Guitarra, bajo, batería y… dulzaina: Ars Amandi, el grupo que unió el rock con la música tradicional

Si una persona se hubiera acercado hace veinte años a una de las tiendas de discos de cualquier ciudad española y se dirigiera a la sección de rock y metal se encontraría, probablemente, algunos de los álbumes más icónicos de la historia de la música española en el género. Si rebuscara un poco entre las carátulas, se toparía con Finisterra, el disco que lanzó definitivamente a la fama a Mägo de Oz y a su diablillo disfrazado de peregrino compostelano, o con uno de los álbumes más recordados de Extremoduro, Yo, minoría absoluta, con un Jesucristo en calzoncillos y con dos pistolas enfundadas. 

Entre todos ellos, también vería otra portada que llamaría poderosamente su atención. Rodeado de motivos medievales, y sobre una roca, clavado como si fuera la espada Excalibur, estaba el instrumento icónico de un grupo que acababa de debutar ese mismo año 2003. No era ni la guitarra eléctrica, ni el bajo ni la batería, sino uno que nunca antes se había usado para hacer música metal: la dulzaina. Un instrumento tradicional del folclore de muchas zonas de España, entre ellas, Cataluña, la Comunitat Valenciana y, por supuesto, Castilla y León, de donde es originaria la banda.

El disco, que este año celebra su 20 aniversario, llevaba el título de Autóctono y fue el debut de Ars Amandi, una formación que consiguió aunar dos géneros musicales aparentemente imposibles de unir: el metal y el folclore de Castilla y León. Ellos mismos califican esta fusión como rock castellano, un estilo del que se sienten orgullosos pioneros: “Fuimos los primeros en meter instrumentos castellanos en el rock. Sí es verdad que había grupos con gaita gallega, con violines y flautas, pero ninguno con dulzaina o pito castellano”, explica a infoLibre Dani Aller, vocalista y líder del grupo.

Una llamativa idea que surgió en la cabeza de este madrileño con alma abulense. “Mis padres, mis abuelos, mis tíos, todos son de un pueblo de Ávila y tuvieron que irse a Madrid por trabajo. Yo nací aquí, pero yo me considero más de Ávila que de Madrid”, comenta. Precisamente, de sus idas y venidas al pueblo abulense nació un interés enorme por la música tradicional que escuchaba en las fiestas rurales y, en particular, por la dulzaina: “Mi padre se compró una dulzaina y, cuando yo tenía 10 años la cogí por banda, vieron que se me daba bien y ya me puse más en serio a aprender”

Si la música tradicional llegó por vía familiar, el metal llegó de la mano de Iron Maiden. “Cuando los escuché dije, uy esto es lo mío”, reconoce Aller entre risas. El cantante estuvo durante mucho tiempo compaginando ambos géneros de forma separada, hasta que decidió crear Ars Amandi para juntar estos dos polos opuestos.

De la experimentación al rock castellano

Los primeros componentes del grupo eran personas cercanas a Aller interesados en la música tradicional y en el heavy: “Al principio quedábamos para ensayar, pasar el rato y tomar unas cervezas, pero un día pensamos, ¿cómo quedará la dulzaina con una guitarra eléctrica? Lo hicimos y vimos que tenía bastante sentido, nos gustaba y era acorde a la música novedosa que queríamos hacer”. Estos primeros tiempos de experimentación antecedieron a unas giras a pequeña escala por fiestas de pueblos y en entornos rurales, donde la popularidad del grupo se forjó en el boca a boca.

Sin embargo, su historia cambiaría cuando firmaron su primer contrato discográfico, el cual les permitiría lanzar su primer disco: Autóctono. Un título que es toda una declaración de intenciones de la banda, anunciando la vinculación de su música con la tierra castellana y con la tradición. También lo hace la portada, con esa dulzaina en el centro que dejaba claro el simbolismo del instrumento dentro de Ars Amandi. De hecho, fue la propia banda quien pidió a los diseñadores el protagonismo de la dulzaina. Aller explica que les gustó mucho la portada porque “juega con lo tradicional, lo medieval y lo moderno. Cuando la vimos les dijimos: ‘ni la toquéis’”.

La popularidad de Autóctono llevó al grupo a giras por toda España. De tocar en pequeñas salas de Madrid y en pueblos de Ávila pasaron a recorrer todo el país e incluso a ser teloneros de Mägo de Oz, actuando ante más de 14.000 personas en el Palacio Vistalegre de Madrid. El estilo tan novedoso de Ars Amandi consiguió llegar así a muchísima más gente, incluso, celebra Aller, a personas ajenas al mundo del rock y del metal. “Nos gusta que haya mucho tipo de público en nuestros conciertos, de todos los estilos, creo que eso es bueno para nosotros, para la música y para la cultura”, remarca.

El particular sonido del grupo ha roto tópicos con respecto a los instrumentos tradicionales, que no solo encajan, sino que tienen un protagonismo tremendo en algo aparentemente tan lejano a ellos como el metal. Para Aller, el secreto está en escribir música atractiva para ese tipo de instrumentos: “las melodías que solemos hacer con la dulzaina no dejan de ser folk con tintes celtas, un estilo que es muy movido, alegre y saltón”. De hecho, el líder de la banda atribuye a esta combinación buena parte de su éxito. 

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Desde Autóctono, Ars Amandi ha lanzado cinco discos de estudio, un EP y un disco en directo grabado en Madrid. Su sonido ha ido evolucionando, con toques más modernos y mejorando la producción, pero lo que no ha cambiado es su compromiso con los instrumentos tradicionales y su unión con Castilla y León. “Es una comunidad que significa mucho para mí, la más importante, lo tengo muy claro, disfruto mucho de sus ciudades, de su ambiente, de su historia...”, reconoce Aller.

La formación musical no solo ha conectado con Castilla a través de los instrumentos tradicionales, sino también con sus canciones. En todos sus discos han intentado reservar uno de los temas para dedicarlo a alguna ciudad de la comunidad. “Las letras que escribo para esos temas son anécdotas, historias reales y cosas que ves por la calle que te inspiran", apunta, añadiendo que, además, al hacer una canción dedicada a una ciudad se pone a "a estudiar sobre ella y sobre su historia”.

Esta dinámica culminó en su último disco, En tierra de castillos, que el grupo dedicó íntegramente a Castilla y León. Cada canción trata alguna historia, leyenda o episodio histórico de todas las ciudades de la comunidad. En él, el grupo habla de la ruta de los castillos de Segovia, de las mujeres que defendieron Palencia del Duque de Lancaster o del héroe lusitano Viriato.

Si una persona se hubiera acercado hace veinte años a una de las tiendas de discos de cualquier ciudad española y se dirigiera a la sección de rock y metal se encontraría, probablemente, algunos de los álbumes más icónicos de la historia de la música española en el género. Si rebuscara un poco entre las carátulas, se toparía con Finisterra, el disco que lanzó definitivamente a la fama a Mägo de Oz y a su diablillo disfrazado de peregrino compostelano, o con uno de los álbumes más recordados de Extremoduro, Yo, minoría absoluta, con un Jesucristo en calzoncillos y con dos pistolas enfundadas. 

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