Cuando alguien me pregunta qué relación tengo con la literatura, siempre contesto lo mismo: yo soy lectora. Los versos, las páginas de los ensayos o de las novelas que leo, las obras de teatro a las que asisto como espectadora me hablan directamente. Soy lectora de historias que otros han inventado para mí. No escribo, por lo que en cada una de mis reseñas me siento un poco impostora. En todas menos en esta. Porque mis palabras son para Almudena Grandes, la escritora que llenó mi vida de literatura.
Mi padre y yo la llamamos "la Almudena" y así la he imaginado siempre: como una catedral. Y como la vida se explica con palabras ahora entiendo que efectivamente Almudena Grandes es y será una hermosa catedral románica donde sus lectores, siempre fieles, nos reencontramos con nuestro pasado y con nuestro presente. Y que será edificio monumental para las futuras generaciones que disfrutarán en sus novelas del olor de Galán, de la entrañable Manolita, del zumo no recién exprimido de Malena y de los pacientes del doctor García. La Historia nos deja tantas veces el corazón helado. Las historias de Almudena nos permiten el corazón hirviendo, abrasado de voces, de pasiones, de coherencias, de verdad.
Tengo la inmensa suerte de poder decir hoy aquí: "Mi querida Almudena, cómo te vamos a extrañar. Cómo te quisimos. Yo también compré una sombrera y la llené de rosquillas para mi club de lectura. Cómo llenabas las salas en las presentaciones de tus novelas con tu voz y tu presencia. Qué agradecida siempre con tus lectores. Yo viajé a Toulouse y cociné tus recetas. Me cautivó Viernes. Y además, tú lo sabes, todos los viernes serán para siempre viernes de amor”.
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Y mi voz para otras voces. Mi compañera Guadalupe susurra que "tu obra representa la memoria de los olvidados, pero sobre todo de las olvidadas". Mi amiga Ana Isabel escribe: "Almudena, empoderamiento femenino". Olga, con quien comparto tantas lecturas: "Almudena es compromiso, coherencia, excelencia humana y literaria. Amor". Alfonso nos sonroja y comenta: "Yo la conocí en Las edades de Lulú y me puso todo loco". Carmen, profesora de Historia, hace constar la sencillez de sus obras y aplaude el compromiso de que llegaran a todo tipo de lectores con un contenido social, humano y de empatía que será muy difícil de igualar. Montse, para quien fuiste una escritora de referencia vital, lee tus páginas en voz alta como homenaje. Padura, dueño de todas las palabras, sólo acierta a soltar un taco ante tu inesperada muerte. Guillermo Arriaga, desde México, se acuerda con nosotros de Luis García Montero porque nos unen lazos de buena amistad y de buena compañía tiznados ahora por el dolor y el frío de tu ausencia.
Uno de los abrazos que más recuerdo fue el que nos dimos en Festival CiBRA de Toledo cuando recogiste tu Premio Alice Guy al talento femenino. Este premio que potencia y da visibilidad al talento femenino en representación de tantas mujeres borradas y olvidadas que siempre quisiste alumbrar. Lucha, arrojo y valentía por nombrar lo que aún molesta. Lucha, arrojo y valentía por lo que queda por hacer. Recogemos el guante, querida Almudena. Será un honor que seas, para siempre, nuestra abanderada en derechos imprescindibles. Gracias por caminar delante.
Querida Almudena: tus novelas se quedan con nosotros como "el viento de los días que murmura entre las hojas de los pinos".
Cuando alguien me pregunta qué relación tengo con la literatura, siempre contesto lo mismo: yo soy lectora. Los versos, las páginas de los ensayos o de las novelas que leo, las obras de teatro a las que asisto como espectadora me hablan directamente. Soy lectora de historias que otros han inventado para mí. No escribo, por lo que en cada una de mis reseñas me siento un poco impostora. En todas menos en esta. Porque mis palabras son para Almudena Grandes, la escritora que llenó mi vida de literatura.