Tres mascarillas —ninguna de ellas válida para protegerse del coronavirus— y dos botes de desinfectante de manos. Esa es la única huella, en los pabellones de la feria de arte contemporáneo Arco, de la histeria en torno al Covid-19, acentuada después de los dos casos detectados en Madrid el pasado martes. En los pabellones de Ifema, el espacio madrileño donde se celebra cada año el mayor evento comercial del arte en España, no hay galerías asiáticas ni se esperan grupos de visitantes chinos. A quienes atosiga la prensa es, entonces, a los stands italianosstands , una decena de las 209 galerías de 30 países que se dan cita en la feria. "El coronavirus está por toda partes en Italia", explicaba en inglés una empleada de la galería Giorgio Persano a una amiga, "todo el mundo está asustado... pero yo no". Era la única mención a la enfermedad que no estaba provocada por una pregunta de los periodistas.
La organización explicaba que los profesionales llevan en España desde la semana pasada, es decir, antes de la ola de diagnósticos en Europa, que se inició en Italia este fin de semana. De lo 300 coleccionistas de más de 40 países invitados por la feria, solo 15 han cancelado su asistencia alegando que preferían "no volar", pero la directora del evento, Maribel López, le quitaba peso: "Siempre hay bajas". La calma de los galeristas era, este miércoles, total. "No creo que el público que nos interesa a nosotros deje de venir por esto", comentaba a este periódico Rubén Blanco, de la galería La Caja Negra. "Si vienen 50.000 personas menos a la feria no nos importa", se sinceraba, "el problema sería que entre ellos estuvieran los coleccionistas". "Me parece que hay mucha histeria colectiva", decía una de las galeristas de Ruth Benzacar, llegada el viernes desde Buenos Aires. "Además, nosotros las obras que ya vendimos lo hicimos por preview, por e-mail".
El díptico The dreadful details, del fotógrafo Eric Beaudelaire, expuesto por la galería española Juana de Aizpuru en Arco 2020. / EFE
A falta de agitación por el virus, la prensa se arremolinaba en la galería finlandesa Forsblom, una de las más cercanas a la entrada principal. Allí se exponía la obra Franco no fue tan malo como dicen, del artista Riiko Sakkinen, finlandés afincado en España desde hace más de 17 años. El creador llegaba puntual a las doce a su cita con la prensa: "Conozco cómo funciona esto", respondía cuando le preguntaban si tenía intención de provocar, "no sé si es demasiado fácil o es que soy el puto amo". Sus palabras contradecían las de Maribel López, que minutos antes había descartado que se tratara de una obra polémica: "Es una posición irónica, no creo que lo haga por llamar la atención por encima de las otras". En el cuadro, un retrato de Franco iba acompañado de un texto humorístico, que comenzaba diciendo que el dictador "construyó 280 pantanos" hasta desvariar en que "inventó la tauromaquia, el flamenco, la paella, el carajillo, el cubalibre y el calimocho".
El artista cuenta que comenzó a trabajar en la obra cuando su hijo volvió del colegio diciendo que la profesora le shabía contado que en el franquismo hubo cosas buenas y cosas malas pero "llegó solo con la lista de cosas buenas". "Franco está vivo", dice, "y no es una cosa del pasado". Sakkinen reside en Pepino, un pequeño pueblo de Toledo de menos de 3.000 habitantes, y señala que en el pueblo de al lado, Cervera de los Montes, algunas calles se llaman aún Calle José Antonio o Calle Defensores del Alcázar. "Esta es mi manera de participar en el debate político, porque vivo en España y pago impuestos en España, pero no puedo votar", decía. La estrategia, desde luego, ha funcionado: frente a la galería, y bajo la mirada severa de los stands cercanos, cansados —y era el primer día— de aclarar que "lo de Franco" era de los vecinos, se apelotonaban varias cámaras de televisión.
Pero el arte político no se reduce, ni siquiera en Arco, a la efigie del dictador, que tiene cierta trayectoria de representación en la feria. Ahí está el díptico The dreadful details, del fotógrafo Eric Beaudelaire, que reproduce con actores profesionales y exmarines, en un plató de Los Ángeles, los instantes después de un atentado suicida en Irak. Aquí y allá se ven varias piezas del artista chileno Alfredo Jaar, uno de los artistas latinoamericanos más relevantes. En la galería Thomas Schulte (Berlín), están dos piezas de principios de los ochenta, Cien años de soledad (no realmente), neón que hace referencia a la intervención Estadounidense en el sur del continente, o 11 de septiembre de 1973, donde recrea un calendario de la marca Coca-Cola del año 1973, donde a partir del 11 de septiembre, cuando se produce el golpe de Estado en Chile y el asesinato de Salvador Allende en la Casa de la Moneda, todos los días marcan la misma fecha.
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La serie Primera línea, del artista chileno Fernando Prats, expuesta en la galería Galería Joan Prats, en la feria de arte Arco 2020. / EFE
El artista Fernando Prats, diez años más joven que Jaar, toma el testigo en la galería Joan Prats (Barcelona): la serie Primera línea incluye dos banderas chilenas intervenidas con grafitis: en una se lee el lema "El violador eres tú", salido de la performance del colectivo Lastesis, que se ha hecho viral por todo el mundo en las protestas feministas. De hecho, en otra obra el artista graba en vídeo una de estas acciones. En una vitrina, la pieza Dominación exhibe un mapa de Chile enrollado y encajado en un cartucho de gras lacrimógeno, formando una especie de bate de béisbol. La obra data de este mismo año, en clara referencia a las manifestaciones que recorren el país desde otoño. Chile iba a ser, de hecho, el país invitado en la próxima edición de Arco, pero el Gobierno de Sebastián Piñera lo rechazó debido a las protestas que ya le obligaron a cancelar la organización de la Cumbre del Clima.
La feria continúa hasta el próximo 1 de marzo, y las galerías cruzan los dedos. Para vender las obras que decoran paredes y suelos y que van desde el centenar de euros hasta los millones. Para que no se sumen más coleccionistas a esas 15 cancelaciones. Para que funcione el programa de jóvenes inversores que busca renovar el perfil del comprador. Para que el coronavirus no genere inquietud. Para que los tratos que se empiezan a forjar en Ifema se cierren fácilmente en los próximos meses. Para que Arco funcione en caja y defienda su papel frente a las ferias latinoamericanas. Y si al público le acaba interesando, pues mejor.
Tres mascarillas —ninguna de ellas válida para protegerse del coronavirus— y dos botes de desinfectante de manos. Esa es la única huella, en los pabellones de la feria de arte contemporáneo Arco, de la histeria en torno al Covid-19, acentuada después de los dos casos detectados en Madrid el pasado martes. En los pabellones de Ifema, el espacio madrileño donde se celebra cada año el mayor evento comercial del arte en España, no hay galerías asiáticas ni se esperan grupos de visitantes chinos. A quienes atosiga la prensa es, entonces, a los stands italianosstands , una decena de las 209 galerías de 30 países que se dan cita en la feria. "El coronavirus está por toda partes en Italia", explicaba en inglés una empleada de la galería Giorgio Persano a una amiga, "todo el mundo está asustado... pero yo no". Era la única mención a la enfermedad que no estaba provocada por una pregunta de los periodistas.