Diez años sin ETA
El paso histórico de la izquierda abertzale abre la puerta a un relato compartido sobre el "daño causado" por ETA
La izquierda abertzale completó este lunes una travesía de diez años en la que ha pasado de una simple declaración en contra del “uso de la violencia para lograr objetivos políticos” sin referencia alguna a ETA a asumir, a través de su coordinador general, Arnaldo Otegi, que la organización terrorista “nunca debió” producir “el dolor” que causó a las víctimas.
La Declaración del Dieciocho de Octubre, que es como la izquierda abertzale ha bautizado el documento leído por Otegi a dos días del décimo aniversario de que ETA hiciese pública su decisión de abandonar definitivamente las armas, menciona por primera vez de forma expresa a las víctimas de ETA. “Queremos trasladarles nuestro pesar y dolor por el sufrimiento padecido. Sentimos su dolor, y desde ese sentimiento sincero afirmamos que el mismo nunca debió haberse producido, a nadie puede satisfacer que todo aquello sucediera, ni que se hubiera prolongado tanto en el tiempo”.
Pero evita la “condena” de las actividades de ETA, que es lo que las víctimas llevan años reclamando. En vez de eso, el líder de EH Bildu se limitó a lamentar que “el pasado no tiene remedio. Nada de lo que digamos puede deshacer el daño causado”. No obstante, añadió, “estamos convencidos de que es posible al menos aliviar [ese daño] desde el respeto, la consideración y la memoria. Queremos decirles [a las víctimas] de corazón que sentimos enormemente su sufrimiento y nos comprometemos a tratar de mitigarlo en la medida de nuestras posibilidades. Siempre nos encontrarán dispuestos a ello”.
La referencia a las víctimas forma parte de una declaración más larga en la que EH Bildu celebra que ETA cumpliese su compromiso de hace diez años de abandono de la violencia. “El fin de su actividad ha sido total y completo”, así como “su desarme y posterior desaparición”. “No había trampa. No se trataba de ningún cálculo táctico”, subraya el documento.
La breve alusión a las víctimas está a acompañada por un párrafo que, a renglón seguido, reclama “una solución integral” a “la cuestión de los presos y las presas políticas”, en referencia a los condenados por los crímenes de ETA que siguen en prisión, a quienes atribuye un “papel activo, decidido y decisivo en la superación de la estrategia armada y su definitivo compromiso con las vías pacíficas y democráticas. Sin ellos y ellas no hubiera sido posible”.
En su nacimiento, en abril de 2011, Bildu exigió a sus candidatos municipales y forales que firmasen una declaración por la que se comprometían a oponerse “al uso de la violencia para lograr objetivos políticos”, pero sin mención alguna a ETA ni al daño causado.
Bildu es una coalición electoral formada por Sortu —formación heredera de la antigua Batasuna— pero también por fuerzas políticas que siempre han condenado a ETA, como Eusko Alkartasuna, Alternatiba y, posteriormente, Aralar. De ahí que algunos diputados, como Oskar Matute o Jon Iñarritu, sí hayan condenado expresamente la violencia de ETA. Y que otros, como Mertxe Aizpurua, se hayan limitado a rechazar todas las violencias.
Los estatutos de Sortu, que resultaron claves para su legalización (2012), afirman que “desarrollará su actividad desde el rechazo de la violencia como instrumento de acción política o método para el logro de objetivos políticos”, lo que incluye “abiertamente y sin ambages, a la organización ETA”. Rechazo sí, pero no “condena”, que es lo que exigen las víctimas y una gran parte del arco parlamentario.
No obstante, durante estos años, EH Bildu ha ido dando algunos pasos. Acudió al homenaje a Ernest Lluch, asesinado por ETA, y ha acudido a algunos eventos en el Congreso y en el País Vasco de reconocimiento a las víctimas de la organización terrorista. En 2015, su versión navarra llegó a formar un documento en el que afirmaba su “rechazo o condena de cualquier tipo de expresión de violencia que se produzca, incluida la de ETA”, hasta la fecha la única ocasión en la que EH Bildu ha condenado la actividad de ETA.
La resistencia de EH Bildu a hacer una condena explícita de los atentados de ETA sigue siendo la frontera que la izquierda abertzale se resiste a traspasar. Y eso es precisamente lo que las asociaciones de víctimas echan en falta, incluidas aquellas que reconocen que la Declaración del Dieciocho de Octubre constituye un avance.
María Jauregi, hija del asesinado Juan María Jauregui, aseguró en Twitter que se trata de “otro paso más, esta vez gigante, a favor de la convivencia. Muchas gracias, de verdad”, escribió. El periodista y víctima de ETA Gorka Landaburu la considera “un paso positivo”. Aunque cree que “falta autocrítica política y pasar de la palabra a los hechos”.
La eurodiputada Maite Pagazaurtundúa sostiene que Otegi se ha quedado “a medias” y le emplazó a que no pasen “diez años más” antes de que la izquierda abertzale ponga fin a “mociones, manifestaciones y homenajes” a ETA o a sus presos. Covite, la asociación de víctimas que preside Consuelo Ordóñez, reconoció “que ha habido un salto apreciable en el discurso”, pero lo considera todavía “insuficiente porque no reconoce ni condena las razones por las cuales ETA causó víctimas”. Y la izquierda abertzale “tiene pendiente condenar el terrorismo y desmarcarse del fanatismo”.
La Asociación Víctimas del Terrorismo (AVT) exigió a EH Bildu reconocer que “ninguno de los atentados de ETA tuvo justificación” y que pida perdón por ser “altavoz y brazo institucional de los asesinos”. Así como que facilite “que los asesinos etarras colaboren con la Justicia para resolver todos los casos aún pendientes de resolución”.
Al PNV tampoco le ha satisfecho la declaración. Es un paso “corto e insuficiente”que no reconoce como “injusto” el daño causado por ETA.
La dirección nacionalista observa aportaciones “positivas” para la construcción de una nueva convivencia y para la necesaria reparación de las víctimas de ETA, pero señalaba existencia de “omisiones en aspectos clave en los que la izquierda abertzale y el mundo que dio cobertura a la organización armada aún tienen un trecho ético y político que recorrer”.
El PNV celebra que EH Bildu quiera mitigar el sufrimiento causado, espera “que sus próximas actuaciones estén en consonancia con estas palabras” y hace votos porque “no tengan que pasar otros diez años para que la izquierda abertzale reconozca la injusticia del daño causado por ETA y realice la lectura crítica de la propia existencia de la organización armada que le viene exigiendo una abrumadora mayoría de la sociedad vasca“.
La derecha, en contra
En contra de la declaración de Otegi se pronunciaron PP, Vox y Ciudadanos. El líder de la oposición, Pablo Casado, exigió en una entrevista —antes de la lectura de la declaración— que EH Bildu pidiese “perdón” por los asesinatos de ETA y dijese “que no ha merecido la pena”. Su partido ya no sólo quiere una “condena” por parte de la izquierda abertzale sino que “colabore para resolver 300 asesinatos” sin resolver, exactamente la misma demanda que hace a los presos de la organización terrorista.
El presidente del PP Vasco, Carlos Iturgaiz, fue mucho más duro. Las palabras Otegi, declaró, son "una broma macabra" y le dan “asco”. “Se ríe de la víctimas”, acusó.
Vox tampoco cree que EH Bildu sea sincero. E igual que Casado insta a la formación abertzale a colaborar para esclarecer los asesinatos que todavía están pendientes en los tribunales señalando a sus autores.
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El PSOE, en cambio, valoró la declaración. El exlehendakari y secretario de Memoria Democrática del partido, Patxi López, la considera “una especie de enmienda a su papel en el pasado como sostenedor” del terrorismo. López aseguró saber “lo que cuesta” cualquier avance o paso en el “complicado” mundo abertzale.
Para los que han vivido el “ETA, mátalos”, subrayó, es un “avance”. Quien lo niegue, acusó, “niega la verdad por un indecente cálculo político”. “Estamos hartos ya de los agoreros”, proclamó en referencia al PP.
Unidas Podemos está entre los partidos que han celebrado la declaración de EH Bildu. UP la considera un “paso sin precedentes” que permite avanzar en el cambio de la "paz y diálogo", un gesto que es de "justicia" que todos los demócratas reconozcan.