"Cogéi una cuerda y afogáila". Esa es la sentencia que recibe a Melina nada más nacer en la Asturias de la revolución obrera de 1934. República española. Mieres del Camín, en la cuenca minera del río Caudal, concretamente. Repudiada por un padre que esperaba un varón para reemplazar una pérdida irremplazable, en un mundo tan ruidoso como el infierno de la guerra, donde tan importante son a su vez también los silencios.
"Melina es una mujer que vive una infancia complicada en la que está buscando el afecto de su padre en una España frustrada por una revolución fracasada y por una guerra que pierde", resume a infoLibre Juan Ramón Lucas, autor de esta su tercera novela, Melina (editorial Contraluz). La historia más personal que jamás haya escrito, ya que Melina está parcialmente inspirada en la vida de su madre, una mujer adelantada a su tiempo (y también llamada, claro, Melina) que se rodeó de mujeres fuertes y valientes que la ayudaron sin saberlo a forjar su intrincado camino.
"Ella vive en esa España en contradicción en la que vive mucha gente de posiciones progresistas de aquella época, que piensa que está muy bien que las mujeres tengan igualdad pero, sin embargo, 'las mías en casa haciendo lo que tienen que hacer'", plantea como punto de partida del desarrollo de una protagonista que al crecer se va "dando cuenta de que esa forma de entender la realidad no es la adecuada". "Al mismo tiempo, conoce a mujeres que sin proponérselo le abren puertas porque viven solas, son independientes, se organizan", apunta.
Mujeres "inteligentes y lúcidas", pero que no tuvieron oportunidades de "estudiar ni desarrollarse", plantea Lucas, quien ha tirado "mucho de autobiografía familiar" para construir ese universo que, aunque ahora novelado, existió hace menos de un siglo en un país totalmente diferente en el que las mujeres "sufren la represión no solamente del Régimen sino también la represión en casa de una manera mucho más sutil". El trasfondo es, por tanto, el de esas mujeres que "vivieron la frustración, la represión interna y la represión política, y que consiguieron abrirse camino entre otras cosas gracias al ejemplo y al impulso de otras que sin saberlo estaban contribuyendo a ello".
"El origen está en la infancia que vive mi madre y luego los personajes son los que yo he conocido en mi propia familia. Mujeres inteligentes que no creen serlo", plantea el periodista y escritor, quien apunta que Melina es también un "homenaje a las mujeres que entendieron que la educación era el camino". No en vano, la escuela es esencial para el desarrollo personal de la protagonista, si bien su presencia es un tanto "metafórica" en el sentido de que "siempre hay alguien que alimenta tus ansias de crecer y mejorar". "Tanto la represión como la educación recorren la novela", puntualiza.
Así las cosas, a través de este personaje principal, al que sigue desde su nacimiento en Mieres hasta su regreso a su tierra natal, Juan Ramón Lucas traza un recorrido por la historia española del siglo XX, de la revolución asturiana al exilio en Buenos Aires, a través de diversas mujeres anónimas. Melina narra, así, no solo la historia de su madre —a partir de unos apuntes escritos por ella, mecanografiados por su padre—, sino la de muchas mujeres valientes, luchadoras e inconformistas: su maestra, Lucrecia, empeñada en enseñarle a ser libre; su tía Lita, que la crio junto a su madre durante las ausencias de su padre; Adelina, la guisandera, que le inculca su pasión por la cocina; la actriz Ana del Río y tantas otras.
Melina es, por tanto, muchas cosas al mismo tiempo, si bien el autor intenta resumirlo como "la historia de una aventura personal femenina y feminista, que surge de una España frustrada y termina en una España esperanzada". Una manera de honrar, asimismo, a todas las mujeres de "aquella generación que abrieron puertas pero que ya son mayores cuando llega algo parecido a la igualdad". "Es un homenaje a las mujeres que vivieron esa doble represión. La represión del franquismo, la que sufrieron sobre todo los que perdieron, y al mismo tiempo la represión en casa que les impedía levantar la cabeza", remarca, señalando que "el feminismo de la República está muy presente" en el relato.
Este último, un aspecto que detalla así: "Eso lo dicen tanto Victoria Kent como Clara Campoamor, que tuvieron que luchar contra los prejuicios de sus propios compañeros progresistas. Eso se retrata también porque es lo que yo conozco de la historia de mi madre. Mi abuelo fue socialista hasta que murió y mi tío un comunista que luchó en la guerra y estuvo mucho tiempo en la mina. Gente de izquierdas que sin embargo la cuestión de la mujer, en lo que tiene de proximidad en la familia, se la planteaban de una manera que no era acorde con esas ideas de igualdad que propugnaban".
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Marcada por una infancia difícil y una relación distante con su padre (metido en todo tipo de intrigas políticas subversivas), Melina hará lo imposible por buscar el cariño y la aprobación de un hombre que luchas por los derechos y las libertades del pueblo, pero olvidándose de la libertad y los derechos de sus seres más cercanos: su mujer y su hija. Un personaje que muestra lo transversal que ha sido el machismo en la sociedad española y cómo estuvo presente hasta en los movimientos revolucionarios.
Porque, en esta historia, Juan Ramón Lucas novela las vidas de mujeres en tiempos difíciles, casi diríase que imposibles, con una doble o incluso triple represión, pero que "estaban empoderadas sin saberlo". "Mujeres que no saben que esos pequeños pasos que ellas dan pueden servir de ejemplo para otras mujeres que sí salen más allá de esa zona, como fue la propia Melina. Mujeres que no saben lo que es el feminismo pero lo ejercen, y que cuando toman conciencia, aquello que han visto hacer a otras les ha servido para crecer en ese feminismo, para ir adelante con ello", argumenta, indicando que de esta forma la novela es "feminista en el sentido de un feminismo cotidiano, a veces sin valorar o sin calibrar, de mujeres que no sabían lo que estaban haciendo pero fue importantísimo que lo hicieran".
Desde su mirada actual, el autor plantea que cuando ve a gente que "surge ahora y parece que ha inventado el feminismo" él piensa en todas estas mujeres retratadas en esta novela, al tiempo que advierte de que "a veces se nos olvida que todo esto pasó y que hubo mujeres que abrieron camino". "El feminismo y las mujeres que se lo trabajaron, sobre todo en la España más rural y más difícil, solo puede ser heredero de aquello. El feminismo hoy en España no puede ser sin aquellas mujeres", afirma, al tiempo que lamenta que todo lo vivido y luchado en el pasado se "se olvida en nombre de un feminismo nuevo", también "diferente y necesario", pero que no puede obviar al de antaño: "Si Melina contribuye a que no se olvide que hubo mujeres que pusieron antes la semilla, sería fantástico".
"Cogéi una cuerda y afogáila". Esa es la sentencia que recibe a Melina nada más nacer en la Asturias de la revolución obrera de 1934. República española. Mieres del Camín, en la cuenca minera del río Caudal, concretamente. Repudiada por un padre que esperaba un varón para reemplazar una pérdida irremplazable, en un mundo tan ruidoso como el infierno de la guerra, donde tan importante son a su vez también los silencios.