“En el desfile, yo no pondría un cojo”, dijo cierto día la presidenta de la Diputación de Alicante, la malograda María Luisa Lillo, en clara referencia a limpiar de dudosos o imputados las listas de notables en los partidos.
Cojo y cojera son, normalmente, también expresiones metafóricas para denotar chanchullería, inestabilidad, falta de resolución o de capacidad. Y hemos de recordar que el cojo es una figura mítica o legendaria a lo largo de la historia, al igual que el tuerto o el manco, por aquello de que el personaje en cuestión debe suplir con otras cualidades la falta física sufrida, así el pirata pata de palo, el mariscal de ojo torcido, el sabio ciego...
Aunque se delataba una cierta incapacidad, los dimes y diretes clásicos nos ponían sobre aviso: “Mujeres castas, guardaos de los cojos”, es decir, de aquel que aparenta que no puede, pero que después sacará todas sus otras artes no vistas. La Ley antigua prohibía el sacrificio de animales cojos o con defecto. No era leal. No era ni estético ni ético. La cojera parecía llevar aparejadas connotaciones peculiares, y es así como se retrata, por ejemplo, al demonio, liante y festero: el diablo cojuelo en la literatura castellana.
De ser cierto todo esto, deberíamos estar tomando precauciones ante quien ha cojeado entre tantos partidos políticos. Estamos hablando de Toni Cantó (UPyD, Ciudadanos, PP...). ¡Claro!, cojo-cojeando, hasta la siguiente parada. Es lo de esperar. Es para lo que sirve uno. Lo malo es que no se den cuenta. Y, así,¡quien con cojos anda, al año cojo y medio! Todo se pega. O es que uno es igual al otro. Aunque “se cae antes el marrullero que el cojo”.
Y, paradojas de la vida, en los tiempos de hoy, la figura del cojo resulta que atrae, bien por pirata, bien por demonio que todo lo enreda. Miren qué nos dice Joaquín Sabina (o pongan, si quieren, a la Ayuso):
Entre todas las vidas, yo escojo
la del pirata cojo
con pata de palo
con parche en el ojo,
con cara de malo,
el viejo truhán, capitán
de un barco que tuviera
por bandera
un par de tibias y una calavera.
Jesús Moncho es socio de infoLibre
“En el desfile, yo no pondría un cojo”, dijo cierto día la presidenta de la Diputación de Alicante, la malograda María Luisa Lillo, en clara referencia a limpiar de dudosos o imputados las listas de notables en los partidos.