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Las cúpulas de los tribunales seguirán bajo el control total de la derecha pese a la renovación del CGPJ

Una letra lo cambia todo... no siempre

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Marcelo Noboa Fiallo

Una letra lo cambia todo. Esa es la grandeza de un idioma, entendido como instrumento de comunicación y, por extensión, de diálogo político.

Los últimos meses en España, una palabra lo ha copado todo, llegando incluso a poner en un segundo plano la epidemia que, al día de hoy, se ha llevado por delante a más de 80.000 ciudadanos y ciudadanas. Esa palabra es, “indulto” (con “D”). Con algo de temor a equivocarme, invitaría a todos los ciudadanos de buena fe a hacer el sano ejercicio de sumergirse en las hemerotecas de este país desde que recuperamos la democracia y buscar, entre los más de 16.000 indultos concedidos por los siete presidentes que ha tenido este país, alguno que haya provocado tantos ríos de tinta, tanto tiempo miserablemente perdido, tanta crispación y, sobre todo, tanta demagogia barata aderezada de grandes dosis de cinismo, especialmente por aquellos que protagonizaron indultos más que discutibles (golpe de estado/23F y delitos de sangre terroristas).

No lo encontraran. Y digo que una letra lo cambia todo porque frente al “inDulto” que es una medida de gracia recogida en la Constitución y utilizada, como ya hemos señalado, en más de 16.000 ocasiones, esta vez no hemos encontrado más que “inSulto” (con “S”) como respuesta “política” a una medida que ciertamente podía haber enriquecido el debate político y probablemente la historia de España y que ha hecho que el periódico francés, “Le Monde”, califique a la oposición política española como “nauseabunda” Es difícil encontrar en la historia de los indultos de los últimos 45 años, otro que tenga más sentido que los concedidos a los presos del “procés”. El indulto (no el insulto) como instrumento político para devolver a la ciudadanía la fe en la política, demasiado tiempo enquistada en los pasillos de los tribunales de justicia.

Los tribunales ya hablaron en su momento, tras los irresponsables acontecimientos de octubre de 2017 en Catalunya. Entonces mucha gente se pronunció en relación con las sentencias de manera favorable, en contra o medio pensionistas. Los actores de aquellos hechos no se han ido de rositas (como malévola y demagógicamente insisten los de la “foto de Colón”). Tres años y medio han estado en la cárcel cumpliendo sentencia. Esa página ya está cerrada.

Con los indultos, frente a los insultos (insisto, una letra lo cambia todo) el actual gobierno abre una nueva página. Página que nunca se debió cerrar. El reto es inmenso, estará plagado de minas, de minas políticas y, sobre todo, de sentimientos. Sentimientos y emociones que han arraigado en un porcentaje muy importante de la población catalana, coincidiendo con el gobierno de Mariano Rajoy, cuya inacción propició el espectacular crecimiento del independentismo catalán, hasta llegar a los acontecimientos de octubre de 2017.

Quien escriba la nueva página, sabe de antemano que el gobierno de Sánchez cabalgará sobre la ola alimentada por dos carburantes de sentimientos difíciles de sustituir: El relato de la “Arcadia Feliz” que se culminó con aquella República que duró siete segundos y el carburante del insulto permanente de PP/Vox.

Los políticos radicalmente independentistas no se mueven por sentimientos, ellos “manejan” el sentimiento alimentado en los últimos años de una parte importante de la ciudadanía catalana. Los partidos autoproclamados “constitucionalistas” (probablemente título que se concede en Aravaca) tampoco se mueven por sentimientos, ellos también manejan el otro “constructo patrio” vacío de contenidos constitucionales y lleno de referencias preconstitucionales Por empezar por esto último (hagamos oídos sordos al insulto permanente que demuestra la incapacidad argumental, felón, amigo de asesinos, traidor a la patria, baboso, indecente, chulo, arrogante, defensor de terroristas…). Dos son los argumentos que utilizan cuando se agotan los insultos:

1. “Sánchez, concede los indultos sólo para mantenerse en el poder con los votos de terroristas y enemigos de la patria”. De nada sirve que se les explique qué tal argumento es de lo más endeble. Sánchez no necesita esos votos porque ya tiene aprobados los presupuestos de 2022 y para el 2023 (año electoral) puede prorrogar los mismos. Puede gobernar en minoría porque no hay alternativa al otro lado del espectro político. Por tanto, su convicción de conceder los indultos sólo puede entenderse como una apuesta por la palabra, por desatascar un problema enquistado.

2. “Los independentistas, no sólo no se han arrepentido, sino que advierten que lo volverán hacer” ¿Y? Si ello ocurriera, ya saben cuál será la respuesta del Estado de Derecho. Nadie con sentido común, cree que volverían a saltarse las leyes. Sus declaraciones son pura retórica. PP/Vox, lo saben, por ello aumentan los decibelios del insulto.

Por la parte catalana, me temo que el terreno es más vidrioso. Los de Puigdemont y la CUP (¡quién lo diría!!) seguirán abanderando el independentismo irredento, el independentismo del alcalde de Sabadell (Cup), Maties Serracant, para quien, hay que proceder a eliminar del callejero de la ciudad nada más, ni nada menos que, a Antonio Machado, Goya, Quevedo, Lope de Vega…” por considerarlos representantes de la cultura fascista española”.

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ERC, por su parte, no encuentra la fórmula para reconducir el “relato” con el que alimentó el sentimiento sobre el raciocinio, con lo que consiguieron sacar a la calle a más de un millón de ciudadanos que cabalgaron sobre la ola embravecida. ¿quién y cómo? Empieza hacer pedagogía a riesgo de ser tachado de “botifler” (traidor).

En estos casos no es cuestión de una letra. Aquí, una letra no lo cambia todo. Por ello había que empezar por los indultos. Nadie sabe cómo terminara esto, pero si por donde había que empezar y dejar a “Ansar” en su patológico narcisismo. La camisa de fuerza le llegará. No sé si antes o después de la cárcel.

Marcelo Noboa Fiallo es socio de infoLibre

Una letra lo cambia todo. Esa es la grandeza de un idioma, entendido como instrumento de comunicación y, por extensión, de diálogo político.

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