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Al enterarse de la muerte del dictador Franco, Ramón Ramago, español antifranquista exiliado por muchos años en México, corrió a su casa a celebrar el tan anhelado acontecimiento, llamó a la familia al comedor, abrazó a la mujer (Rosalía), a los hijos (Benitín y Encarnita), y descorchó la botella de sidra, empezó a abrir con la llave la lata de sardinas guardada también largo tiempo para aquella ocasión, y ya veía el aceite rezumar por los bordes, qué perfume salía, aroma de sardinas gallegas nada menos, las mejores del mundo, y la mujer y los críos cantaban, saltaban, palmoteaban, qué emoción ver la tapa de hojalata enroscándose en torno a la llave, y cuando la lata estaba a medio abrir la mujer y los críos gritaron, Ramón no podía creer a sus ojos, lo que había allí dentro no eran sardinas, sino una miniatura de hombre en uniforme militar de gala, con los tradicionales colores de la bandera española cruzándole el pecho ornamentado de medallas, con un espadín colgado de la faja, y aquel rostro intolerablemente sabido que no podía ser sino el del mismísimo Caudillo Por La Gracia de Dios, la carita de un Franquito sonriente, guiñándole un ojito, y Ramón, pasando del espanto a la furia, tomó un tenedor para clavarlo en el monstruito, que antes de ser tocado saltó de la lata, rebotó dos o tres veces en la mesa, cayó de pies en el suelo y echó a correr, y la familia lo perseguía por toda la casa, pero se metía debajo de las camas, saltaba como en un vuelo y se colgaba de las bombillas de luz y con voz de viejo que imita voz de niño cantaba:
Lero lero
aquí te espero
comiendo huevo
con la cuchara
del cocinero...
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Un caso difícil
El caso más difícil en mis veinticinco años de psicoanalista. Me dijo que en aquel sueño se veía entrar por una gran puerta de batientes que se entreabrían y le dije que eso significaba que estaba obsesionado por el sexo femenino, representado por la gran puerta. Me dijo que luego en el sueño se veía caminando por una vereda hacia un claro de un bosque en el que se levantaba un enorme pino absolutamente recto y le dije que el pino significaba el pene e indicaba el temor de ser castrado. Me dijo que en el sueño se veía manejando una gran máquina que daba grandes sacudidas, extenuándolo, y le dije que eso significaba un recuerdo de cuando en su niñez se entregaba al placer solitario, pues las mecánicas sacudidas significaban la masturbación. Finalmente me dijo que en el sueño veía una hermosa mujer que se levantaba las faldas y él sacaba el pene, y me desconcertó y después de meditar mucho el asunto, tuve que decir humildemente que, la verdad, vaya uno a saber qué podría significar eso.
*José de la Colina (Santander, 1934) es escritor y periodista. Vive en México desde 1940.José de la Colina
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