En el que ha sido su debut menos glamouroso y más pegado al mundo real en años, el Festival de Cannes abrió este miércoles sus puertas con un drama social juvenil, La Tête Haute (La cabeza alta) elogio del sistema galo de protección a los más desfavorecidos, con sus correspondientes e inevitables emotivos momentos, pero un perfil decididamente opuesto al calificativo del título. En comparación con ediciones anteriores, sólo la presencia de Catherine Deneuve, aquí jueza, madrina y protectora del juvenil protagonista, podría justificar su inclusión en la deseada jornada inaugural.
Lo inusual no tiene que ser peor. Simplemente sorprende. Thierry Frémaux, el que decide en esta historia (es el delegado general del festival), ha recibido con frecuencia críticas por la escasez de directoras en su selección, y ha querido esta vez esquivar cualquier acusación de misoginia eligiendo a una cineasta local de dilatada vinculación personal con Cannes desde su época de cortometrajista, Emmanuelle Bercot, conocida en Francia pero no mucho más lejos. De hecho, es improbable que La Tête Haute tenga una amplia difusión comercial en el resto del mundo a pesar de la promoción que le está dando su apertura fuera de concurso del más famoso festival del mundo. Y el motivo es que esta historia de crónica-crítica social, de redención y de elogio a un pilar republicano de la asistencia social, ya la hemos visto muchas veces en pantalla en Francia, sin ir más lejos desde Los 400 golpes de Truffaut.
"El hombre es bueno por naturaleza, es la sociedad la que lo corrompe". La siempre polémica declaración de Rousseau, está sobre la mesa de la historia de Malony, un niño -hijo de una madre soltera en un ambiente marginal y disfuncional- al que su madre (Sara Forestier) ya había etiquetado como "un monstruo" a sus seis años, cuando por primera vez tuvo que comparecer ante una juez especializada en menores (Deneuve). Bercot sigue su deambular por una vida que parece destinarle inevitablemente a la cárcel, si no fuera por la angelical y protectora presencia de dos adultos, la propia magistrada y un asistente social (Benoît Magimel). Su empeño a pesar de las caídas por el camino facilitarán el final feliz de este periplo, doce años después. En la etapa adolescente, el protagonista principal, un Rod Paradot sin experiencia previa, demuestra su buen hacer y no desmerece el esfuerzo de sus consagrados compañeros de elenco.
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Emmanuelle Bercot ha contado que aunque su historia es ficticia no deja de tener una muy sólida base de realidad, y está inspirada por decenas de casos: "Fue un largo proceso de investigación, de lecturas y visionado de documentales. Creo que vi todo lo que existía sobre este asunto. Pero lo más importante fue mi presencia en un centro de internamiento, ya que estuve en un juzgado de menores en París durante varias semanas, en las oficinas de los jueces, hablé con algunos de esos delincuentes que fueron juzgados, visité los centros educativos cerrados, abiertos, los centros de detención de menores... Todos esos lugares que vemos en la película los pisé personalmente para prepararla".
La cineasta, que ya estuvo en la sección oficial de Cannes en 2011 como guionista y protagonista de otra película social, Polisse, reconoce que entre sus objetivos están ensalzar a esos profesionales del sistema judicial y de protección social que se dejan la piel para intentar rescatar a los menores conflictivos de un destino al que parecen condenados. "Me admira su devoción, su fe, la paciencia que tienen las personas que trabajan en torno a estos jóvenes para tratar de educarlos, calmarlos, canalizarlos, equilibrarlos. Fue una revelación para mí conocer en detalle todo este proceso, nunca imaginé que hubiera una labor semejante en el terreno de la prevención de la delincuencia de menores", agregaba Bercot.
© Carolina G.Guerrero (Cannes)-NOTICINE.com
En el que ha sido su debut menos glamouroso y más pegado al mundo real en años, el Festival de Cannes abrió este miércoles sus puertas con un drama social juvenil, La Tête Haute (La cabeza alta) elogio del sistema galo de protección a los más desfavorecidos, con sus correspondientes e inevitables emotivos momentos, pero un perfil decididamente opuesto al calificativo del título. En comparación con ediciones anteriores, sólo la presencia de Catherine Deneuve, aquí jueza, madrina y protectora del juvenil protagonista, podría justificar su inclusión en la deseada jornada inaugural.