Viaje al Hollywood de Charles Manson: "Él era ridículo, lo fascinante era el mundo a su alrededor”

De sobra es conocida la afición de los Beatles por los juegos de palabras, los dobles sentidos y los mensajes crípticos en sus canciones y discos. Una afición que dejaba abierta la posibilidad a múltiples interpretaciones y que podía generar todo tipo de teorías conspiranoicas en las mentes más endebles y con mayor tendencia al derrape.

Eso fue, a grandes rasgos, lo que le pasó a Charles Manson con Helter skelter, canción publicada por el cuarteto de Liverpool a finales de 1968 y firmada por la dupla integrada por John Lennon y Paul McCartney. Porque un helter skelter es un tobogán en espiral que se puede encontrar en los parques británicos, que para los compositores era en este caso símbolo de la caída y la decadencia, y que para Manson se convirtió en augurio de una guerra racial entre blancos y negros que ya estaba ocurriendo y que era poco menos que el apocalipsis. 

No en vano, el músico aficionado y líder de la secta La Familia Manson consideraba a los cuatro Beatles como los cuatro jinetes del apocalipsis que, además, le hablaban a través de sus canciones. Una conexión mental que quedó truculentamente para la posteridad pintada con sangre en la nevera del matrimonio LaBianca, asesinato dirigido personalmente por él el día después de haber perpetrado otro tristemente famoso asesinato el 9 de agosto de 1969 al acabar con la vida, junto a otros amigos, de la actriz Sharon Tate, embarazada de ocho meses y medio del cineasta Roman Polanski, en su casa angelina de Cielo Drive.

"Como son muchos elementos, eso hace que se puedan crear muchas interpretaciones que no son ni pensadas por los autores, evidentemente. Eran juegos deliberados que no constituían un mensaje de 'matemos a todos', eso no tiene sentido. Los Beatles ponían mensajes crípticos en sus canciones pero no creaban un discurso entero que dijera 'os vamos a matar'", explica a infoLibre Julio Tovar, autor de un ensayo titulado Los Ángeles de Charles Manson (Ediciones Akal), en el que regresa hasta aquella década dorada de paz, amor, vida comunal y contracultura que fue truncada súbitamente por hechos luctuosos como los perpetrados por la Familia Manson.

Así las cosas, el periodista e historiador propone un viaje por Los Ángeles de los años sesenta de la mano de Charles Manson, protagonista de uno de los episodios más escabrosos de la historia del siglo XX, fallecido en 2017 a los 83 años y tras 46 años entre rejas. En este viaje, más allá de volver a incidir sobre los detalles retorcidos de sus actos homicidas, se revisita el contexto que llevó a este asesino a convertirse en un personaje mediático través de una mezcla de ocultismo, filosofía hippie y apocalipsis. Su extraño magnetismo le sirvió para convocar el fin del mundo y convencer a la Familia Manson de hacer lo que él dictaba.

Porque hay que recordar que él no mató a nadie en realidad, sino que "mandó hacer correctivos que se fueron de madre por estar en las manos en las que estaban", en palabras de Tovar, Un asesino nato, a pesar de no tener directamente las manos manchadas de sangre, "controlando a un grupo de tarados" en la California de la contracultura, en Los Ángeles de las comunas, la naturaleza, el sexo, el LSD, la psicodelia, el folk y los hippies. Años, además, de una tensión racial brutal y de una ruptura cultural total con la generación anterior, que era incapaz de entender lo que acontecía a su alrededor en medio de las protestas por la guerra del Vietnam.

Un cóctel molotov que, de alguna manera, acabó incendiando todo con los asesinatos oficiados por la Familia Manson. "La ola se ahoga en el mar pero no es solo los asesinatos de Charles Manson. Podía Manson haberse ido del medio oeste con su familia y no hubiera pasado nada, porque en el fondo es una reyerta de drogas con unos negros en una sensación de violencia racial, que es un elemento consustancial en los crímenes de Manson, pues el teme que el tipo que les vende droga vaya a lanzar a todos los negros contra ellos. Tiene miedo y desata una especie de ola de crímenes que yo creo que al principio no quería, pero el problema es que dirigía una caterva de psicópatas bastante interesante, por lo que por ejemplo en el segundo crimen les intenta controlar", plantea el autor.

Y aún continúa: "Manson es un elemento por el cual parte del hippismo se va. Es algo así como 'esto es muy bonito pero no somos ángeles', y la gente acaba asesinando a otros. Eso en parte es cierto, pero también había un rearme conservador con la victoria de Ronald Reagan en California en 1966. El mundo está cambiando en ese momento, hay una reacción. Hay dos victorias de Richard Nixon en el 68 y el 72 que son devastadoras para la contracultura, pues es cuando aparece una cosa importantísima, la mayoría silenciosa, que es aquella que acepta la contracultura pero no acepta que la contracultura le gobierne. Este es un elemento fundamental y tienen como ocho años republicanos. Hablan del Estados Unidos hippie, que sin duda existía en las costas, pero lo que es el interior es muy conservador. Así las cosas Manson es, podría decirse, un inicio del fin, pero probablemente el fin real del mundo hippy pueda ser la victoria de Nixon en 1972. Ese es el fin, porque daban por hecho que Nixon iba a caer y con él la guerra".

Otro elemento importante a tener en cuenta al hablar de Los Ángeles durante los años sesenta y de los crímenes de la Familia es la droga, ya que gran parte del universo de Manson estaba "muy relacionado con la droga y su criminalización". "Todos sus subalternos abusaban de ella, aunque hubo mucha gente que probó drogas y no mató a nadie, claro", apunta, recordando que eran unos años en los que comprar un taco para comer podía costar un dólar y comprar LSD cincuenta centavos: "Una de las cosas que no me gustan de los libros de Manson que he leído es que son muy truculentos y no entran dentro del tema que me parece más interesante, lo que hace excepcional a ese crimen, que es la cultura de la droga de Los Ángeles".

Tovar destaca, en esta línea, que la gasolina también era especialmente barata por aquel entonces, lo cual propiciaba la posibilidad de tener "una vida trashumante y colgada en Los Ángeles". "Esa idea es importantísima –prosigue– porque Manson y sus cuates no tenían mucho dinero, eran unos tirados, pero en esas circunstancias en Los Ángeles, con lo barato que era todo y lo barata que era la gasolina, podían hacer trayectos. Cuando no les salía la historia de un negocio iban a otro porque existía una especie de vida cambiante que en general es todo lo que copian de En el camino de Jack Kerouac".

Ese es el contexto en el que Reagan se convierte en gobernador de California, todos los radicales son expulsados de la Universidad de Berkeley y hay una "falta de liderazgo con la que se va diluyendo todo lo que es la contracultura como elemento político en Los Ángeles y empiezan las victorias republicanas de los setenta". Pero antes de que eso ocurra, durante los sesenta Manson puede crear una especie de culto en torno a su persona porque en la zona hay, en palabras de Tovar, "como un magma que es algo así como un panal de miel donde van miles de abejas creyentes". "En Los Ángeles el ambiente es de únete a la comuna y a nuestra religión, cosa que por ejemplo en Nueva York no es posible con sus intelectuales ateos", argumenta, añadiendo que "todas las sectas, siendo la de la Cienciología la más conocida, tienen como una especie de ágora en Los Ángeles".

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El autor se refiere insistentemente a los sesenta como la "década prodigiosa" por ser, tal y como explica, la "primera que enfrenta a la vieja sociedad, lo que puede ser la sociedad de la posguerra, con la contracultura que aparece en Los Ángeles". Establece, por tanto, esa dualidad entre lo que puede ser la América de Norman Rockwell, de la gente con el pelo "totalmente cortado y una cervecita con amigos en el dinner, que no van a desmadrarse mucho y siguen el tren que les lleva al college o al trabajo dependiendo de sus calificaciones". 

Algo bien diferente a la contracultura, cuando "entre el 66 y el 68 aparece de manera masiva el drop out, que es la persona que sale del sistema y abraza la bohemia". "Esa década es prodigiosa porque es la década donde existe la ruptura cultural del siglo XX en Estados Unidos clarísimamente, Anteriormente, los movimientos bohemios eran cuatro gatos. Cruzar Estados Unidos de una costa a la otra era bohemia pura pero eran cuatro y nadie les iba a acompañar porque vestían muy mal. No había una mística del vestido hippy que sí existe en los sesenta. Hay una brecha muy marcada", explica.

Un momento muy concreto en el tiempo y también en el espacio, en la zona rural al noroeste de Los Ángeles, donde se impone la idea comunal de compartir las cosas y que Charles Manson aprovecha para hacerse fuerte contra todo pronóstico. "Es un personaje ridículo, lo que fascina es todo el mundo a su alrededor", termina Tovar.

De sobra es conocida la afición de los Beatles por los juegos de palabras, los dobles sentidos y los mensajes crípticos en sus canciones y discos. Una afición que dejaba abierta la posibilidad a múltiples interpretaciones y que podía generar todo tipo de teorías conspiranoicas en las mentes más endebles y con mayor tendencia al derrape.

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