El calvario del teniente Segura hacia la verdad

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Ay, la corrupción, compañera de viaje… ¿Qué no sabremos ya de ti? Todo pensábamos que lo teníamos ya descubierto: las argucias y estafas de la banca, el gobierno, los partidos políticos, la iglesia… Aunque aquello era, claro, hasta que vino el teniente Segura a abrirnos otra vez los ojos. Aún entonces, allá por abril de este año, quedaban -sin duda seguirán quedando hoy- resquicios por los que no pasa la luz del escrutinio público. Ese nuevo ámbito que se nos revelaba era el del Ejército, ese que en otros países ha sido mil veces trasladado a la ficción en forma de películas y libros, y que aquí en España actuaba con tanta fuerza como tan poco ruido.

Después de publicar con Tropo Editores su novela Un paso al frente, el portal El confidencial digital fue el primero en hacerse eco de la que después pasaría a ser una de las grandes historias del año. Entre las páginas pergeñadas por el teniente, todas inventadas, se traslucían verdades que no dejaron indiferente al periodista y documentalista Carlos Hernando. Tras hacerse con un ejemplar después de leer la reseña, salió en busca de Luis Gonzalo Segura, por entonces fácilmente localizable entre el gentío y las casetas de la Feria del Libro de Madrid. Y allí comenzó el proyecto El informe Segura, una película documental sobre la odisea vivida por el militar en estos últimos meses.

Con el curso de los acontecimientos, el guion, como explica Hernando, ha ido evolucionando para adaptarse a las circunstancias, que han pasado por trances como una huelga de hambre que se prolongó 22 días o el encierro de Segura en un centro disciplinario militar. “Yo prefiero llamarlo cárcel”, subraya el director, que convocó a diferentes personajes, desde políticos a periodistas y escritores, abogados o exmilitares para que aportaran su visión de un hecho que considera “inédito e histórico”, y que arrancó con un acto no punible ni siquiera para un militar: el de ejercer su derecho a la libertad de creación.

De la mano de los testimonios de los políticos Juan Carlos Monedero (Podemos), Irene Lozano (UPyD) y Gaspar Llamazares (IU), de escritores como Rafael Reig o Lorenzo Silva, y de periodistas como Miguel González, de El País o El Gran Wyoming, el primero en sacar a relucir el caso de Segura en televisión, en su caso en el programa de LaSexta El Intermedio, Hernando se fue adentrando así en un terreno, el castrense, que hasta entonces “desconocía” absolutamente. “Al hablar con Irene Lozano, por ejemplo, me entero de que España elevó una reserva al convenio de derechos humanos para poder seguir encarcelando a militares”, recuerda. “Por eso, la película fue girando hacia el documental de denuncia”.

Al final, el cineasta se dio cuenta de dónde manaba la fuente primera de los graves problemas a los que el Ejército deben hacer frente. A saber, la falta de independencia de los tres órganos de control con los que cuenta: la justicia militar, la Guardia Civil y las auditorías económicas. Resulta llamativo que, ante tal panorama, ni el representante oportuno del partido de Gobierno, el PP, ni el de la oposición, el PSOE, se prestaran a realizar declaraciones para El informe Segura. “También quise documentar la denuncia de otros militares, pero nadie quería hablar, solo unos pocos y con careta”, recuerda sobre las dificultades a las que se enfrentó para rodar esta historia, que ahora, con el tiempo, se han ido relajando, dado que algunos de esos testigos ya han aparecido en los medios.

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Carlos Hernando, director de la película.

A raíz del estallido del caso Segura, con todo, se han ido destapando nuevas corruptelas en el seno de las Fuerzas Armadas, desde la denuncia de tres interventores por malversación y fraude en la base aérea de Getafe a la historia del teniente que vendía ordenadores de Defensa por Ebay, entre otras varias. Y ese es, al fin y al cabo, el objetivo de Hernando con su filme: “espero que sea la punta de lanza para que se sigan publicando cosas”. Las revelaciones que se hacen en su documental, algunas grabadas con cámara oculta, sin duda servirán de empujón. Valga como ejemplo, aunque anecdótico, la perla que le suelta a Segura uno de sus superiores, visiblemente molesto con su actitud denunciante: “Esto es consustancial a la idiosincrasia del país”, le dice. “No podemos dejar de ser españoles”.

Que este trabajo llegue a más o menos público dependerá, en buena medida, de si la Academia de cine decide apostar por él para la carrera a los Goya, una decisión que deberá tomar el próximo 7 de enero. Si no consigue la visibilidad de los premios, siempre quedará el DVD, Youtube u otras plataformas digitales. “Pero verse, se va a ver”, garantiza el cineasta, que deja una reflexión: como hasta hace bien poco ocurría con la monarquía, sobre la que se extendía un manto de opacidad, otro nuevo espacio se ha abierto a la transparencia, el de los militares. Quizá sea esta, por ver el vaso medio lleno, una de las consecuencias positivas de esta crisis, “que parece haber hecho estallar ese pacto de silencio no escrito”.

Ay, la corrupción, compañera de viaje… ¿Qué no sabremos ya de ti? Todo pensábamos que lo teníamos ya descubierto: las argucias y estafas de la banca, el gobierno, los partidos políticos, la iglesia… Aunque aquello era, claro, hasta que vino el teniente Segura a abrirnos otra vez los ojos. Aún entonces, allá por abril de este año, quedaban -sin duda seguirán quedando hoy- resquicios por los que no pasa la luz del escrutinio público. Ese nuevo ámbito que se nos revelaba era el del Ejército, ese que en otros países ha sido mil veces trasladado a la ficción en forma de películas y libros, y que aquí en España actuaba con tanta fuerza como tan poco ruido.

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