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No son los proyectos, son los actores

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Marcelo Noboa Fiallo

En las negociaciones entre Sumar y Podemos no se ha producido ningún intercambio de papeles que identifique proyectos y propuestas de gobierno para continuar avanzando en derechos y conquistas sociales. Desde el principio se trataba de visualizar el peso que cada organización iba a tener en las listas. Podemos (por boca de Pablo Iglesias, “Se tiene que respetar a Podemos“). Yolanda Díaz como líder de Sumar que aglutina varias organizaciones territoriales y consciente también del enorme prestigio que atesora su figura, gracias a su gestión como Ministra de Trabajo y Vicepresidenta del Gobierno de coalición (la política mejor valorada en sucesivas encuestas) ha ido tejiendo, a lo largo de dos años, con aquellos que comparten un ideario común y políticas progresistas en los distintos territorios. Cada uno, por su parte, reclama su cuota en función del peso que su organización tiene en el territorio (Compromís, Más Madrid, En Común Podem, IU, Verdes…). Hasta ahí, todo normal, razonable y política.

El problema llega cuando Ione Belarra (P. Iglesias) no han terminado de digerir que su peso como actores políticos, lamentablemente, ya no es el mismo tras las elecciones autonómicas y municipales en el conjunto del país (de 47 han pasado a 15) y, más dramáticamente, en Madrid y Comunidad Valenciana, donde han desaparecido. Uno tiene la sensación de que una parte de Podemos, o mejor, su actual cúpula dirigente, se han quedado anclados en aquel hermoso febrero de 2015 en el que las encuestas le adjudicaban un ilusionante 27,7% del voto (primera fuerza política del país) y que “asaltar los cielos” sólo era cuestión de tiempo. Pero “llegó Paco con sus rebajas” y desde entonces cuesta abajo y sin frenos. No, no lo han asimilado todavía

No me atrevo a señalar como hace Baltazar Garzón: “De aquel entusiasmo de un lejano 2014, cuando Podemos apareció en el escenario político español, solo quedan jirones de piel maltrecha después de estas elecciones”, ni tampoco como pronostican algunos que van a terminar como Ciudadanos, entre otras cosas porque Ciudadanos fue un invento de laboratorio de la derecha y Podemos nació de la rabia de las calles, huérfanas de representatividad por su izquierda al grito de “no nos representan”

Nadie en la cúpula de Podemos ha asumido responsabilidades ante el batacazo electoral del 28-M, que terminó arrastrando a alcaldes y Presidentes Autonómicos que, pese a mejorar resultados, no han podido revalidar sus puestos y proyectos. Hay mucho de soberbia, mucho de narcisismo y de “imprescindibilidad”; nula capacidad de autocrítica. Apelando, una vez más, al comodín de la prensa canalla (que es verdad, pero una media verdad. Una parte de la prensa es lo más parecido a una mafia, pero no toda. Pablo Iglesias fue la bestia negra para la prensa canalla mientras estuvo en el gobierno. Tras su marcha, la nueva pieza a cazar ha sido Pedro Sánchez y luego será Yolanda Díaz). Según avance la campaña electoral, ya verán ustedes cómo esa misma prensa canalla pone en valor a Pablo Iglesias para atacar a Sánchez. La prensa canalla es la que presenta el triunfo del PP como si hubieran arrasado en las pasadas elecciones. Y no es así. El PP no es nadie sin Vox. Gracias a Vox podrá gobernar en los territorios donde gobernaba el PSOE, pero interesa presentar al PP como “un tsunami” en toda España de cara a las elecciones del 23-J. La prensa canalla es la que ha secundado el discurso “trumpista” de Ayuso/Feijóo, resucitando a ETA y dejando caer que, si ellos no ganaban es porque Sánchez habría dado un pucherazo. Esto es así y Podemos no es el único que ha sufrido los zarpazos de la prensa canalla.

No nos queremos enterar que un fantasma recorre Europa. Nos creíamos inmunes a los vientos totalitarios (tras 40 años de dictadura), que hunden sus raíces precisamente en la mentira, el miedo, el cinismo (nada nuevo bajo el sol)

No nos queremos enterar de que un fantasma recorre Europa. Nos creíamos inmunes a los vientos totalitarios (tras 40 años de dictadura), que hunden sus raíces precisamente en la mentira, el miedo, el cinismo (nada nuevo bajo el sol). Lo nuevo es el blanqueamiento que estamos haciendo del extremismo, de sus discursos y de sus “propuestas” desde otros medios que bajo el “principio” de la pluralidad informativa terminan blanqueando y normalizando el discurso de la extrema derecha.

“La ropa sucia se lava en casa”, nunca ha sido practicada por una organización que confunde la “transparencia” con la discreción. Esto no es un valor como pretenden los dirigentes de Podemos, es un desvalor, porque la sociedad a la que se dirigen lo interpreta como una “jaula de grillos” y de una “jaula de grillos” no te puedes fiar. No puedes dejar en sus manos la responsabilidad de gobernar.

No es un problema de proyectos, de oferta electoral, de programas. Es un problema de actores. Lo ha sido desde el principio. Pablo Iglesias va a defender, con uñas y dientes, que Irene Montero e Ione Belarra vayan en los primeros puestos, todo lo demás es negociable. La pregunta es si Belarra y Montero suman y eso lo dirán los ciudadanos. Eso es todo, aunque lo disfracemos de “generosidad en las negociaciones”, de “estar a la altura del desafío político” de “los ciudadanos nos lo piden a gritos”…

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Marcelo Noboa Fiallo es socio de infoLibre.

En las negociaciones entre Sumar y Podemos no se ha producido ningún intercambio de papeles que identifique proyectos y propuestas de gobierno para continuar avanzando en derechos y conquistas sociales. Desde el principio se trataba de visualizar el peso que cada organización iba a tener en las listas. Podemos (por boca de Pablo Iglesias, “Se tiene que respetar a Podemos“). Yolanda Díaz como líder de Sumar que aglutina varias organizaciones territoriales y consciente también del enorme prestigio que atesora su figura, gracias a su gestión como Ministra de Trabajo y Vicepresidenta del Gobierno de coalición (la política mejor valorada en sucesivas encuestas) ha ido tejiendo, a lo largo de dos años, con aquellos que comparten un ideario común y políticas progresistas en los distintos territorios. Cada uno, por su parte, reclama su cuota en función del peso que su organización tiene en el territorio (Compromís, Más Madrid, En Común Podem, IU, Verdes…). Hasta ahí, todo normal, razonable y política.

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