Los libros
Refugio en Botsuana
Nubes de lluviaBessie HeadTraducción de Elia MaquedaPrólogo de Ángeles JuradoNubes de lluvia
Editorial PalabreroHoorn, Países Bajos2017
Siguiendo los pasos a la literatura africana, y por recomendación de Viviana, la librera de Traficantes de Sueños especialista en el tema, cayó en mis manos Nubes de lluvia, de Bessie Head (Sudáfrica 1937-Botsuana 1986). Me llamó la atención una mujer que vivió siempre en África, que no marchó a ninguna metrópoli, como otros escritores, que siempre permaneciera fiel a esas raíces. Y me encontré con un libro precioso, que se devora y que está lleno de imágenes literarias sobre la vida en el sur de Botsuana, un lugar especialmente árido donde el cielo y la lluvia, o diría más bien su ausencia, son protagonistas de la historia al mismo nivel que los humanos que luchan en condiciones adversas. De aquí el título, un título de espera, por el deseo de ver aparecer en ese cielo las ansiadas nubes que regarán el campo y que podrán llenar los pozos que las mujeres han ido construyendo para estar abastecidas a lo largo del año.
“Toda la tierra estaba alegre y es que corría el mes de julio. A nadie le gustaba junio ni sus ráfagas gélidas, ni tampoco las tormentas de arena y los fuertes vientos de agosto y septiembre... En Botsuana uno nunca se libraba del cielo desierto de nubes, pero en julio la luz del sol se veía obligada a filtrarse a través de un paño denso y azul y esta luz filtrada le confería a todo un aspecto suave y brillante”.
Porque de eso va la novela, de cómo salir adelante en situaciones especialmente difíciles. Y Bessie Head nos lo cuenta a través de su protagonista, un hombre huido de Sudáfrica tras ser detenido en la época del apartheid (alter ego de la autora) llamado Makhaya Maseko, un periodista que cruza la frontera hacia Botsuana buscando una vida tranquila y encuentra una comunidad donde arraiga, en unas condiciones naturales mucho más adversas que en su propio país. El dato que nos da la escritora sobre su llegada es el siguiente: “El país estaba viviendo un primer año de soberanía política antes de alcanzar la independencia absoluta”. Y ahí sitúa la historia.
Y nos describe la vida de Botsuana por aquel entonces, lo que significa el tribalismo africano, los jefes que impiden el progreso y que también intentan explotar a sus subordinados, el papel de las mujeres en las economías agrarias, al ser ellas las que se encargan de la agricultura, del mantenimiento de la aldea y de los hijos, mientras los hombres están fuera la mayor parte del año con el ganado, buscando pastos y demasiado anclados en el pasado para ser los protagonistas del cambio. Y hay también un hombre blanco que intenta ayudar y lo consigue, lo que sería en la actualidad un cooperante de una ONG, integrado en la comunidad y aceptado por ella, que se une en su lucha, no solo contra los elementos de la naturaleza adversa, también contra el despotismo colonial o tribal. Se monta una cooperativa y las fuerzas políticas locales hacen lo posible para que no salga adelante. Solo el tesón y la confianza consiguen los resultados que esperan. Un canto a la humanidad sin maniqueísmo, en que no todos los blancos son malos y no todos los negros se rebelan y son buenos, donde la sátira política es sutil pero eficaz: “Había cuatro o cinco partidos por la liberación, que contaban con pocos miembros y muchos vicesecretarios generales. Todos estos partidos se oponían al gobierno”. O bien cuando dice: “Los partidos de la oposición se habían situado del lado del movimiento panafricano… Para muchos, el panafricanismo es un sueño casi sagrado pero, como todos los sueños, también tiene algo de pesadilla y los hombres como Joas Tsepe y sus extraños tejemanejes constituyen dicha pesadilla. Si tienen algún poder es el de sumir al continente africano en una era de caos y asesinatos sangrientos”.
Y nos muestra también un nivel de soltura de las mujeres africanas que poco tiene que ver con el estereotipo que nos llega, incluso nos muestra mujeres que tienen varios hombres para “desahogo físico”.
“Mma-Millipede había aprendido a distinguir las dos formas que tenían las mujeres de relacionarse con los hombres en su país. Una era una relación puramente física. No conllevaba crisis psicológica alguna y era sin ataduras y ocasional; cada mujer tenía seis o siete amantes, incluido el marido. La otra era más seria y menos habitual. Podía degenerar en una crisis psicológica y en el suicidio por parte de la mujer porque se asumía que el hombre merecía adoración y esta adoración alcanzaba las proporciones de un régimen diario de la más peligrosa naturaleza”.
Poco a poco nos va describiendo la vida en una comunidad básicamente femenina. Cuando se quiere introducir un cambio, como el cultivo del tabaco, hay que proponérselo primero a las mujeres, sobre todo a una de ellas, la mujer fuerte, y si ésta acepta, ya se sabe que movilizará al resto, aunque tengan que enfrentarse al sistema tribal o a las fuerzas políticas locales o coloniales. Pero ante todo es un canto optimista a la fuerza de la comunidad cuando se une para salir adelante en circunstancias adversas, donde la muerte está demasiado presente, los buitres oscurecen el cielo y los prejuicios ancestrales suponen, como siempre, una lastra para poder avanzar.
Tras leer el prólogo de Ángeles Jurado y finalizar la lectura del libro, la impresión que me rondó por la cabeza era la de la capacidad de la autora para haber tenido una vida tan dura y escribir en cambio una historia llena de esperanza y optimismo. Ella, que nació en un hospital psiquiátrico donde encerraron a su madre, una mujer blanca adinerada que tuvo una relación sentimental con un negro, porque tamaña osadía, la relación ilícita interracial bajo el apartheid, debía ser castigada de la peor manera: escondida bajo la alfombra, anulada, olvidada por los suyos y atravesada por la locura. Su madre no saldría de allí y moriría seis años después. Nadie de la familia materna quiso hacerse cargo de la niña salvo la abuela, que la dio en adopción a una familia blanca hasta los 13 años en que entró en un orfanato, al constatar los padres adoptivos que tenía sangre negra. Es en el orfanato donde se entera de sus orígenes. El impacto que le produjo la noticia lo reflejó en A question of power, una novela escrita en 1974.
Con el dinero que heredó de la madre pudo estudiar magisterio y encontró en las bibliotecas de los colegios un mundo mejor que el que vivía, un mundo que le hizo soñar y evolucionar. A los 18 años, tras finalizar sus estudios, se dedicó a la enseñanza en Durban, pero dio un giro a su vida y se pasó al periodismo, primero en Johannesburgo donde se convirtió en freelance, siendo la única mujer periodista en The Golden City Post, un suplemento de la famosa revista Drum. En 1960 se trasladó a Ciudad del Cabo y allí continúo escribiendo para revistas como Home Post o The New African. Fue, así mismo, la fundadora de un periódico, El Ciudadano. Se unió a un grupo de activistas contra el apartheid y conoció a su marido. Su hijo, Howard, nació el año siguiente pero ya a finales de 1963 el matrimonio había fracasado.
Tras una estancia en la cárcel decide abandonar Sudáfrica con su hijo y dirigirse a Botsuana, donde sobrevivió gracias a múltiples oficios y la ayuda de sus amigos. Instalada en un campo de refugiados, Head escribirá la novela Nubes de lluvia que la dará reconocimiento pero que no le permitirá salir de la situación de penuria y miedo en la que vivía. Murió a consecuencia de su alcoholismo.
Nubes de lluvia recoge su experiencia como exiliada y su agradecimiento a un país, Botsuana que, pese a su inmensa pobreza en contraste con Sudáfrica, le permitió vivir y adoptar su nacionalidad hasta el final de sus días. Para saber más de esta autora africana, es imprescindible leer el prólogo de Ángeles Jurado.
Después de Nubes de lluvia (que fue su primera novela publicada), llegarían Maru, A question of power o Serowe: Village of the rain wind. Desde su propia experiencia vital, la escritora plasmó miles de cuestiones, como su crítica al sistema patriarcal o la defensa de las mujeres africanas. También tiene un libro de relatos, La coleccionista de tesoros.
Bessie Head se consideraba una solitaria, pero afirmaba que su mundo se poblaba de miles de personas cuando soñaba. A pesar de las duras condiciones de su vida, de su controvertido carácter, de su alcoholismo, Head fue capaz de sobreponerse en su literatura y ofrecernos su visión del mundo africano poniendo en el pensamiento de Makhaya, el protagonista, un ser también solitario, sus propios pensamientos, como cuando “se sintió culpable por haber vuelto a despertar su odio profundo y amargo. Porque odiaba al hombre blanco de un modo extraño. No era algo sutil ni taimado ni mezquino, sino una acumulación poderosa de años y años y siglos y siglos de silencio”.
Bessie Head se sentía como si toda la humanidad estuviera en su interior. El prólogo recoge unas palabras de la autora que reflejan ese sentimiento: “Construyo una escalera hacia las estrellas. Tengo autorización para llevar a toda la humanidad conmigo. Por eso escribo”.
*Carmen Peire es escritora. Su último libro, Carmen PeireCuestión de tiempo (Menoscuarto, 2017).