De Senegal a Guinea Ecuatorial, pasando por el Sáhara. De la música tradicional africana al hip-hop, la salsa, el reggae o el rock. Numerosos músicos del vecino continente han elegido España como lugar donde desarrollar sus carreras. Hablamos con tres de ellos, todos con nuevos discos o conciertos en ciernes.
Poco residente en el centro de Madrid habrá a quien, cuando menos, no le suene el nombre de Seydina Ndiaye. Este senegalés afincado en la capital desde hace 14 años, es un clásico en las paredes de barrios como Lavapiés o Embajadores, donde su cara, plasmada en vistosos carteles promocionales de sus conciertos, es casi parte inseparable del entramado urbano. Defiende que con su pertinaz trabajo de promoción, que también extiende a la Red, especialmente Myspace (donde, se jacta, es el músico senegalés con más seguidores en España), amén de su arte, ha conseguido ser habitual de algunas de las mejores salas de la ciudad, como Caracol, Galileo, Clamores o La Boca del Lobo, donde toca este mismo sábado 7 a las 21.30.
“Cada músico debe tener su estrategia: la mía es mucha dedicación y esfuerzo”, señala el cantante, cuyo estilo define como una fusión de ritmos africanos con pop, rock, reggae o salsa. “Cada país africano tiene su cultura musical, y en Senegal tenemos el Mbalax, muy basado en la percusión”. Dado que como estilo es “muy difícil de exportar”, él lo mezcla con otras influencias para dar lugar a canciones festivas y coloristas que hablan –en francés, en español y en wólof- “de la vida, de la política, del amor”. Este último, dice, es el tema que más peso adquiere en su trabajo, “porque es algo que la gente vive día a día”. De la política, sin embargo, no tiene mucho bueno que decir: “Los políticos son malos, estafadores, mentirosos en general: engañan al pueblo y luego no pasa nada”.
Aunque lleva casi tres lustros en España, Ndiaye (Dakar, 1965) se considera primero senegalés y luego ciudadano del mundo: “No quiero negar mis raíces, no quiero cambiar”. También productor musical, (de grupos como Africa Lisanga) no puede asegurar que vaya a quedarse aquí para siempre. “Ahora tengo intención de escribir en inglés para intentar tocar a personas que hablan otros idiomas”, señala este músico que dice tener por único objetivo hacer lo que siente: “Siempre intento tocar con el corazón, hacer música con armonía y ritmo”.
Como muchos otros compatriotas, el ecuatoguineano Negro Bey (Bata, 1984) llegó a España para estudiar. Él se está especializando en finanzas, aunque su pasión y su dedicación se concentran en el hip-hop. “Empecé con el rap en Guinea, donde tengo un grupo, Verso Roto”, explica. “Pero me vine a estudiar porque vivir de la música en mi país es casi imposible”. En dos semanas sacará su tercer disco, Reliquia, que además de en España, saldrá a la venta en varios países de África. “Crecí en un entorno de rap”, dice sobre su vinculación a este estilo. “En España viví en el barrio de Entrevías (en Madrid), donde se canta mucho flamenco, así que siempre he dicho que si hubiera crecido allí, ahora haría flamenco”.
Con sus compañeros de banda -en distintas partes del mundo también por motivo de estudios- crea melodías que fusionan el rap con el folclore guineano. “Utilizamos instrumentos como los tambores y el arpa tradicional mezclados con el rapeo”, explica sobre el grupo, con el que de vez en cuando se reúne para tocar “si nos invitan a festivales”. Las letras de sus canciones -en español y fang- hablan de lo que “vivo en el día a día, porque no me gusta la ficción. Hablo de la investigación criminal, de los tribunales, de juicios… También de temas como que en España hay racismo, que no quieren a los emigrantes cuando han sido toda la vida emigrantes”.
Para su nuevo disco, ha contado con la colaboración de Solange Belén Ayingono Sima, poeta igualmente ecuatoguineana (Niefang, 1985) volcada desde su llegada a España hace dos años en el slam, una modalidad de poesía urbana. Con sus composiciones, tanto las realizadas con Negro Bey como por su cuenta, también intenta comprender su realidad personal a través de las palabras: “Para cambiar la imagen que la sociedad quiere imponernos, porque no nos dejan mostrarnos como somos y como nos sentimos, personas de valor. Y es algo con lo que tienes que lidiar vayas donde vayas”.
Nacida en Tinduf, el campo de refugiados saharauis perdido en la infinitud del desierto argelino, Aziza Brahim (1976) no podía dejar de recordar a su pueblo a través de su música. Tras pasar varios años estudiando en Cuba, llegó a España con un contrato con la discográfica Nube Negra tras haber ganado el Concurso Nacional de Canción de la República Árabe Saharaui Democrática en 1995. Lleva todo el verano en la carretera, de concierto en concierto (el próximo, este sábado 7 en Oleiros, A Coruña), una tónica que se expande a los años y las décadas. Pero se muestra encantada con su vida nómada porque, dice, “siempre tenemos buena respuesta de la gente”.
Su inspiración, explica, es la música tradicional de su país, el Haul, que conjuga con otros ritmos africanos y con estilos como el blues, el reggae o el funky y que canta en español y hasanía. En unos meses publicará su tercer disco, que sonará “más africano, más acústico, con otras connotaciones”. Las del último, Mabruk, editado en 2012, están muy centradas en el largamente irresoluto conflicto saharaui, contado a través de las palabras de su abuela, una mujer analfabeta conocida como la Poeta del fusil. “En España”, asegura la cantante, que también ha hecho sus pinitos como actriz en la película de Pedro Pérez Rosado WilayaWilaya, un papel por el que recibió la Biznaga de Plata en el Festival de Málaga, “he recibido mucha complicidad y apoyo e interés por este disco”.
De Senegal a Guinea Ecuatorial, pasando por el Sáhara. De la música tradicional africana al hip-hop, la salsa, el reggae o el rock. Numerosos músicos del vecino continente han elegido España como lugar donde desarrollar sus carreras. Hablamos con tres de ellos, todos con nuevos discos o conciertos en ciernes.