El cine recupera la memoria del 3 de marzo

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"Yo no sabía nada, empecé a investigar cuando me llegó el guion", dice la actriz Ruth Díaz. "Yo tampoco, y es una pena que estas historias no se cuenten", le sigue su compañero de reparto, Mikel Iglesias. Hablan de la matanza de Vitoria el 3 de marzo de 1976, cuando la Policía Armada franquista, los grises, recibió la orden de impedir la celebración de una asamblea que estaba a punto de celebrarse en el interior de la iglesia de San Francisco de Asís, en el contexto de una exitosa huelga general. Los agentes llegaron a usar armas de fuego, matando a cinco obreros e hiriendo a medio centenar, al que habría que sumar otros tantos alcanzados por porras, balas de goma o botes de humo. Y son esos hechos los que los intérpretes narran en la película Vitoria 3 de marzo, dirigida por Víctor Cabaco, en los cines el próximo 1 de mayo. "Es muy bonito", retoma Iglesias, "que gracias al cine se pueda conocer".

Ese ha sido uno de los principales propósitos del filme, que cuenta con guion de Juan Ibarrondo y Héctor Amado a partir de la idea original del periodista Oskar Bañuelos. "En Vitoria sí que se conoce, claro", dice el director durante la jornada de promoción en Madrid, "pero más allá no, no está muy marcado en la memoria. Esa es una de las razones por las que se ha hecho la película, para que estos hechos, que son muy graves, no se olviden". La película pone el foco en el despertar político de Begoña (Amaia Aberasturi), una adolescente que se acerca al agitado movimiento obrero a través de su relación con Mikel (Iglesias), trabajador de Forjas Alavesas. La tensión por el desafío sindical y la violenta respuesta del régimen se filtra en la familia de Begoña, de clase media, que deberá posicionarse ante el conflicto y reaccionar ante los ideales defendidos por su hija. "Ana", dice Ruth Díaz sobre su personaje, "representa esa parcela de la población que vive o vivimos a menudo muy sumergidos en nuestros problemas y no nos damos cuenta de lo que sucede a nuestro alrededor o de la necesidad de solidaridad. Hasta que nos explota en la cara". 

Lo que parece ser el telón de fondo del filme —la huelga en Forjas Alavesas, que se extendió a otras empresas y sectores hasta alcanzar a unos 6.000 trabajadores y trabajadoras— es, en realidad, su pilar principal, y los personajes sirven en última instancia para vehicular el hecho histórico. Desde las primeras secuencias se muestran ya los factores clave de la protesta: la reclamación de subidas salariales tras la inflación sufrida por la crisis, la batalla por la representación de los trabajadores entre asambleas y partidos, las reclamaciones laborales como vehículo de un movimiento político más amplio, la brutalidad de la policía, la resistencia al cambio de los empresarios y el nerviosismo del régimen, aterrado de mostrarse débil tras la muerte del dictador. Tras una escena que muestra una manifestación bajo el A galopar de Paco Ibáñez, Mikel arenga a los trabajadores: "El capital jamás ha conseguido ningún avance social, siempre ha habido que arrancárselo a través de la lucha obrera (...). Hoy, aquí, en esta iglesia, estamos gestando un mundo nuevo y más justo".

Otro de los objetivos del filme era mantener la fidelidad a los escenarios originales. El rodaje tomó la ciudad de Vitoria durante cinco semanas, entre octubre y noviembre de 2017, incluida la iglesia de San Francisco de Asís, en el barrio de Zaramaga, núcleo de las protestas y el lugar donde se produjo la carga del 3 de marzo. El equipo suplió las carencias económicas —contó con un presupuesto de 1,5 millones de euros, algo menos de la media española por largometraje— con un equipo de cientos voluntarios formado por habitantes de la localidad que ayudaron a reproducir el ambiente de las protestas, que reunieron en su punto cumbre a más de 8.000 personas.

"Además nos documentamos muchísimo", cuenta Cabaco, "hablamos con la Asociación 3 de marzo [que reúne a víctimas y familiares] mil veces, conseguimos las imágenes de ese día, nos han cedido un montón de súper 8…". A lo largo de la cinta se intercalan imágenes reales con manifestaciones de ficción, hasta el final del montaje, que se limita a reproducir tomas grabadas entonces, cerrando con el entierro multitudinario de las víctimas mortales. El equipo ha usado también las famosas grabaciones de las comunicaciones por radio mantenidas ese día por la policía: "Aquí ha habido una masacre, cambio"; Oye, pero de verdad una masacre, cambio"; "Hemos contribuido a la paliza más grande de la historia"; "Muchas gracias, buen servicio". 

Mikel Iglesias recuerda la experiencia de rodar con los centenares de voluntarios: "El pueblo nos ayudó muchísimo. Algunos nos contaban que habían estado ahí y cómo lo habían vivido". Uno de ellos, cuenta, le señaló la ropa que llevaba: era la misma que aquel 3 de marzo. "Yo no me creía que estuviera haciendo una peli, todo estaba en carne viva", dice el actor. Un año más tarde, en una proyección en San Sebastián, ese mismo voluntario se le acercó, emocionado: "Nos daba las gracias por haber contado todo eso". Ruth Díaz asiente y apunta: "Hay que decir que esta película no solo es para recordar o para homenajear, sino para pedir justicia".

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Porque si la memoria ha sido escasa, la justicia ha sido nula. En aquel momento, la justicia militar reconoció que las cinco muertes constituían un delito de homicidio, pero no pudo determinar quiénes habían sido los autores, por lo que el caso se cerró sin más. En 2017, los tribunales de Vitoria volvieron a decretar el sobreseimiento de la querella presentada por las Juntas Generales de Álava, al considerar que los hechos habían prescrito y que no podían juzgarse como crímenes de lesa humanidad, ya que la legislación vigente en aquel momento no los tipificaba como tales. La querella argentina que busca juzgar los crímenes franquistas ha tratado de interrogar a Rodolfo Martín Villa, entonces ministro de Relaciones Sindicales, por estos hechos, aún sin éxito. La asociación de víctimas quiere buscar amparo en el Parlamento Europeo y las Naciones Unidas. 

Por ahora, han tenido que conformarse con el reconocimiento simbólico. Quizás uno de los grandes logros fue la resolución oficial del Parlamento Vasco de 2008, que fijaba los hechos sucedidos, recopilaba documentos probatorios e indexaba a los muertos y heridos por las balas de la policía. La película es otra forma de mantener la memoria. Pese a los nueve años que el equipo tardó en levantar el proyecto, Víctor Cabaco se alegra de haber contado con la coproducción de EiTB y Televisión Española, lo que les asegura la emisión una vez pasado el ciclo de vida en cines, en el que se estrenan con 60 copias. "Para nosotros es muy importante llegar a la gente joven que no conoce estos hechos, y recordar que siempre hay represión y que no hay que olvidar", dice el cineasta. "Es increíble que décadas después esto siga siendo algo desconocido fuera de Vitoria. A través de la ficción quizás sea más fácil".

 

"Yo no sabía nada, empecé a investigar cuando me llegó el guion", dice la actriz Ruth Díaz. "Yo tampoco, y es una pena que estas historias no se cuenten", le sigue su compañero de reparto, Mikel Iglesias. Hablan de la matanza de Vitoria el 3 de marzo de 1976, cuando la Policía Armada franquista, los grises, recibió la orden de impedir la celebración de una asamblea que estaba a punto de celebrarse en el interior de la iglesia de San Francisco de Asís, en el contexto de una exitosa huelga general. Los agentes llegaron a usar armas de fuego, matando a cinco obreros e hiriendo a medio centenar, al que habría que sumar otros tantos alcanzados por porras, balas de goma o botes de humo. Y son esos hechos los que los intérpretes narran en la película Vitoria 3 de marzo, dirigida por Víctor Cabaco, en los cines el próximo 1 de mayo. "Es muy bonito", retoma Iglesias, "que gracias al cine se pueda conocer".

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