Ocaña, el sol que brilló en Las Ramblas y ardió en Cantillana hace 40 años: "Su trágico final es una epopeya"

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"¡Ay! se fue, se fue vestida de día. ¡Ay! se fue, se fue vestida de sol. ¡Ay! se fue, las malas lenguas decían: ¿Qué fuego la prendería? ¡El fuego del corazón!". Así le cantaba Carlos Cano a José Pérez Ocaña allá por 1984, un año después de su trágica muerte el 18 de septiembre de 1983, a los 36 años, días después de que ardiera el disfraz de sol que vestía y que había confeccionado con telas, papel y bengalas para celebrar unas fiestas infantiles en Cantillana -la causa oficial fue una hepatitis mal curada derivada de la debilidad provocada por las quemaduras-. El pueblo sevillano donde nació en 1947 y del que se marchó para desarrollar su obra como pintor y su vida como homosexual reconocido públicamente en la Barcelona de los setenta, la ciudad donde más brilló paseando por Las Ramblas como figura icónica de la Transición.

Artista, performer, pintor y activista por los derechos LGTBi en un contexto de lo más asfixiante para el colectivo. Y así le seguía cantando Carlos Cano en su Romance a Ocaña: "Era alegría de las Ramblas, corazón, armaba el taco. Era la revolución. Virgen de peineta y de mantilla, pluma de abanico, torbellino, ¡ay! virgen como Carmen de Lirio (...) Feria en Cantillana, cometa de fuego que la primavera subió para el cielo. Un ángel malo le estará cantando a Dios 'Ojos verdes', 'María de la 0'. Fue libre en la duda, libre en el "te quiero" ¡libre! ¡libre! Libre como el viento".

Desde la opresiva vida en su pueblo, donde le rechazaban por homosexual e incluso llegaron a tirarle piedras, hasta una Barcelona que contemplaría con estupor y admiración sus paseos vestido de mujer por la concurrida y bulliciosa arteria principal y canalla de la ciudad. Pura contracultura para escándalo de los guardianes de la moral y lo políticamente correcto en el paso de la dictadura a la democracia. En el tránsito de la resistencia antifranquista al horizonte luminoso y lleno de posibilidades, Ocaña se puso el mundo por mantilla (que no por montera) y encarnó como nadie la anhelada libertad de aquellos tiempos nuevos, tiempos salvajes.

Aunque obtuvo reconocimiento por sus obras como pintor, fue su forma de vivir la que convirtió en celebridad a La Ocaña. Hizo de su vida toda una obra de arte. Él mismo era su mejor obra, su legado de mayor calado. Un personaje que se expresaba siendo libre cada día y que se convirtió en un atractivo más de las Ramblas, donde se travestía a plena luz del día con una mezcla de mujer andaluza y religiosidad de lo más impactante, aunando los dos mundos aparentemente tan dispares de Cantillana y Barcelona. Devoto absoluto de la Virgen de la Asunción de su pueblo, llegó a instalarle un altar en su pequeña buhardilla de la Plaza Real, una puerta para pasar de un mundo a otro a conveniencia.

"Uno de los motivos por los que le admiro tanto es por cómo ha sabido resignificar todo el ideario religioso", explica a infoLibre Carlos Barea, coordinador de un nuevo ensayo coral sobre el artista sevillano que está en las librerías desde este mismo 18 de septiembre, devolviéndole a las estanterías justo a los cuarenta años de su muerte, bajo el título Ocaña. El eterno brillo del sol de Cantillana (editorial Dos Bigotes). "Él era consciente, porque se preguntaba cómo podía pintar santos y vírgenes con lo opresora que es la Iglesia Católica como institución, llegando a la conclusión de que el imaginario religioso no pertenece a la iglesia, sino que pertenece al pueblo. Es un fetiche popular y él lo que hacía un poco era reivindicar el derecho que también se tenía sobre todo este imaginario, resignificarlo y leerlo como un fetiche del pueblo. La historia del mundo no se entiende sin el arte religioso, y aunque la institución haya echado a la comunidad LGTBI, necesitamos resignificarlo como hemos resignificado tantas otras cosas", reflexiona.

Esta dualidad presente en Ocaña, reconocido anarquista, activista queer y artista transgresor ha vuelto a estar de actualidad recientemente de la manera más inesperada, a partir de un mensaje en X -antes Twitter- del portavoz de Podemos y coordinador del partido morado en Castilla y León, Pablo Fernández, quien compartió un video de la fervorosa procesión de la Virgen de la Asunción de Cantillana con un mensaje tan escueto como controvertido, que tardó un chasquido de dedos en desatar la polémica: "España, 2023".

Con su publicación, Fernández quería hacer ver que este tipo de actos religiosos con todo tipo de vítores y rebosantes de devoción son un anacronismo en pleno siglo XXI. Algo que en lo que muchos han visto un ataque a las tradiciones andaluzas que tanto inspiraron a Ocaña. Así las cosas, en medio del maremagnum de mensajes a favor y en contra -"me voy a ir yo a tu pueblo a cachondearme de ti, clasista", le espetó el diputado de Adelante Andalucía José Ignacio García-, el historiador del arte José de León respondió con más profundidad y pedagogía recuperando la figura de Ocaña, quien sacaba de procesión a sus propias vírgenes, tal y como está documentado en la colección del Museo Reina Sofía de Madrid.

"Los años han hecho de Ocaña un pilar de la Transición, emblema de libertad y ejemplo de progreso artístico, pues sus 'teatrillos', donde representaba lo que veía en su pueblo y a ti te ofende, son considerados por la crítica especializada las primeras muestras de la performance en España", ha explicado José de León a Pablo Fernández en un hilo de varios mensajes que terminan citando otra canción, en este caso de Lluis Llach, titulada Un cor a Barcelona (Un corazón en Barcelona): “La virgen de Ocaña que sabe todo, desde la palmera en su altar, reclama al cielo, a plena voz. ¿Dónde están los ladrones de pobres? ¿Dónde están los que roban a la miseria? ¿Dónde están los que hurtan a quienes nada poseen? ¿Quién los persigue? ¿Dónde se esconden?”

Por su parte, Barea recuerda que "hay muchas personas LGTBi que son devotas de las vírgenes como lo era Ocaña". "Hay gente que es devota de la Virgen de Cantillana y otra es devota de Madonna", plantea, señalando que, al final, "con nuestros fetiches hacemos lo que queremos" y cada cual escoge sus propios fetiches en total libertad. Esa es una de las múltiples enseñanzas absolutamente contemporáneas de un artista en absoluto preso de sus contradicciones, sino más bien al contrario, pues precisamente en ellas encontró la manera de ser más libre que cualquiera. 

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"Coordinando este libro me he dado cuenta de cómo al final las situaciones sociales pueden ser circulares. De hecho, sería muy probable que si hiciera en la actualidad todo lo que hizo en los setenta y los ochenta fuera denunciado y detenido en algunos ayuntamientos", señala Barea, quien recuerda que ya fue detenido en 1978 por acudir vestido de mujer junto a su amigo Nazario Luque ataviado de flamenca, manifestando así ambos abiertamente su homosexualidad. Esto desató una campaña de manifestaciones organizadas por el Front d'Alliberament Gai de Cataluña que culminaron con su puesta en libertad. Poco después, en diciembre de 1978, se despenalizaba la homosexualidad en España.

Recordando estos acontecimientos, recalca Barea que "nos creemos que estamos en una época absolutamente libre, pero con el retroceso que hay ahora mismo de libertades", admite que no le "extrañaría nada que volviera a ocurrir" algo así en cualquier momento. "Ocaña nos enseña que no podemos dar un paso atrás y que las minorías, pase lo que pase, siempre vamos a estar amenazadas. Ocaña fue un personaje que tuvo reconocimiento y que tuvo esa proyección y salir en televisión diciendo que hacía el amor con los hombres, algo tan absolutamente transgresor que supuso que luego fuera a su pueblo y le tiraran piedras. Pero esa fue como la primera piedra y gracias a esas pequeñas grandes piedras que pusieron él y otros muchos personajes de la época hemos podido llegar a lo que somos ahora mismo", plantea.

Y aún prosigue para terminar: "Pero esa fue como la primera piedra y gracias a esas pequeñas grandes piedras que pusieron él y otros muchos personajes de la época hemos podido llegar a lo que somos ahora mismo. De forma individual a lo mejor parece un travesti que andaba por la calle, pero de forma global ayudó a sentar las bases para que el colectivo LGTBI esté donde está en 2023. Ocaña va a decir siempre lo mismo, pero tú como persona siempre vas a encontrar lecturas diferentes, vas aprendiendo cosas diferentes de él a lo largo de tu vida. Y su muerte, ese final abrupto, ha hecho también un poco que Ocaña haya llegado hasta nuestro días. Ese final trágico vestido de sol que arde... parece una epopeya casi, una estrella que arde y asciende al cielo".

"¡Ay! se fue, se fue vestida de día. ¡Ay! se fue, se fue vestida de sol. ¡Ay! se fue, las malas lenguas decían: ¿Qué fuego la prendería? ¡El fuego del corazón!". Así le cantaba Carlos Cano a José Pérez Ocaña allá por 1984, un año después de su trágica muerte el 18 de septiembre de 1983, a los 36 años, días después de que ardiera el disfraz de sol que vestía y que había confeccionado con telas, papel y bengalas para celebrar unas fiestas infantiles en Cantillana -la causa oficial fue una hepatitis mal curada derivada de la debilidad provocada por las quemaduras-. El pueblo sevillano donde nació en 1947 y del que se marchó para desarrollar su obra como pintor y su vida como homosexual reconocido públicamente en la Barcelona de los setenta, la ciudad donde más brilló paseando por Las Ramblas como figura icónica de la Transición.

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