Madrid, capital del arte... flamenco

Si un conjunto de obras de arte permanece en un espacio, digamos, de aquí a 2017, la situación se podría plantear bien como una exposición temporal muy larga o como un museo permanente más bien tirando a corto. Los impulsores del nuevo Museo Carlos de Amberes de Maestros Flamencos y Holandeses, en Madrid, han decidido decantarse por esta última definición, la que quiere mirar a la parte medio llena del vaso. Insisten, porque la “vocación” es la de perdurar.

Gracias a los préstamos de un año prorrogable procedentes del Museo del Prado, Patrimonio Nacional, la Biblioteca Nacional, la Fundación Custodia de París y, sobre todo, el Museo de Amberes, que ha cerrado sus puertas por obras hasta dentro de unos tres años, la sede de la Fundación Carlos de Amberes se ha engalanado con obras de maestros flamencos de primer orden como Rubens, Rembrandt, Van Dyck, Jordaens o Teniers. Junto con otros creadores más desconocidos, como la pintora Michaelina Wautier, de quien se presentan dos pequeñas obras, han dado forma a este nuevo proyecto entre lo efímero y lo duradero.

El conjunto de piezas, todas de los siglos XVI y XVII entre pinturas, grabados y un tapiz (el único préstamo de Patrimonio Nacional, que tiene pendiente abrir las puertas de su Museo de las Colecciones Reales para finales de 2015) viene a poner en valor el peso específico de España como el mayor poseedor de arte… de los Países Bajos. “La pintura flamenca es la que más relación ha tenido con España”, apuntó en una presentación a los medios Fernando Checa, actual director de este museo y antiguo del Prado, en referencia al periodo histórico en que aquella región fue parte de la corona española con la Casa de Austria, ahora sustituida por los Borbones, cuyo real representante, Felipe VI, inaugura el museo este miércoles. “Madrid es la capital de la pintura flamenca en Europa gracias a las colecciones del Prado, los holandeses del Thyssen y los tapices de Patrimonio Nacional”.

En torno a El martirio de San Andrés, que pertenece a la Fundación desde que Rubens lo pintara en algún punto entre 1636 y 1639 (dado que la Carlos de Amberes fue creada hace 420 años como hospital de acogida, sito en el 99 de la calle Claudio Coello), la propuesta se vertebra en tres estancias. Para empezar, la que acoge paisajes y retratos, “a veces mezclados”. La segunda, la antigua capilla y sala noble de las tres que existen, se dedica al arte sacro y acoge, además de la gran obra de Rubens, el tapiz de Patrimonio Nacional, que representa los funerales del rey Turno. Para el final se han reservado las piezas de menor formato y los grabados, en los que se despliega la variedad temática del arte flamenco, que va desde las pinturas de paisajes a las de tabernas, los bodegones o las escenas de mercado.

La serenidad placentera del retrato de Policena Spinola, marquesa de Leganés que realizó Anton Van Dyck, discípulo y amigo de Rubens, se superpone así la tensión estremecedora del San Andrés martirizado en la cruz aspada que creara su maestro. Destacan también del enorme Peter Paul lienzos como La Educación de la Virgen, exquisitamente delicado, o el más doloroso y lúgubre Llanto por el Cristo muerto con San Juan y las santas mujeres. Aunque no son más de cuatro decenas de obras, la visita deja otros cuantos recuerdos visuales, como los bodegones aromáticos y curtidos de Frans Snyders y Jan Fyt, o una selección de once grabados de Rembrandt, todos desnudos y un autorretrato, cada cual más minucioso y preciosista.

“Mientras que una exposición explica un argumento o una idea en torno a un artista o una escuela, un museo tiene exigencias diferentes”, abundó Checa con respecto a la mencionada disyuntiva. “El museo no tiene por qué hacer eso, aunque sí que se expone en torno a un criterio, que aquí es resaltar la pintura flamenca, porque es la que más relaciones históricas ha tenido con España”. La entrada, a un precio de siete euros, incluye un folleto en el que se proporciona información sobre las obras y los autores, totalmente ausente en el recorrido, ya que los cuadros no tienen cartelas. La razón de esta ausencia “premeditada”, dijo el director, es que “lo que se pretende es una visita tranquila, dado que este es un pequeño museo”.

Preguntado repetidamente por la fecha exacta hasta la que permanecerán en Madrid estas piezas, Checa no supo sino insistir en la idea de “vocación de eternidad”, a la que no puso hoja en el calendario, aunque sí confirmó que se encuentran negociando con otros museos en Bélgica para dinamizar la actual colección. “Lo único que tiene carácter temporal por cuestiones de conservación son los aguafuertes de Rembrandt, que proceden de la Biblioteca Nacional”, agregó. “Y el Rijksmuseum y la Casa de Rembrandt (en Ámsterdam), también han garantizado su apoyo para proyectos de futuras exposiciones”.

Acompañando a Checa en la presentación comparecieron Miguel Ángel Aguilar, presidente de la Fundación Carlos de Amberes, Alejandro Vergara, jefe de conservación de pintura flamenca del Prado y José Luis Díez, director de colecciones reales de Patrimonio Nacional. Este último rehusó hacer declaraciones con respecto a la solicitud de su institución al Prado de devolverles algunas de sus piezas maestras, de artistas como El Bosco o Van der Weyden que, según un decreto de época franquista, se guardan en la pinacoteca a modo de "depósito temporal".

"Estamos aquí para hablar de otra cosa", zanjó Díez, que sí que quiso resaltar, lo mismo que el resto de ponentes, la fluida colaboración que han llevado a cabo. "Este magnífico proyecto es una muestra perfecta de lo que puede ser una relación institucional, de cómo distintas instituciones españolas y extranjeras confluyen con absoluta naturalidad y respeto", sostuvo Aguilar, a lo que Checa quiso añadir una última y oportuna consideración: "En tiempos de dificultad, la Fundación se ha movido". 

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*Créditos de las imágenes verticales:

La educación de la Virgen, de Peter Paul Rubens.

Adán y Eva, de Rembrandt van Rijn.

Si un conjunto de obras de arte permanece en un espacio, digamos, de aquí a 2017, la situación se podría plantear bien como una exposición temporal muy larga o como un museo permanente más bien tirando a corto. Los impulsores del nuevo Museo Carlos de Amberes de Maestros Flamencos y Holandeses, en Madrid, han decidido decantarse por esta última definición, la que quiere mirar a la parte medio llena del vaso. Insisten, porque la “vocación” es la de perdurar.

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