizo ver una intención de apartarlo... Yo lo único que puedo decir es que leí con mucha atención la sentencia [que lo inhabilitó 11 años por prevaricación]. Y mi reacción al leer la sentencia fue pensar: "El juez Garzón habría condenado al juez Garzón". Sí, habría apreciado prevaricación. Y lo digo muy a mi pesar. Uno de los días que más alegría he sentido fue cuando Garzón dictó la orden de detención de Pinochet. Ese día me sentí absolutamente español. Ha hecho cosas magníficas. Pero la verdad es que leyendo el relato de hechos llegué a esa conclusión.

P: Tres) El PP y el PSOE negocian la renovación del Tribunal Constitucional. ¿No se convierte en la práctica en una tercera cámara?

R: Es un órgano, y así está reconocido, a caballo entre lo jurídico y lo político. Es así en todas partes. No es el Tribunal Supremo. Se pronuncia sobre conflictos políticos. Pero hay una desvirtuación. El sistema está concebido para que los magistrados sean elegidos por consenso parlamentario, por eso se exigen mayorías cualificadas. La idea es que sean magistrados que no susciten rechazo a una importante mayoría de la cámara. Pero lo que se sigue es un sistema de cuotas. Yo no pongo objeción al tuyo y tú no pones objeción al mío. A mí no me escandaliza la extracción parlamentaria por consenso, pero convertir eso en cuotas es una malversación. Con la elección de vocales del Consejo General del Poder Judicial pasa lo mismo.

P: ¿Qué sistema defiende?

R: Para el Consejo, el sorteo entre los que se presenten. Por hipótesis son todos idóneos porque son jueces.

P: El presidente del Constitucional fue militante del PP. ¿Es una característica aceptable para ese cargo?

R: Debe dejar de serlo cuando accede al puesto. También hay magistrados que han sido diputados. Al final es algo que depende de la calidad personal. El mensaje es éste: "Tú estás significado, pero a partir de ahora tienes que abstraerse de esto". Obviamente resulta llamativo, pero no hay un impedimento por ley, aunque desde luego es una característica que se debe tener en cuenta.

P: Cuatro) Una jueza argentina abre una investigación penal sobre el franquismo, amparándose en la jurisdicción universal para los crímenes de lesa humanidad.

Garzón nunca podría condenar a Garzón

R: Este tema tiene que ver con la investigación de Garzón. Fue absuelto de prevaricación porque su investigación se movía en lo posible. Fue una oportunidad perdida. Es verdad que no puede haber condena, o que es muy difícil, pero el procedimiento penal tiene instrumentos maravillosos para el conocimiento de la verdad, mucho más que una comisión parlamentaria. Es el sistema idóneo para establecer una verdad delictiva, aunque no haya condenas. El reconocimiento de responsabilidad penal es interesante. Pero no se pudo investigar, y ahora se está iniciando desde fuera.

P: ¿Se cumplirá la sentencia que obliga a la banca a devolver todo el dinero de las cláusulas suelo?

R: A mí me da la impresión de que sí. Puede pedirse al banco. Ahí va a haber un decreto de buenas prácticas para ofrecer soluciones sin llegar a juicio. Y si no la hay, el cliente demandará. Y hay un problema: ¿prevalece ese criterio [el fijado por la sentencia] frente a algo tan importante como el efecto de cosa juzgada? Si un señor que ha perdido un pleito vuelve a interponer la demanda, surge ese problema. Nos podemos encontrar con dos tipos de ciudadanos, unos que van a obtener devolución y otros que no.

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