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Economía 'kellyborativa"

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Gonzalo de Miguel Renedo

Empecemos con un neologismo, economía kellyborativakellyborativa, una subespecie de la ya consolidada economía colaborativa, entendida ésta, según san Google, como “una interacción entre dos o más sujetos, a través de medios digitalizados o no, que satisface una necesidad (no necesariamente real), a una o más personas”. En la economía kellyborativa se trata de que huésped y camarera colaboremos para una mejor distribución de los tiempos y beneficios hoteleros, habida cuenta de que los patronos andan mirando solo para los suyos.

Basta hablar un rato con las camareras de piso para descubrir su drama. Una de ellas, entre susurros y cierto grado de sorpresa, me aclaró un extremo que para mí era esencial: el de que ‘habitación no hecha, habitación no cobrada’. Parecía lógico, si la lógica del tiempo para prepararla acompañara, que no suele ser el caso. Farfullando también, no me digan por qué, pero cuando alguien te farfulla uno farfulla también, le indiqué que no temiera nada, que no era un inspector encubierto del hotel, y le pedí que no consideraba necesaria que me hiciera la habitación, pero que se la apuntara como hecha en su cuadrante. Parecíamos un camello y su cliente. Y la verdad, lo agradeció, no tanto por el detalle económico como, supongo, por el tiempo que le podía suponer de descanso.

Las camareras de piso son las grandes olvidadas de la industria del turismo. Lo pudimos ver en la película Hotel Explotación: Las ‘Kellys’, de Georgina Cisquella. Las Kellys necesitan muchos reconocimientos, y no hablo solo del crematístico. También el humanoKellys. No desprecian, me consta, que actuemos con cierto civismo. No disfrutan encontrándose la habitación como una leonera, según el principio absurdo practicado por cierta gente de que ya que pagamos, no hay por qué molestarse. Claro, y supongo que esta misma gente arrojará la basura al suelo para justificar el sueldo de los barrenderos. Tampoco rechazan las Kellys una atención, siquiera nominal, a la hora de relacionarse con ellas, en lugar de verlas, o mejor, no verlas sino como meros muebles con carrito que entran y salen de nuestras habitaciones como si fueran espectros invisibles a los que no poder dedicar una sonrisa.

Reconozco que mi estima hacia este gremio crece con cada nueva estancia y cada vez me esmero más en la recogida y orden de la habitación. No ya como si fuera mi casa, sino como si no lo fuera y tuviera que responder por ella ante su verdadero dueño. Siento que necesito quedar bien ante ellas (sí, digo siempre ellas, porque ellos o no hay o son muy pocos, pues no los he visto nunca), me envanezco pensando que puedan hablar bien de mi rastro por inexistente, porque lo que suelen encontrarse es un rastro más animal que humano. Así que sí, hacen falta hechos y reconocimientos de todo tipo para hacerles más llevadera su ya de por sí dura y poco agradecida profesión, sin olvidar las enfermedades crónicas que pueden desarrollar (síndrome del túnel carpiano, bursitis, epicondilitis) y que recientemente, por fin, les han sido reconocidas por la Administración como propias de su labor.

Por todo esto les propongo una acción individual, basada en el principio de la economía colaborativa, hoy mutada en economía kellyborativa. Se acercan días de descanso y vacaciones relajantes, muchas de ellas en hoteles. Aprovechen su estancia para hacer un poco de justicia, y dado que rige en muchos casos el principio de ‘habitación no hecha, habitación no cobrada’, inviten a la camarera de piso a saltarse su habitación, cuando consideren que no hace falta, pero matizando que se la apunte en su tarjeta como ‘hecha’. Sin ese detalle, la perdería. De ese modo, usted decide quién se queda con el dinero de su renuncia, si el hotel o la camarera. No olvidemos que la limpieza, como el resto de servicios, los paga el huésped. Así que, nosotros pagamos, nosotros decidimos. Además, los establecimientos hoteleros suelen invitar a sus distinguidos clientes a no cambiar de toallas, con el loable fin de salvaguardar el medio ambiente del vertido innecesario de toneladas de detergentes y otros productos contaminantes para las aguas. Y me parece perfecto. Seguro que los empresarios hoteleros serán los primeros en entender que nos preocupemos también por la salud de sus maltratadas camareras, dándoles este pequeño respiro remunerado. _________________________

Gonzalo de Miguel Renedo es socio de infoLibre

Empecemos con un neologismo, economía kellyborativakellyborativa, una subespecie de la ya consolidada economía colaborativa, entendida ésta, según san Google, como “una interacción entre dos o más sujetos, a través de medios digitalizados o no, que satisface una necesidad (no necesariamente real), a una o más personas”. En la economía kellyborativa se trata de que huésped y camarera colaboremos para una mejor distribución de los tiempos y beneficios hoteleros, habida cuenta de que los patronos andan mirando solo para los suyos.

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