"La historia ocurre dos veces: la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa". Esta frase de Carlos Marx con la que iniciaba el 18 Brumario sigue siendo muy actual y útil para aproximarnos a fenómenos sociales y políticos que vienen a ser una triste caricatura de otros anteriores. Así, las algaradas que han seguido al encarcelamiento de Pablo Hasel aparecen como una parodia del 15M. Especialmente cuando se le ha querido revestir, CUP mediante, como la protesta de una juventud sin futuro. Con todas sus insuficiencias, aquella movilización que comenzó siendo una manifestación de indignación, o sea de rechazo, evolucionó en el sentido de convertirse en una fuerza de transformación. Nació como respuesta a un desorden, el evidenciado por la crisis del 2008, pero se orientó hacia la búsqueda de un nuevo orden. No lo consiguió pero lo intentó y por ello alcanzó una importante repercusión en nuestra sociedad, porque sus propuestas buscaban dar respuestas a problemas de la mayoría social , y así fue asumido.
Una de las características definitorias del 15M fue su insistencia en ganar la batalla de las ideas, de la hegemonía dentro de la sociedad. Por ello, conscientes de la repercusión mediática del uso de la violencia, apostaron por la fuerza de la movilización no violenta. Todo lo contrario de lo vivido en estos días pasados en los que el protagonismo narrativo de la acción de la protesta ha sido ocupado por la algarada, al enfrentamiento con la policía, la destrucción de mobiliario urbano y hasta al saqueo. Y todo ello convertido en espectáculo, en imágenes que transmiten un relato de desorden, que con la repetición cada vez más se muestra vacío de otra cosa que no sea la rabia y/o el desahogo de la impotencia. De modo que el mensaje que se ha emitido para nada se relaciona con el objetivo de crear un nuevo orden sino más bien con la reivindicación de tener y disfrutar de su parte alícuota del desorden general.
El desorden que nos amenaza
Y es que si cualquier pandemia altera el orden de las cosas. La irrupción mundial del covid-19 llueve sobre el mojado de las irresueltas crisis económica y ecológica, sobre el desorden en el que se impone la revolución digital y además, en Catalunya, sobre la degradación del procès independentista (1). Una conjunción de incertidumbres que, inevitablemente, son percibidas como fuente de inseguridad vivencial por cada vez más sectores de la sociedad, y aún más por la juventud amenazada por la precariedad permanente (2). Además, el ascensor social ya sólo funciona en sentido descendente y eso afecta especialmente a esas capas medias que ven como se les arrebata la continuidad generacional del bienestar económico. Con lo que en esos sectores surge la rabia del que se ve desprovisto de lo que creía tener por seguro y se alimenta la tentación de responder al desorden generalizado con sus mismas armas. Una táctica que la historia enseña que siempre acaba fortaleciendo al enemigo que se pretende castigar. Las sociedades, como sistema, tienden a rechazar el desorden y, aunque sea injusto, actúan primero sobre las alteraciones más fáciles de erradicar. A menos de que haya una alternativa de orden nuevo que gane la batalla hegemónica, que no trate de disputar el terreno del desorden sino el de la capacidad de crear un orden más justo, igualitario y libre (3).
Es la política
Por ello la izquierda tiene una doble obligación: la de condenar con claridad la violencia de la algarada y al mismo tiempo denunciar el desorden general que padecemos, señalar sus causas y ofrecer alternativas. Desde el campo progresista es necesario asumir propuestas y acciones que neutralicen la inseguridad, la incertidumbre de las clases populares y refuercen la autoridad moral de las instituciones democráticas Lo que significa renovar y fortalecer el estado social de derecho con una perspectiva a largo y medio plazo. Es decir abandonar el cortoplacismo dominante en las dos almas del gobierno progresista, avanzar hacia un nuevo orden exige cambios profundos en la forma de concebir y ejercer la política. Se ha de dejar de considerar a la sociedad como mero caladero de votos y potenciar los aspectos deliberativos y participativos de la democracia. Se ha de conseguir que le sociedad, la mayoría social, asuma y ejerza su corresponsabilidad política, promoviendo y fortaleciendo las organizaciones sociales.
Y la política ha de ganar autonomía y, con ello, credibilidad en su relación con la economía, hemos de pasar del “es la economía ¡estúpido!” al “es la política ¡prepotente!”. De la degradante imagen del político sometido a los intereses de los económicamente poderosos se ha de pasar a la pugna continua por controlar y limitar el abuso de poder en el ámbito de la economía, es decir de la producción y distribución los bienes y servicios sobre los que construimos nuestra vida. Porque en la decisión de que bienes y servicios se crean, de cómo se crean y cómo se distribuyen, reside el origen tanto del actual desorden como de la posibilidad de contenerlo y avanzar hacia un orden nuevo.
Pepe Gálvez es socio de infoLibre
(1) Significativamente la derecha, que asume sin fisuras ni matices la consigna de Ley y orden, en el caso catalán demuestra una vez más vivir en pleno episodio de esquizofrenia. Así, intenta mantener a la vez dos posturas contrarias: la de su apoyo a la algarada como rechazo a la justicia “española” y la de la represión de la misma en coherencia con su sentido de clase. De lo primero da fe el antológico tuit de Laura Borrás tras entrevistarse con un fan de los GRAPO: 'Sortim d'una llarga i profitosa conversa amb Pablo Hasel a la presó de Ponent on hem conversat de política,d'antirepressió i dels que fan de crossa al Règim del 78. És un altre pres polític de la (in)justícia espanyola convençut de la necessitat d'internacionalitzar la repressió'. Ahora bien, más allá de la degradación del 'procès', la persistencia de ley mordaza, el sesgo reaccionario de buena parte de nuestra judicatura, así como el progresivo desprestigio de la corona desgastan la credibilidad democrática de nuestras instituciones, precisamente en un momento en el que la fatiga pandémica favorece tanto las algaradas como las respuestas autoritarias.1
(2) Un 40% en el paro, un 83% en casa de sus padres y un 32% muy triste: la frustración de generación con dos crisis a cuestas, es el titular muy ilustrativo de este artículo sobre el Estudio social sobre la pandemia de la covid-19publicado esta semana por el Instituto de Estudios Sociales Avanzados del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).2Un 40% en el paro, un 83% en casa de sus padres y un 32% muy triste
(3) En esa perspectiva se ha de asumir la, no por necesaria menos compleja, batalla por una gestión garantista y a la vez eficaz del orden público.3
"La historia ocurre dos veces: la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa". Esta frase de Carlos Marx con la que iniciaba el 18 Brumario sigue siendo muy actual y útil para aproximarnos a fenómenos sociales y políticos que vienen a ser una triste caricatura de otros anteriores. Así, las algaradas que han seguido al encarcelamiento de Pablo Hasel aparecen como una parodia del 15M. Especialmente cuando se le ha querido revestir, CUP mediante, como la protesta de una juventud sin futuro. Con todas sus insuficiencias, aquella movilización que comenzó siendo una manifestación de indignación, o sea de rechazo, evolucionó en el sentido de convertirse en una fuerza de transformación. Nació como respuesta a un desorden, el evidenciado por la crisis del 2008, pero se orientó hacia la búsqueda de un nuevo orden. No lo consiguió pero lo intentó y por ello alcanzó una importante repercusión en nuestra sociedad, porque sus propuestas buscaban dar respuestas a problemas de la mayoría social , y así fue asumido.