Sí, pregúntenselo conmigo: ¿de qué viven los poetas? ¿De qué comen, de qué se visten? ¿Cómo pagan la luz, con qué moneda abonan el agua?
No con rimas, desde luego. Y, si bien es cierto que la mayoría opta por un desempeño profesional emparentado con la poesía (enseñanza, crítica literaria, la edición…), buscando-buscando encontramos poetas que llevan una doble vida en la que la musa prospera porque el otroyó no literario se dedica a tareas más prosaicas.
Elección o rendición
Nuestros interlocutores son, desde luego, poetas, pero María Sánchez es, además (quizá sobre todo), veterinaria; Arturo Tendero ejerce, en su día a día, de profesor de educación física (y fue alcalde de Chinchilla); y Javier Ruiz Taboada capitanea el Radioestadio de Onda CeroRadioestadio (tarea más cercana a la épica que a la lírica).
"Siempre he querido ser veterinaria de campo, desde pequeña tenía clarísimo cómo quería trabajar, en el campo, sin cuatro paredes, con ganaderos y ganaderas y animales —me dice María, que este año ha publicado, precisamente, Cuaderno de campo—. También, desde pequeña, adoro leer y escribir. Mi yo veterinaria no se entiende sin mi yo escritora, y ocurre lo mismo al revés. No podría dejar mi trabajo de veterinaria, y aunque me queda muy poquito tiempo para escribir, tampoco puedo dejar de dedicar esos ratos a la escritura, y en mi caso, también lo entiendo como un trabajo".
Sospecho que suscribiría lo que Tendero afirma, que lo elegido es la poesía, porque nadie vive de ella. "De eso te das cuenta enseguida, que la poesía no da de comer ni sirve para ligar. En todo caso, a veces da de merendar, como decía Aleixandre". Evoca al Premio Nobel Tomas Traströmer, quien insistía en que se hizo psicólogo "para poder ganarse la vida porque sabía que como poeta no iba a poder hacerlo".
Coinciden, pues, en que nadie vive de los libros de poesía. "Si acaso, por derechos de autor aún en vigor, los herederos del selecto y reducido 'club de los poetas muertos' —completa Javier, cuyo último libro se titula Entre tu espalda y mi pared—. Si la poesía la convertimos en un instrumento de la música, entonces hablaríamos de vivir de conciertos, desconciertos y de sus circunstancias. No vivir de la poesía no es ni una elección (ojalá), ni una rendición, es una necesidad si uno quiere satisfacer esa absurda manía del ser humano de comerse a diario, pagar las fracturas y comprar ginebra, como tónica general. Poder vivir de la poesía no deja de ser una licencia poética".
Pero, claro, una cosa es saber que la escritura no te da para vivir y otra bien distinta pensar que, consciente de esa limitación, vas a hacerlo gratis. "Escribir también es un trabajo, y como tal, quiero que se valore y se reconozca, y por supuesto que se remunere", reivindica María Sánchez. "Hace muchos años que dejé de escribir gratis. Yo escribo en los ratitos que me quedan, muchas veces a última hora del día, por lo que valoro muchísimo mi tiempo libre".
Una posibilidad de hacer caja es presentarse a concursos. Siempre y cuando los ganes, claro. "Hay un poeta en Albacete que tiene un récord de concursos ganados —me ilustra Arturo, autor de Alguien queda—. Se acerca a los dos mil, según parece. Dice que ha habido momentos en los que ha ganado más con los concursos que con su trabajo como militar. Es lo más parecido que conozco a un profesional del verso". Porque, como señala Ruiz Taboada, "uno debe ser profesional en cualquier cosa que haga, aunque sea bien. Del verso, del beso o de catar vinos. También si se trata de escribir libros, dar recitales o montarte un negocio de toallas de playa con tus versos serigrafiados", pero "solo la poesía que se convierte en canción y la canta Bob Dylan (por poner un ejemplo)" da para comer tres veces al día. "Ser un profesional de la poesía es, de momento, cumplir con tus lectores, con tu cerebro y con ella. La poesía, como salida, es un laberinto sin entrada".
Vivir en prosa
Tras escucharles, siento curiosidad por saber cómo relacionan su profesión con su devoción.
¿Cuál es la línea que une la práctica veterinaria con la práctica lírica?, pregunto a María.
"No te sabría decir, es algo que siempre he sentido que iban a la par, aunque cuando estudiaba en la facultad muchos compañeros y amigos me decían que no tenía nada que ver lo uno con lo otro. No sé en qué momento separamos las ciencias de las letras. Siempre cuento que los libros de mi abuelo de la carrera, que también fue veterinario, muchos llevaban citas de literatura. Uno de mis favoritos es un libro de bioquímica de los años 40 con una cita de La tempestad de Shakespeare nada más comenzar. Por eso, nunca he sentido una línea como tal, para mí, en mi día a día, las dos prácticas van de la mano".
¿Cuál es la línea que une el ejercicio físico con la poesía?, pregunto a Arturo.
"La educación física trabaja con dos herramientas: el cuerpo y el movimiento. La poesía es voz y es ritmo, lo que quiere decir que forma parte de los contenidos de la educación física. No se puede hablar sin cuerpo, no se puede sentir si uno no ha proyectado su cuerpo o ha intentado proyectarlo en pos de un objetivo. Los sentimientos son la manera que tenemos de chequear en dónde nos encontramos en el camino de conseguir nuestros objetivos. Pero esos sentimientos residen también en nuestro cuerpo, se desatan en él. Las palabras que decimos son indicios de lo que sentimos. El poeta intenta afinar, acercarse, enfocar los sentimientos usando las palabras".
¿Y con la alcaldía?, le insisto, conociendo su experiencia.
"Son dos actividades transversales, que pueden abarcar la vida en toda su extensión. La poesía consiste en compartir emociones mediante la palabra convenientemente aderezada con un ritmo. Está en cualquier sitio donde uno pueda emocionarse, es decir, en todos sitios. Otra cosa es dar con la fórmula para que otros puedan compartirla. La política, tal como yo la entiendo, es servicio. Es gestionar los bienes que son de todos en beneficio de todos (me da la impresión de que esta manera mía de entenderla es minoritaria). Pero, en definitiva, son dos modos de servir: en un caso echar una mano en que los bienes públicos estén bien gestionados. En otro, intentar que determinadas emociones puedan seguir disfrutándose mucho tiempo después de haber sido vividas".
¿Cuál es la línea que une una jornada futbolística con la lírica?, pregunto a Javier.
"La del fuera de juego. En el fútbol hay emoción, pasión, religión (dicen que el fútbol es la única que no tiene ateos), hay belleza, estética, filosofía si me apuras pero, poesía, lo que entendemos por poesía, yo no la encuentro ninguna conexión como no sea el frescor de la hierba, siempre que no sea artificial. Otra cosa es que consideremos que, la suma de todo lo anterior, pueda convertir al fútbol en lo que ya parece, todo un poema".
Y aunque tuitear no es un desempeño profesional, como Javier es piante inveterado, no puedo evitar preguntarle además si Twitter es o puede ser poesía.
"Twitter se ha convertido en una magnífica herramienta para la difusión de la poesía. Pero no solo para los que tenemos la suerte de poder publicar libros, sino para los que siempre han soñado con disponer de un espacio en el que poder enseñarle a los demás lo que les corroe o redime por dentro. El problema es que en Twitter hay de todo, y no todo de buena calidad. En ocasiones lees cosas que dan ganas de dirigirse a la embajada de la luna y pedir asilo poético. Luego están a los que todo les parece mal, merezca o no la pena. Los toca palabras. Los que critican todo sin crear nada. A esos les diría: si no te gusta, no te interesa, y no vas a leer nunca poesía, déjala vivir. Déjanos vivirla".
Poesía día a día
Puesta a preguntar, he querido saber (para saber dónde mirar) dónde encuentran ellos poesía en su vivir cada día…
"El trabajo del poeta consiste más bien en estar disponible, en estar atento —asegura Tendero—. Generalmente es la poesía la que te encuentra a ti. A mí al menos no suele quedarme bien cuando soy yo el que la busco. Por el afán, por la ansiedad, por lo que sea, me queda impostada. Por lo que he leído y hablado con otros colegas, no soy el único al que le ocurre esto, ni mucho menos. Cada poeta tiene su propio territorio (Gil de Biedma lo llamaba sus materiales poéticos). Los míos están muy cerca: en la familia, en el puchero borboteando, en los gestos cotidianos que pasan desapercibidos y que sin embargo conforman nuestro hábito sentimental".
Sánchez cree que "la poesía puede ser lo que le dé la gana. Los paseos con mi padre por el campo, ver a mi tío Juan trabajando con sus animales, ir a la casa de mis abuelos, las historias y el día a día con mis ganaderos y ganaderas, todos los animales que se cruzan por la carretera, los pájaros que siempre voy mirando, los libros, los amigos, la familia, la misma vida".
Poeta al cabo, Ruiz Taboada me lo dice rimando:
En la punta de la lengua
En los labios de un gemido
En la luna cuando mengua sobre un cielo derretido.
En el cruce de los vientos
En el hueco del sonido
En el noventa por ciento de los pliegues del olvido.
Hay poesía en las sombras de los puntos cardinales
En las rocas cuando nombran las esquinas de los mares.
En la faz de las baldosas
En la "h" de prohibido
En las curvas sinuosas de un pecado consentido.
Hay poesía en el aire que ventila cada herida
Ver másLa poesía de Rosalía de Castro y Lorca sonará en el Cervantes de la mano de la pianista Rosa Torres-Pardo y la actriz Lucía Álvarez
Tiritas cuando no escampa
Paraguas de poesía.
(Comprenderán que no tenga nada más que añadir…).
Sí, pregúntenselo conmigo: ¿de qué viven los poetas? ¿De qué comen, de qué se visten? ¿Cómo pagan la luz, con qué moneda abonan el agua?