Quizás las urgencias por disimular los oscuros nubarrones que en forma de imputaciones diluvian interminables sobre Génova 13 y sucursales, o puede que la angustia que acarrea suponer en riesgo los privilegios que han tenido a bien sus señorías acaparar para sí y sus compañeros de viaje, o ambas cosas, lo cierto es, que al Partido Popular, le ha saltado ese resorte que, automático, se dispara en ocasiones tales y por enésima vez nos desempolva, sin el más mínimo pudor, su argumento más socorrido, la cortina de humo por excelencia.
Esta vez le ha tocado al ministro del Interior ser el emisario de las fatídicas revelaciones. El señor Fernández Díaz, a Dios gracias, se vuelve a revelar como el ojo que avizor previene, sacando tiempo entre tanto apremiante menester y una agenda tan ajetreada, como variopinta, que transita desde reuniones furtivas con exministros imputados, hasta condecoraciones a vírgenes y Marcelos volando.
Así las cosas… ¡marchando otra de ETA señores! Ya deben tener en muy elevada consideración la argucia para verles recurrir eternamente al mismo caballo en caso de zafarrancho. Mas todo quedaría reducido a ridícula escena bufa, si no fuera porque con el esperpento comparece la cobarde mezquindad con que se denuesta colateralmente a las víctimas del terrorismo, utilizándolas a conveniencia como muro donde atrincherar los ilustres ombligos, o paraguas bajo el que guarecer las posaderas hasta que amaine el temporal.
Todo volverá a ser ETA hasta que nos digan que ya nada es ETA. Luego un poco más y al sombrero ETA. Un truco infinito al que acudir, sabedores que ya otras veces, idéntica apuesta les catapultó a una victoria infame. El dolor afligido con la intriga es mal necesario y lo que en verdad importa es mantener siempre latente al menos aquella minúscula sensación de miedo que nutre el arsenal.
Gesto acongojado, desasosiego, mueca apesadumbrada, toda treta es poca para realzar el espectáculo que nos alerta de otra amenaza maléfica, de la cual sólo ellos podrán salvarnos. Y descorchan el cinismo y la desfachatez, y fuerzan hasta la lágrima si fuera preciso, porque hay demasiado en juego para dejar cosa alguna al azar. Todo cuenta y no se puede escatimar ni tan siquiera en leyes que intenten amordazar la indignación. Toca emponzoñar todo, enrarecer el aire y bajar al fango. ¡A cazar brujas que ya es temporada y que no quede títere sin cabeza!
Duele luego ver cómo acuden prestos al toque de corneta los medios de comunicación más serviles, porque el amo ordena y difundir el mensaje urge. Y porque ya hace mucho, informar con la veracidad requerida, dejó de ser primordial. Revuelto de infundios, veredictos torticeros. Difama y repite, calumnia y repite, injuria y repite y vuelta a empezar, que ya irá calando y algo queda. Así nos vomitan la bilis bajo el principio goebbeliano, para acto seguido aleccionar al mundo sobre la libertad de expresión y juzgar la credibilidad ajena.
Lo habrá incluso quien mueva más la colita que el resto y se sume a la mamarrachada con su propio circo de imágenes y mensajes falaces impresos que procurará agitar hasta la saciedad sobre su propia cabeza o lo que pueda estar en su lugar. Algún otro incluso, amenazará impunemente a los enemigos de un sistema que le ampara en su libertad de dispararles si se tercia.
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Entre semejante jauría rondando, es rareza la voz que afee la conducta y desafíe al sistema, ya le harán saber oportunamente que no hallará jamás el hueso bajo la mesa.
Llegarán más fuegos de artificio y seguirá insistente sonando la chirigota para disimular la perversión, pero al compás seguirán ahí los sobres en B, los ordenadores incriminatorios despedazados y la corruptela enraizada, la huella triste de los recortes, de los desahucios, de la desigualdad cada vez más creciente, de la burla y el ninguneo. Ni mil campañas de miedo pueden disfrazar tamaña afrenta.
David Ortiz es socio de infoLibre
Quizás las urgencias por disimular los oscuros nubarrones que en forma de imputaciones diluvian interminables sobre Génova 13 y sucursales, o puede que la angustia que acarrea suponer en riesgo los privilegios que han tenido a bien sus señorías acaparar para sí y sus compañeros de viaje, o ambas cosas, lo cierto es, que al Partido Popular, le ha saltado ese resorte que, automático, se dispara en ocasiones tales y por enésima vez nos desempolva, sin el más mínimo pudor, su argumento más socorrido, la cortina de humo por excelencia.