Eran las 9:30 del martes 10 de marzo cuando llegué a Akropolis —un centro familiar— a dar clase de español como de costumbre. Ese día sólo un alumno vino a clase y precisamente estuvimos hablando sobre el Covid-19. Pues, esa misma mañana el Gobierno checo aprobó medidas para frenar la expansión del nuevo virus a pesar de registrar alrededor de 60 infectados. Entre esas medidas se encontraba el cierre de colegios, institutos y universidades.
A las dos de la tarde tenía clase de español en Gymnázium Uherské Hradiště —un instituto de educación secundaria y Bachillerato—. Antes de ir, me informé de si el centro seguía abierto. Fui a dicho centro y la profesora de español me comunicó que el instituto cerraría a las seis de la tarde. Así pues, di la que fue mi última lección de español hasta no se sabe exactamente cuándo. Los alumnos estaban despreocupados, pues para los adolescentes no es tan grave pasar unos días de vacaciones. Esto fue sólo el principio de muchos cambios en Chequia y en toda Europa.
Aplicación de las medidas contra el Covid-19
Fue el jueves 12 cuando realmente me conciencié de la gravedad del coronavirus y todo lo que suponen las medidas que se toman contra el mismo. Pues, ese día el Gobierno checo decretó el estado de emergencia en todo el país para los próximos 30 días y me salpicó directamente a mí y a mis compañeros de piso y trabajo.
Un compañero había estado en Viena el miércoles y ese mismo día se encontraba en Bratislava. Una de las nuevas medidas dictaba que cualquier persona checa o con permiso de residencia que había estado en Austria, entre otros países, tenía que estar en cuarentena quince días a partir del sábado 14 de marzo.
El personal y la dirección de Akropolis estaban preocupados. Decidieron que cuando mi compañero regresara de Bratislava, como antes había pasado por Austria, estaría en nuestro piso durante quince días. Esto hizo que comprendiera sin ninguna duda la seriedad de la situación que atravesaban tanto el país como Europa. Cabe señalar que actualmente mi compañero lleva en cuarentena desde el viernes 13 y no ha presentado ningún síntoma. Esta medida se tomó por precaución.
Como todo sucedió tan deprisa, Akropolis pensó que lo mejor sería que pasáramos la noche del jueves en el centro familiar y que pronto encontrarían otro sitio para nosotras. Acepté rápidamente que mi compañero se quedara en el piso, pero al mismo tiempo tuve sentimientos de rabia por tener que mudarme a otro sitio y por dormir en Akropolis —el mismo lugar donde trabajo—, a pesar de que mi compañero repitió constantemente que se encontraba perfectamente. Al mismo tiempo me decía a mí misma que era lo más lógico y lo más acertado. La dirección de Akropolis nos dijo que fuéramos al piso a recoger nuestras cosas antes de que llegara nuestro compañero.
Esa misma tarde tenía clases de español en Akropolis, las cuales también fueron canceladas a pesar de que éramos cinco personas incluyéndome a mí. Pero Akropolis no quiso arriesgarse y suspendió todas las actividades. Escribí y llamé a mis alumnos para comunicarles la noticia.
También esa misma tarde tenía clases de checo. Avisé al profesor para decirle que no iría a clase y le expliqué por qué. Él, que también es amigo, se ofreció para ayudar. Fuimos a nuestro piso y recogimos nuestras cosas. Sinceramente, fue un momento gracioso y lleno de risas. Una de las vecinas nos miró desconcertada cuando nos vio salir con el equipaje justo el mismo día que se declaraba el estado de emergencia.
Tal y como se acordó, mi compañera y yo pasamos la noche en Akropolis. Sin embargo, antes fuimos a beber con unos amigos las últimas cervezas checas en una conocida cervecería de Uherské Hradiště hasta no se sabe muy bien cuándo. No éramos los únicos. Pude ver a muchos checos disfrutar de las últimas cervezas en un bar por estos días.
Nuevo hogar
Al día siguiente, viernes 13, mi compañera y yo fuimos a la pensión que Akropolis había encontrado para nosotras. Una pensión en el centro de la pequeña ciudad. ¡Ahora que todo está cerrado! Desde el primer momento hicimos de esta situación algo divertido. Llamamos Pensión Loli a la pensión donde nos alojamos, ya que ambas veíamos la famosa serie española Aquí no hay quien viva y recordamos que muchos de los personajes se alojaban de vez en cuando en dicha pensión.
Esa tarde fuimos a comprar comida, ya que la mayoría de nuestras provisiones estaban en nuestro piso. El lado positivo de todo esto es que pensamos que nuestro compañero no tendría escasez de alimentos por una buena temporada. Al menos eso creímos.
Una de las medidas del estado de emergencia era que restaurantes, bares y cafeterías deberían cerrarse. Sin embargo, había una excepción: podían seguir trabajando aquellos locales que dispusieran de una ventanilla.
De camino al supermercado, pudimos ver que en un bar se vendía cerveza en vasos de plástico a través de la ventana. Fue gracioso y auténtico comprobar una vez más que, incluso en momentos como estos, la cultura checa de la cerveza se mantiene tan viva como siempre. Nosotras no consumimos la cerveza de ese bar, pero nuestra lista de la compra sí incluía vino y cerveza. De esta manera inauguramos la primera noche en la pensión.
En cuarentena
El domingo 15 leí en la prensa checa que probablemente Chequia entraría en cuarentena hasta el martes 24 de marzo. Y así ocurrió. Por esta razón, fui sola a dar un breve paseo por la ciudad y por el río, ya que estaba permitido. Apenas me crucé con gente por la calle. Parecía que los checos habían tomado conciencia de la situación y respetaban las nuevas medidas establecidas.
El martes 17 escuché por megafonía el aviso del Ayuntamiento de Uherské Hradiště advirtiendo que a partir del 18 de marzo, cuando la gente saliera a comprar o a cualquier otra necesidad, debería llevar una mascarilla como medida de protección. Ayer recibí una mascarilla hecha por Akropolis, ya que Akropolis ha hecho mascarillas para nosotras y para la residencia de ancianos.
En poco más de una semana las cosas han cambiado mucho en Uherské Hradiště. El ambiente de la ciudad se ha vuelto algo tenso y más tranquilo de lo habitual. El primer fin de semana de marzo tuve una visita muy esperada de España y en pocos días las medidas contra el brote de coronavirus tanto en España como en Chequia se han endurecido bastante. Y, en general, en la UE.
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A pesar de no estar en España, he de decir que me siento como en casa. Agradezco a Akropolis su rapidez y efectividad ante el problema anterior expuesto y el respaldo que nos proporciona. Al mismo tiempo, estoy muy agradecida a los amigos que he hecho en Chequia y que sin dudarlo han estado dispuestos a ayudar. Y, por supuesto, gracias a mi familia y amigos que, aunque estén lejos de mí, nos apoyamos mutuamente en la distancia.
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Celia Pérez Carrascosa es socia de infoLibre y autora del blog Crónicas del corazón de Europa.
Eran las 9:30 del martes 10 de marzo cuando llegué a Akropolis —un centro familiar— a dar clase de español como de costumbre. Ese día sólo un alumno vino a clase y precisamente estuvimos hablando sobre el Covid-19. Pues, esa misma mañana el Gobierno checo aprobó medidas para frenar la expansión del nuevo virus a pesar de registrar alrededor de 60 infectados. Entre esas medidas se encontraba el cierre de colegios, institutos y universidades.