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La escena musical se tambalea ante las nuevas restricciones en el ocio nocturno: “Dime ahora de qué vamos a vivir”

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Salvador Illa anunciaba el 14 de agosto, tras el acuerdo entre las comunidades autónomas y el Ministerio de Sanidad, nuevas medidas coordinadas para hacer frente a los repuntes del covid-19 que experimenta el país. Pese a que la medida que causó más polémica aquel viernes fue la restricción al consumo de tabaco en el ámbito público –siguiendo la estela de Núñez Feijóo en Galicia–, el paquete incluía unas nuevas restricciones al ocio nocturno –que en palabras de Fernando Simón, suponen uno de los mayores focos de contagio por su difícil control– para combatir el alarmante repunte de brotes que atraviesa el país desde principios de agosto. Entre ellas, el cierre de discotecas, salas de baile y bares de copas, “con y sin actuaciones musicales en directo”.

Las declaraciones del ministro levantaban la ira de artistas, salas y profesionales del sector, que ven en la asociación directa de los conciertos con el ocio nocturno un menosprecio a la cultura. “Creo que al final la decisión del Gobierno es un reflejo de lo que nuestra sociedad es”, apunta Carmen Alvaredo, vocalista de Echo, banda madrileña de indie rock. “Que el propio ministro te ponga en el mismo saco las discotecas con los conciertos es otra desmotivación más que llevamos sufriendo los músicos desde siempre. ¿Pero me sorprende? No me sorprende en absoluto”.

La vocalista insiste en que las actuaciones musicales han estado acompañadas en su mayoría por unas férreas medidas sanitarias, y apunta que los conciertos no han supuesto ningún foco de contagio. “No ha habido ningún rebrote, no hay siquiera una razón. Es como que han dicho los conciertos también porque entran dentro. Pero en los conciertos no va la gente a emborracharse y a quitarse la mascarilla a las tres de la mañana. Eso es lo que desespera. Es como entendemos en este país cómo es la música”.

En la misma sintonía se expresa Víctor Oller, miembro del Sindicat de Músics Activistes de Catalunya (SMAC!), que considera que la medida carece de sentido mientras podemos "ver terrazas llenas de gente sin mascarilla", o el incumplimiento de la distancia social en el transporte público o los aviones. “Había reducciones de aforo y medidas de distanciamiento, y eso nos demuestra una vez más que la música se coloca en última posición”, argumenta el sindicalista, que recuerda que “la cultura no es un privilegio”. “No negamos que estamos en una gran crisis sanitaria, y lo primero es la salud, pero la cultura tiene que ir detrás porque no es un privilegio, sino algo fundamental para la ciudadanía. Es un bien esencial”.

José Sánchez-Sanz, compositor y miembro de la Unión de Músicos de CNT, indica que “el tema del ocio nocturno se estaba desmadrando”, e incide en que las salas sí han estado respetando las medidas sanitarias, “como las salas de cine”. “En cambio un bar de copas ha hecho lo que le ha dado la gana”, apunta. “También es que el ocio nocturno es el mundo del todo vale”.

Estas nuevas restricciones suponen un mazazo para los últimos eslabones del sector musical –como los técnicos de sonido, otros de los grandes perjudicados por la pandemia–, que apenas habían conseguido levantar la cabeza tras el confinamiento, y que han llevado a muchos grupos a su desaparición por la incapacidad de asumir los gastos ante una situación ya de por sí precaria que se ha visto agravada con el covid-19.

El usuario @nchmrtnz, bajista, explicaba en un hilo en Twitter el panorama al que se enfrenta la escena emergente en esta crisis en comparación a los grandes cachés y las caras más visibles y mediatizadas que no representan fielmente la situación del sector. “Veo a muchos llevándose las manos a la cabeza porque el sector de la ‘cultura’ se ha ido a la mierda. Que no os engañen, el sector de la cultura lleva siendo una mierda por lo menos 20 años”, analiza en un tuit. “Lo que pasa es que ahora cuatro que ganaban dinero están en la situación de la gran mayoría de artistas”.

Y es que para muchas bandas, el confinamiento ha supuesto una parada en seco de sus proyectos. Alvaredo relata cómo la crisis del coronavirus ha paralizado la actividad del grupo. “Nosotros de cara al primer confinamiento sacamos una semana antes nuestro primer disco. Habíamos trabajado un montón, habíamos puesto un montón de dinero, y luego nos confinaron, según ellos 15 días. Teníamos el concierto de presentación en abril, y a día de hoy no tenemos fecha para presentar el disco ni nada”.

Una situación parecida a la que se encuentra Muntz, banda de rock alternativo de Alcázar de San Juan. “Anunciamos hace un par de días que nos vamos a tomar un descanso indefinido para sacar un buen largo, porque por más horas que le eches a sacar bolos y a sacar oportunidades, ahora mismo no tiene sentido”, comenta Álvaro Carrascosa, vocalista y guitarrista de la formación. “Nos llevábamos tirando horas y horas y semanas a sacar bolos después de cinco años, que si ya acabas bastante quemado de por sí, pues imagínate ahora que por más horas que le eches no sale absolutamente nada”.

Aunque diferentes conciertos y festivales han buscado minimizar lo posible el impacto de la crisis tras el confinamiento, las nuevas restricciones presentadas por Illa muestran lo inestable de la situación. “No vemos que tenga ningún tipo de futuro esto hasta que haya una vacuna. No tenemos pensado ninguna fecha ni nada. Igual de aquí a dos semanas nos vuelven a encerrar a todos. Hay mucha incertidumbre”, opina Alvaredo.

El directo es muchas veces la única vía de los artistas para poder sobrevivir a esta crisis. Una vía que está comprometida con estas nuevas medidas. “¿Dime ahora de qué vamos a vivir? Porque del directo no se puede vivir”, argumenta Sánchez-Sanz. “Solo bandas muy grandes, o espacios muy elitistas que se puedan permitir el lujo de poder abrir para un público muy reducido van a poder realmente dar conciertos”. Una crítica compartida por Víctor Oller, que en su opinión “sigue la actividad, sobre todo en estos dos últimos dos meses o tres, pero en un sistema de star system. Los diez grupos o músicos famosos que están en todos los festivales. Y no es justo”.

Echo destaca también el elitismo que se ha formado alrededor de las restricciones. “Los que están ahora dando conciertos son privilegiados que pueden darlos porque hay muchas menos ofertas” comenta. “Si antes las bandas pequeñas luchábamos por tener sitio donde los grandes, ahora ese sitio ni siquiera existe. No se puede luchar para conseguir nada, porque no hay nada por lo que luchar”.

Una crítica en la que coinciden desde Muntz, que ven una situación que afecta “mucho a la música en general, pero sobre todo a la música emergente”. “Todos los bolos se los llevaran la gente conocida, y todas las oportunidades serán para esos artistas que mueven a gente. Va a ser prácticamente imposible descubrir música nueva”.

La banda de indie rock Echo

Y es que la crisis ha golpeado duramente a los eslabones más débiles de la industria, aunque estos sean la base del sector, donde Carrascosa recuerda que “prácticamente nadie vive de ello”, frente a los grandes cachés que acaparan los recursos. “Antes daban un concierto y podían poder X presupuesto y te lo daban sin problema. Sin embargo, grupos como nosotros piden doscientos euros y cubrir gastos, y te dicen que es demasiado. ¿Esperas que vaya, toque una hora y media, y me des unos bocadillos y unas latas de Coca Cola? Antes era insultante, y ahora simplemente es inviable”.

Sin embargo, desde la CNT apuntan a los músicos de orquesta y los de sesión, que desarrollan su actividad principalmente en los meses estivales y que carecen de derechos de autor, como los mayores perjudicados por la crisis. “Esa gente hace dinero en verano yendo de fiesta en fiesta y tocando en fiestas. Esos van a bajar muchísimo la facturación, y muchas veces dependían de eso para vivir el resto del año”.

Otro de los grandes perjudicados han sido aquellos artistas emergentes que empezaban a poder vivir únicamente de la música, y que el covid-19 ha tirado por tierra los esfuerzos de los últimos años. “Las bandas pequeñas, muchas de ellas tienen otros trabajos. Pero estas bandas más o menos intermedias, que han estado en la cresta de la ola, que han tenido momentos mejores, pero que están allí en el medio, son los que van a salir peor parados”, apunta Sánchez-Sanz. “Porque esa gente, mucha de ella, vivía de esto. Y muchos de ellos son gente que toca con tres bandas”.

Una opinión que comparte Carrascosa, que manda ánimos a aquellos “músicos emergentes que empezaban a vivir del sueño que todos queremos vivir, y por atreverse en una mala época ahora están más jodidos”. “Me pongo en su lugar y se me parte el alma”.

Por otro lado, desde SMAC! inciden en la responsabilidad y malas prácticas de los contratadores, que han decidido posponer su agenda a costa de los artistas. “Vemos una normalización en cancelar conciertos sin indemnización, sin pagar el caché acordado”, comenta Oller. ”Los ayuntamientos cancelan sin indemnizar, aplicando un protocolo como si estuviéramos fuerza de alarma. Pero que se la actuación se cancele no es culpa del artista”.

El sindicalista va más allá y señala el uso que hacen los políticos de las cancelaciones como arma arrojadiza. “Todo es un juego político y jugando al chantaje de la salud, como se hizo con el movimiento feminista el 8 de Marzo”. Un juego que está creando un escenario de cara al siguiente año que, en palabras de Oller, “no es sostenible”. “Algunos ayuntamientos están cancelando pagando un porcentaje, reprogramando y haciendo un acuerdo de que el concierto se pospone, momento en que se pagará el porcentaje restante. Pero claro, todo esto está demasiado en el aire. Me estás haciendo trabajar para dentro de unos meses cuando igual tengo otro concierto”.

Las pésimas condiciones laborales impiden el acceso a las ayudas 

Pese a que las ayudas ofrecidas por el Ministerio de Cultura en el real decreto-ley 17/2020 de 5 de mayo iban encaminadas a ofrecer un pequeño respiro a los artistas, su impacto no ha sido suficiente para gran parte del sector. “El señor ministro a quien ha escuchado es, como siempre, a la gente de la industria –productores de teatro, de cine, o asociaciones de músicos que están muy influidas por la patronal–, pues a la hora de la verdad lo que hacen son unas medidas que van a mejorar lo que es la industria cultural sin pensar en lo que está ahí abajo”, apunta Sánchez-Sanz.

Las precarias condiciones de los eslabones más bajos de la industria dificultan el acceso a estas ayudas, ya que en muchas ocasiones no existe un contrato que refleje la relación laboral entre músico y sala, siendo los pagos en negro o la figura del falso autónomo la regla general. “Si estás trabajando en negro, en una subcontrata, o en muchas veces en los casos de los músicos que ni siquiera se les hace contrato laboral, pues claro los derechos a ayudas se complican. Nosotros desde el sindicato estamos intentando ayudar a mucha gente, pero a la hora de la verdad es complejo”, apunta Sánchez-Sanz desde CNT.

Si bien reconocen estas ayudas como “un reconocimiento de la intermitencia de los artistas”, el sindicato SMAC! también señala a las negligencias en las relaciones laborales como el principal obstáculo para poder acceder a las prestaciones. “Es difícil que llegue a todo el mundo, porque en nuestro caso las músicas no existimos laboralmente. La mayoría de los contratantes no contratan, en el sentido de un contrato o una cotización a la Seguridad Social. Te hacen una factura, o te pagan en B, y eso se ha normalizado, empezando por los ayuntamientos. El Estado es el primero que incumple su propia legislación laboral”.

Oller incide en que esta ayuda no llega a todos los profesionales del sector. “Está cotización es para quien ha cotizado en el régimen especial de artistas, y a los técnicos de sonido no se les contrata en este régimen especial, sino en el régimen general, aunque forman parte de la elaboración de la cultura”.

Sin embargo, otros sectores de la industria indican que estas ayudas son insuficientes para paliar las pérdidas a las que se enfrentan. La Asociación Estatal de Salas Privadas de Música en Directo (ACCES), publicó el pasado 19 de agosto un escrito solicitando un plan de rescate ante estas nuevas restricciones, que consideran “una falta de respeto absoluta hacia todos los músicos, técnicos y profesionales del sector”.

José Sánchez Sánchez-Sanz considera legítimas las críticas que realizan las salas, si bien ve “un cinismo importante” en el comunicado. “Me parece bien que hagan esa reclamación. Sobre todo poniendo enfrente al ocio nocturno, que ha hecho una cantidad de excesos terribles desde que empezó la nueva normalidad, y que a ellos se les ha consentido de todo. Ahí tienen razón”, argumenta Sánchez-Sanz. Pero el sindicalista recuerda las abusivas condiciones a las que la mayoría de las salas someten a los grupos, sobre todo a los emergentes, y les acusa de no gestionar correctamente las ayudas.

“A los grupos pequeños les han sacado todo el dinero que han podido cuando han querido, cobrándoles el alquiler, quedándose parte de la taquilla, y no contratando laboralmente cuando podían contratar”, crítica Sánchez-Sanz. “Las salas de concierto han estado recibiendo subvenciones por programar y lo que han hecho es alquilar la sala”.

Por ello pide que no se use a los músicos de ariete en sus reivindicaciones. “A la hora de la verdad las necesidades de los músicos no las tienen en cuenta. Los músicos somos el muñeco que les servimos para sus reivindicaciones cuando quieren, y cuando no quieren pues no les servimos para nada e intentan sacarnos el dinero que sea”, apunta.

Desde CNT, consideran que las ayudas tendrían que haber sido “ayudas directas a artistas en general: músicos, técnicos… los trabajadores de la cultura, como si fuera un Ingreso Mínimo Vital”, e incide en que “como se las des a la industria, a la hora de la verdad no va a soltar. Porque nunca ha soltado, y ahora menos”.

La banda de rock alternativo Muntz

El streaming y las plataformas, las trampas a las que se enfrenta la escena emergente

Mientras que otros artistas han intentado adaptarse a la situación y han utilizado las redes sociales y otras plataformas de streaming para salir a flote –y en algunos casos incluso les han servido como catapulta al éxito, como es el caso de Stay Homas–, estas herramientas suponen un arma de doble filo para gran parte de la escena.

“Yo creo que es una cagada monumental todo lo que tiene que ver con los streaming”, argumenta Alvaredo. “¿Cómo que un festival desde tu casa y con tu móvil? ¿Qué sentido tiene eso? ¿Es representativo de algo de lo que hacemos? ¿Los artistas estamos para subir fotos a Instagram, o para dar conciertos y subir el nivel de lo que hacemos?”, critica la cantante, que ve en estas plataformas “las trampas de siempre”. “Al final, precisamente vendernos de esa forma o vender lo digital nos está llevando a un sitio en el que no se valora nada lo que hacemos”.

Una opinión que comparten desde el sindicato SMAC!, que ve entiende que no se puede normalizar esta situación “porque significa que estamos regalando nuestro trabajo”.

Sánchez-Sanz también considera que las plataformas online o el streaming no suponen una solución viable para los artistas. “Ha habido gente que ha estado dando conciertos ahí gratuitos. ¿Y quién se está beneficiando? Las plataformas. ¿Tú te estás beneficiando? No. Le estamos dando alas a las plataformas, y en algún momento tenemos que ponernos serios”.

Y es que, aunque parezca que el contenido en línea ha supuesto un salvoconducto para los artistas, lo cierto es que las cifras que perciben los músicos en plataformas como Spotify son irrisorias. Las grandes tecnológicas –Amazon, Google y Spotify– lograban este 19 de agosto reducir los royalties a los músicos, después de que la institución estadounidense Copyrights Royalty Board (CRB) estableciera en 2018 que las empresas debían aumentar el porcentaje de ingresos de los artistas. Una polémica victoria judicial, que ha planteado la viabilidad del modelo de negocio de cara a los artistas. Más en tiempos de confinamiento.

Rufus T.Firefly, banda de Aranjuez que en 2017 se posicionó entre la lista de grandes nombres emergentes con su disco Magnolia –aunque su trabajo se remonta a 2006–, desgranaba en una publicación en Twitter, a raíz de la noticia, sus beneficios a través de la plataforma. El trabajo que les puso en el centro del panorama nacional cuenta con más de 8.000.000 reproducciones en Spotify. Sin embargo, cada integrante apenas percibe 80€ al mes por la obra.

“Si Rufus le dan esas cifras, imagínate lo que sacamos bandas que no tenemos ni siquiera tanto power”, apunta Alvaredo. “Las plataformas digitales no le dan dinero a nadie”.

Sánchez-Sanz critica el papel que deberían jugar los servicios online para poder sostener al sector. “Los que tendrían que estar soltando el dinero para mejorar el ecosistema musical van a recibir más dinero todavía. Dinero que no va a los músicos, sino a los directivos y accionistas. Alguien a quien la música se la suda, lo que realmente quieren es el dinero”, incide. “Las cifras que se están llevando los directivos de Spotify no tienen nada que ver con lo que nos estamos llevando con nuestras producciones”.

Ante esta situación, muchas bandas –incluida Rufus.T Firefly–, plantean la retirada de su contenido de los servicios de streaming en señal de protesta, en pos de favorecer otros medios como Bandcamp –plataforma digital mucho más benevolente con los artistas– o la venta física de discos y merchandising.

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“Realmente la situación se está poniendo muy grave. En algún momento se estaba comentando de retirar temas de las plataformas. Alguna vez hemos hablado en el sindicato a nivel estatal de boicotear las plataformas y retirar nuestro repertorio”, relata Sánchez-Sanz. “De hecho algunos miembros del sindicato no tienen nada en Spotify por ejemplo, o no cuelgan nada en Youtube o usan plataformas más amables como Bandcamp”.

El sindicalista reincide en su crítica a las plataformas: “Que no tengan la poca vergüenza de estar viviendo de nuestro trabajo, y encima no darnos nuestro dinero, recortarnos más, para que los señores accionistas y los directivos vivan fenomenal con unos sueldos que nunca serán alcanzados por nadie que viva de la música, y menos en el entorno más bien bajo”. “Durante la pandemia son los únicos que han ganado dinero con la cultura. Recordemos que son empresas que tienen los domicilios fiscales en el extranjero para pagar menos impuestos. No van a hacer nada para mejorar la situación”, concluye.

Ante esta situación SMAC! ha puesto en marcha diferentes alternativas para crear espacios de colaboración y poner en contacto de forma directa a artistas y oyentes a través de modelos económicos sostenibles. Uno de ellos es la Caja de Resonancia, una red musical de apoyo mutuo, en la que los músicos ofrecen conciertos, masterclass o merchandising, y los oyentes pueden apoyar a sus artistas a través de plataformas de crowdfunding como Goteo. “Evidentemente no es una alternativa ni a los conciertos ni para nada. Pero es una alternativa de emergencia para estos tiempos de crisis”, apunta Oller.

Salvador Illa anunciaba el 14 de agosto, tras el acuerdo entre las comunidades autónomas y el Ministerio de Sanidad, nuevas medidas coordinadas para hacer frente a los repuntes del covid-19 que experimenta el país. Pese a que la medida que causó más polémica aquel viernes fue la restricción al consumo de tabaco en el ámbito público –siguiendo la estela de Núñez Feijóo en Galicia–, el paquete incluía unas nuevas restricciones al ocio nocturno –que en palabras de Fernando Simón, suponen uno de los mayores focos de contagio por su difícil control– para combatir el alarmante repunte de brotes que atraviesa el país desde principios de agosto. Entre ellas, el cierre de discotecas, salas de baile y bares de copas, “con y sin actuaciones musicales en directo”.

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