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El fiasco de Bruselas y el desafío permanente de Mazón desnudan el liderazgo de Feijóo en el PP

Entrevista al exvicepresidente de Galicia

Anxo Quintana: “La Xunta acaba de hacer lo único que no puede hacer: abdicar de su condición de Gobierno”

Anxo Quintana saluda durante un mitin improvisado en la calle Urzaiz de Vigo en la campaña de 2009.

El que fuera vicepresidente de la Xunta y líder del BNG, Anxo Quintana (Allariz, 1959), gestiona ahora un rebaño de ovejas de la raza latxa, originaria del País Vasco, con la que abastece a una quesería artesanal. De la política al ganado ovino. Y a la hostelería, porque también es el responsable de tres restaurantes que le mantienen ocupado a caballo entre Allariz y la localidad coruñesa de Sada. 

Retirado de la vida pública desde la victoria del PP que en 2009 puso fin al gobierno bipartito encabezado por el socialista Emilio Pérez Touriño, se le nota tranquilo, cómodamente alejado del fragor de la política. 

No olvida —lo tiene muy presente— que él fue uno de los primeros en sufrir el deterioro del clima político que hoy es moneda corriente. Una circunstancia que le convirtió en víctima del uso de la desinformación como arma política. “Yo creo que empezó allí”, recuerda haciendo referencia a la guerra sucia que Alberto Núñez Feijóo ordenó llevar a cabo contra él en los meses que precedieron a las campaña electoral de 2009 y en la que participó activamente quien hoy es su sucesor en la Xunta, Alfonso Rueda.

“Lo he dicho muchas veces, creo que padecimos la campaña de todas las campañas. Aquí lo hicieron, Les salió bien y les salió gratis, además”, rememora con un punto de amargura. “Antes de eso, antes de 2009, era muy difícil que en una campaña electoral se utilizaran argumentaciones personales. Incluso quedaban mal. La gente te señalaba si te pasabas, si hacías alguna imputación personal. No estaba bien visto. Pero cambió el paradigma. Creo que fue terrible”, señala.

Usted vivió en primera persona el ambiente que precedió a la derrota de Manuel Fraga en las elecciones de 2005. ¿Hay algo ahora que sea, al menos, parecido?

No, yo creo que Fraga era mucho Fraga. La oposición veníamos a lomos de un caballo que fue el de Nunca Máis (el movimiento social que nació de la catástrofe del Prestige) y toda su oposición a Fraga y al PP. Esa es una característica diferencial.

Yo pienso que hoy las cosas están mucho más consolidadas. Tenemos en la oposición, y es la gran novedad, a un partido que la lidera, que es el BNG, seguramente mucho más compacto, mucho más clarificado y mucho más adulto que en el 2005. Y eso es el factor diferencial con respecto a aquella ocasión”.

: Si Rueda no tuviera el parapeto y la capa mediática de la que se acompaña, en este momento sería un presidente al borde de la dimisión

Quintana se hizo con el liderazgo del nacionalismo gallego en 2003, aupado por el que fuera su dirigente más carismático, Xosé Manuel Beiras, hoy fuera del BNG. Él mismo dejó la organización, por discrepancias con el rumbo que había tomado, en el año 2016, si bien regresó discretamente, como militante de base, tres años después.

Sé que no es comparable en daño ecológico con el Prestige. Pero la crisis que está provocando el tema de los pellets y, sobre todo, la mala gestión que de ella está haciendo la Xunta, ¿está desnudando al candidato del PP?

Si Rueda no tuviera el parapeto y la capa mediática de la que se acompaña, en este momento sería un presidente al borde de la dimisión. Y no porque la contaminación que producen los pellets sea mucha, poca o regular, o sea comparable o no comparable con el Prestige. Sino porque la Xunta de Galicia acaba de hacer lo único que no puede hacer un gobierno, que es la inacción: abdicar de su condición de Gobierno; no actuar, mentir, intentar esconder el problema debajo de la alfombra. Eso es lo auténticamente grave en esta situación.

Haciendo una comparación, yo supongo que este señor, si tiene la mala suerte de sufrir un incendio en su casa, se estará quieto, no hará nada y después de unas horas le echará la culpa a los bomberos porque no lo avisaron a tiempo. Me parece inaudito.

Y también demuestra que tenemos un gobierno que no cree en la autonomía. En realidad, esto de la comunidad autónoma y la autonomía, la consideran una buena oportunidad para colocar cargos públicos, pero nada más. No se cree de verdad que la Xunta sea el Gobierno de Galicia. Y el Gobierno de Galicia es responsable de todo lo que suceda en Galicia, independientemente de que después pueda reclamar competencias, pueda reclamar actitudes y pueda reclamar a los demás que hagan y cumplan. Pero lo primero que tiene que hacer el gobierno es actuar.

Núñez Feijóo quería que la campaña gallega fuese en clave nacional y hablando mucho de la amnistía y de las cosas que más le ocupan en el Congreso en su batalla contra Pedro Sánchez. ¿Acierta o se equivoca?

Es la única baza que tiene, no es una cuestión de acierto o equivocación. Rueda no puede hacer otra cosa.

Entonces acierta, ¿no?

No puede hacer otra cosa. ¿Puede explicarnos Rueda la maravillosa gestión de Feijóo durante todos estos años? ¿Hay algún proyecto de país que Rueda pueda abanderar en nombre de Feijóo? ¿Ha mejorado los servicios públicos? ¿Existe una industrialización en Galicia superior a la que había en el 2009? Exactamente, ¿en qué fue lo que mejoramos? No tiene absolutamente ninguna baza. Necesariamente, tiene que hacer de muñeco ventrílocuo de lo que le ordenen en Madrid. No puede hacer otra cosa.

¿Los temas nacionales, como la amnistía, pueden mover votos?

Yo confío siempre mucho en la inteligencia de los ciudadanos. Y que nos vengan a estas alturas con este tipo de cosas me parece del género absurdo. Además, yo no tendría miedo en enfrentar de verdad el asunto tal cual se plantea. Yo quiero que la oposición en Galicia sea una oposición constructiva, de alternativa. No quiero una oposición vengativa que esté buscando resquicios en el pasado, que no sea capaz de caminar hacia adelante, que en vez del diálogo se apunte a la controversia y continuamente a la laceración del contrario.

Por lo tanto, yo no tengo ningún miedo a ese debate. Creo que no se debe tener, aunque me parezca totalmente extemporáneo.

No veo desmovilización, veo que hay interés en amplias capas de la sociedad en provocar un cambio

Mucha gente, especialmente el Partido Popular, da por segura la desmovilización de la izquierda, sea nacionalista o no nacionalista. De ser cierto, ¿cómo se combate eso?

No sabría decir si existe esa desmovilización, yo no la veo. Yo veo que hay interés en amplias capas de la sociedad en provocar un cambio. Porque ya toca, porque es necesario y porque sería bueno para todos.

Hay una cuestión que yo creo que se debe de tener en cuenta. Y yo opino que, además, electoralmente es lo que pone nervioso al Partido Popular. En contra de lo que se piensa en la política estatal, en contra de lo que se piensa sobre Galicia desde Madrid, el BNG, el nacionalismo gallego, puede disputarle campo electoral al Partido Popular. Aunque parezca increíble desde Madrid. Pero es así. Hay mucha gente en Galicia que lo que quiere es que exista un gobierno gallego liderado por un partido gallego.

Es decir, un gobierno que no tenga que pedirle permiso a Madrid cada vez que tiene que dar cualquier paso. Y en ese ámbito se suma mucha gente que, sin declararse nacionalista ni declararse de izquierdas, puede ver y debe de ver en el BNG una alternativa.

Hay una circunstancia que no sé si le parece que puede poner en riesgo ese cambio: las candidaturas de formaciones como Sumar y Podemos, con escasas posibilidades de obtener representación, en particular en las provincias de Ourense y Lugo.

Siempre hablamos del tema de la división de votos, de lo que eso puede restar.

¿No cree que eso puede dificultar las cosas?

Es algo que ha pasado siempre, tampoco es ninguna novedad. Esquerda Unida siempre se ha presentado en Galicia. Con malos resultados, pero siempre se ha presentado. No hay ninguna novedad.

Yo creo que en esto muchas veces el nacionalismo y la izquierda se dejan arrastrar por el discurso del Partido Popular. Porque parece que aquí solo hay pluralidad en la oposición, pero en la parte del PP, que yo sepa, Vox se va a presentar también. Y veremos cuál es su resultado. Y aquí en Ourense también aportamos la presencia de Democracia Ourensana, de la que curiosamente el PP no habla absolutamente nada.

Es decir, que hay pluralidad en la oposición y hay pluralidad también en el campo de la derecha. Veremos cómo actúan unos elementos y otros. Y es evidente que electoralmente sería muy beneficioso que toda aquella gente que está por el cambio, que tiene ganas de que haya un cambio gallego, pues concentre el voto en la fuerza mayoritaria que en este momento es el BNG.

En el resto de España son legión los ciudadanos de izquierdas que, después de tantas décadas de victorias del PP, casi todas por mayoría absoluta, creen que Galicia no tiene remedio. ¿Tienen razón?

En absoluto. Y además, me parece tremendamente injusto. Nuestro país tiene muchísimos problemas. Muchos. Por desgracia para todos nosotros. Y yo creo que el problema más grande que tiene Galicia es muchas veces la falta de autoestima de sus ciudadanos. Apuntarse, sin meditación por medio, a las consignas y a los esquemas estereotipados que de nosotros se dan. 

Ni siquiera somos capaces de ver los resultados: acabamos de tener unas elecciones locales y la mayor parte de las ciudades de Galicia están gobernadas por los partidos de la oposición, que gobierna la mayor parte de las diputaciones; el presidente de la Federación Galega de Municipios e Provincias pertenece a un partido de la oposición. No hay esa mayoría absoluta social del PP.

Otra cosa es que el PP, con la ayuda de la ley electoral, haya tenido la habilidad para convertir en mayoría electoral una mayoría social que no tiene. Lo que no podemos hacer es creernos sus propias mentiras. Lo que tenemos es que trabajar para que esa mayoría social de cambio que existe en Galicia se convierta en mayoría electoral. Y eso solo se hace de una manera: yendo a votar. Lo bueno que tiene la democracia es que el día de las elecciones el voto de cualquier ciudadano de Galicia vale tanto como el de Rueda.

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