El pasado mes de agosto, leímos en una publicación especializada que la industria del libro británica preocupada ante un Brexit sin acuerdo. A la espera de lo que haga Boris Johnson, "los editores, distribuidores y libreros dependen de los planes de contingencia, con la preocupación por los retrasos en el suministro, el exceso de pedidos y los retrasos en la frontera cuando el comercio entra en la temporada alta de regalos, así como por la pérdida de la confianza de los consumidores en un momento crucial del año".
En el texto se recogían lo dicho por el CEO de Hachette UK., David Shelley, en un correo electrónico dirigido al personal: "Es casi seguro que habrá efectos en la cadena de suministro en el caso de que Brexit se lleve a cabo sin acuerdo y estamos trabajando estrechamente con los proveedores y minoristas para minimizar cualquier impacto. Estamos especialmente centrados en el momento del Brexit, que está marcado en plena temporada alta de compra de libros para regalar, unas fechas en las que las ventas son aproximadamente el doble de lo que habrían sido en marzo".
Las cosas por aquí
Tras la salida, el Reino Unido pasará a ser un país tercero para el conjunto de la Unión y el acervo comunitario en materia de propiedad intelectual y derechos de autor dejará de ser vinculante. Si hay acuerdo, habrá un periodo de transición que no se abrirá en el caso de una salida por las bravas.
El Gobierno de España ofrece en su web información general en una página que, para los detalles, remite a los ministerios. En el de Cultura no son muy explícitos, remiten a un documento de trabajo que ofrece algunos comentarios generales. La palabra "libro" aparece una sola vez, y en referencia a determinados bienes culturales "como el mobiliario de más de 50 años o libros de más de 100 años de antigüedad y con un valor de más de 50.000 euros o…" Y (tiene su lógica, la lógica del mercado), así como el texto se ocupa del sector cinematográfico y audiovisual, no hay referencia alguna al sector editorial. Pero, a diferencia de sus colegas británicos, los editores españoles parecen tranquilos.
"Desde la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE) hemos estado analizando cómo podría afectar al sector un Brexit sin acuerdo —nos ha dicho Antonio María Ávila, secretario de la entidad—. La conclusión es que la afectación es menor ya que el IVA es cero y no hay aranceles. Además, el intercambio comercial del sector está en régimen de comercio libre reconocido por la OMC y no depende de que Gran Bretaña esté o no en la Unión Europea."
Al principio, acepta Ávila, podría haber cierta afectación "derivada de un previsible caos que puede producirse en las aduanas al tener que adaptarse a la nueva situación". Sin embargo, si tenemos en cuenta que la mayor parte de la facturación de las editoriales españolas proviene de fascículos "y que no están previstos este año nuevos lanzamientos de estos, lo previsible es que el problema sea mínimo. Hay que tener en cuenta que la facturación en el año 2017 fue de 19,22 millones de euros, de los que 16,97 correspondieron a fascículos y material de quiosco. Los libros de texto representaron 1,06 millones de euros". De 2018 sólo disponemos de un avance, que se puede consultar aquí.
Más afectación habrá en el ámbito de los derechos de propiedad intelectual. Mercedes Morán, del Departamento Jurídico de CEDRO y experta en la materia, recuerda que el gobierno de Theresa May llegó un acuerdo para mitigar los efectos de la salida de Reino Unido de la UE y en él se trataban ciertos aspectos de esos derechos, pero este acuerdo no ha sido ratificado por el parlamento británico. Ahora, con la incertidumbre política, cuando no sabemos si antes del 31 de octubre habrá un acuerdo de salida o sin nos encaminamos a una salida sin acuerdo, si el 19 de octubre Boris Johnson solicitará la extensión a la que la ley le obliga o incluso si habrá elecciones anticipadas, "no podemos asegurar cómo van a quedar afectados los derechos de propiedad intelectual".
Otros clavos a los que agarrarse
Cierto, más allá del conflicto UE-Reino Unido, los países han firmado tratados internacionales que les imponen normas, "son parte de tratados internacionales como el Convenio de Berna o tratado de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) sobre derechos de autor, que reconocen el principio de trato nacional, por lo que la protección de las obras de nacionales de la UE en el Reino Unido y viceversa debe de estar garantizada".
Sin embargo, existen normas específicas que establecen un reconocimiento mutuo de derechos entre los nacionales de la UE, que se vería afectado con el Brexit. "Esto puede generar complicaciones a titulares de derechos, consumidores y usuarios".
Morán nos explica que, por ejemplo, de acuerdo con el derecho de la UE, todas las entidades de gestión de este territorio tienen que admitir como miembro a cualquier ciudadano de cualquier Estado miembro. "Tras el Brexit, una entidad de gestión de Reino Unido se podría negar a representar a un creador español". Y no sólo a nivel individual: además de los creadores, las instituciones culturales de Reino Unido también se verán afectadas en diferentes aspectos, "como el hecho de que dejarán de encontrarse amparadas por la excepción que permite la digitalización y puesta a disposición de obras huérfanas (aquellas cuyos titulares de derechos no pueden ser identificados o localizados) en el territorio de la UE".
En cuanto a los usuarios, se han detectado varios aspectos en los que pueden resultar afectados. "Es el caso del reglamento que garantiza la portabilidad transfronteriza de contenido en línea, que dejaría de ser aplicable en Reino Unido tras el Brexit. De acuerdo con este reglamento —explica Morán—, yo puedo acceder a todo el catálogo de la plataforma a la que estoy suscrita cuando viajo a cualquier Estado miembro. A partir del Brexit, las plataformas ya no estarán obligadas a garantizarme este acceso cuando viaje a Reino Unido".
A esos aspectos hay que sumar otros temas complejos, continúa, como el agotamiento del derecho de distribución que afectaría al movimiento de obras protegidas por derechos de autor, el fin del reconocimiento del derecho sui generissui generis a los fabricantes de bases de datos de Reino Unido o el intercambio de obras en formato accesible, como es el braille. Por otro lado, hay que tener en cuenta que, al margen de los derechos de propiedad intelectual, "la salida del Reino Unido de la UE, también puede afectar al intercambio cultural, a la movilidad de obras de arte y artistas, a la contratación de creadores, etc".
En opinión de la experta, es de esperar que estos problemas se vayan solventando por medio de acuerdos específicos entre el Reino Unido y la Unión Europea una vez se produzca la salida, "pero esto puede llevar mucho tiempo".
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¿Qué hay de los mío?
En el caso de los escritores, traductores, periodistas y editores miembros de CEDRO, Mercedes Morán asegura que hace años ya se firmaron acuerdos de representación recíproca con las entidades de gestión de derechos de Propiedad Intelectual de Reino Unido que representan estas mismas categorías de titulares de derechos. "A través de estos acuerdos, el respeto a las obras de nuestros miembros debe de estar garantizado en el Reino Unido. A raíz de cómo se desarrollen los acontecimientos veremos si es necesario estrechar la colaboración para reforzar la protección de los derechos de nuestros miembros fuera de nuestras fronteras".
De momento, en CEDRO están muy atentos a todo lo que pueda acontecer porque ante un escenario tan incierto, entienden que debe de imperar la prudencia. Así que siguen muy de cerca el tema y están en continuo contacto con sus homólogas en el Reino Unido. Es lo que toca: esperar.
El pasado mes de agosto, leímos en una publicación especializada que la industria del libro británica preocupada ante un Brexit sin acuerdo. A la espera de lo que haga Boris Johnson, "los editores, distribuidores y libreros dependen de los planes de contingencia, con la preocupación por los retrasos en el suministro, el exceso de pedidos y los retrasos en la frontera cuando el comercio entra en la temporada alta de regalos, así como por la pérdida de la confianza de los consumidores en un momento crucial del año".