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La miseria sigue existiendo, también fuera de España

En Colombia, un país considerado por la ONU como de “alto desarrollo humano”, suceden hechos que podrían hacer pensar lo contrario. Hasta uno de cada ocho habitantes de esta nación democrática sufren el trance de ser desplazados al menos una vez en su vida. Muchas son arrastradas en ocasiones incluso a cientos de kilómetros de distancia de sus hogares, víctimas de una mal concebida normativa interna del ejército, que pone precio a los objetos personales de los guerrilleros o narcotraficantes muertos. El dinero, claro, llama a la trampa, y son muchos los que, sin tener nada que ver, terminan siendo secuestrados y asesinados para vender sus enseres.

Volcados en intentar descifrar y desenmarañar el efecto de la crisis sobre todos –o casi todos- los que vivimos en España, resulta fácil olvidarse de los que están fuera. Oxfam Intermón aporta el dato: en este tiempo de destrucción del entramado público, se han recortado un 70% de las ayudas a la cooperación internacional. Para recordar que en Colombia siguen necesitando apoyo, el artista Manuel BarberoManuel Barbero ha creado un Menú humano, una lista de entrantes, platos principales y postres cuyo principal ingrediente son personas. Hombres y mujeres despiezados y despojados de sus nombres y sus identidades. Gente transmutada en cosas.

Portada del cómic 'La madeja', de Sonia Pulido. 

La truculenta carta, afortunadamente, no se encuentra en ningún restaurante, sino que forma parte del conjunto de obras realizadas por la decena artistas españoles que participan en la campaña Más y mejor ayuda, levantado para intentar recuperar el respaldo institucional y ciudadano hacia la que ha sido la política pública “más recortada sin que hubiera una acción ciudadana en su defensa”. Como ya han hecho en otras campañas, en Oxfam han querido recurrir al arte como medio para tocar y remover las conciencias, convocando, además de a Barbero, a los creadores Paula Anta, Ruth Quirce, J. E. Marchesi, Chus García Fraile, Avelino Sala y los colectivos PSJM y Boa Mistura Ruth QuirceChus García Fraile Avelino SalaPSJM Boa Mistura.

La ONG ha invitado a los artistas a visitar durante 10-15 días diferentes países donde tienen proyectos de cooperación –algunos ya han viajado a Marruecos, Nicaragua y Colombia, y otros harán lo propio en los próximos días con destino a Burundi, República Dominicana o Mauritania- para proporcionarles la oportunidad de atestiguar las crudas realidades que allí se viven. Los que ya han ido, han plasmado sus experiencias en diferentes piezas que se pueden ver entre las ferias ArtMadrid y JustMad, ambas abiertas entre el 19 y el 23 de febrero. La exposición -que también incluye obras que los artistas que aún no han viajado han realizado a partir de su imaginación- se trasladará en mayo al madrileño Barrio de las Letras, donde se presentará tanto en locales privados como en espacios públicos.

'.M.O.M.E.N.T.U.M', de Boa Mistura.

Auspiciado por la galerista Blanca Soto, el proyecto quiere ser ecléctico en sus puntos de mira. Por eso, además de incluir piezas inspiradas en diferentes países y problemáticas, también las presenta en formatos variados, desde pinturas a fotografías, vídeos o cómics. Frente a su pieza Desigualdad, una escultura dorada con la forma del símbolo matemático que representa ese concepto, el artista Pablo San José, la mitad del colectivo PSJM junto a Cynthia Viera, relata su experiencia en Nicaragua. "Después de visitar a las maquiladoras, las mujeres que trabajan en las fábricas de Managua en condiciones similares al sudeste asiático, fuimos a la sede del movimiento María Elena Cuadra, donde pudimos escuchar de primera mano testimonios que nos pusieron los pelos de punta. Allí pudimos constatar la desigualdad que existe entre las personas, y darnos cuenta de que la ética es una cuestión entre personas”.

Embargada por la sensación de presenciar las consecuencias de un conflicto que difícilmente podrá llegar a deshacerse, la dibujante Sonia Pulido, que viajó a Colombia, pergeñó  el cómic La madeja, de diáfano título. "La experiencia de ir sobre el terreno y hablar con las víctimas fue a la vez un regalo y algo muy duro. Es la anulación del ser humano por el ser humano", explica la artista, que comparte con el resto de compañeros de viaje un sentimiento de despertar ante una realidad desconocida. "Frente a los asesinatos, los desplazamientos, las amenazas y el miedo hay gente implicada en cambiar las cosas. Gente que sin ser víctima participa y víctimas que levantan la cabeza para ayudar", concluye Barbero. "Hay mucho dolor, pero barnizado de esperanza". 

En Colombia, un país considerado por la ONU como de “alto desarrollo humano”, suceden hechos que podrían hacer pensar lo contrario. Hasta uno de cada ocho habitantes de esta nación democrática sufren el trance de ser desplazados al menos una vez en su vida. Muchas son arrastradas en ocasiones incluso a cientos de kilómetros de distancia de sus hogares, víctimas de una mal concebida normativa interna del ejército, que pone precio a los objetos personales de los guerrilleros o narcotraficantes muertos. El dinero, claro, llama a la trampa, y son muchos los que, sin tener nada que ver, terminan siendo secuestrados y asesinados para vender sus enseres.

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