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‘Colombia feroz’

José Manuel Martín Médem

infoLibre publica un capítulo del libro Colombia feroz,

obra de José Manuel Martín Médem, periodista que trabajó durante treinta años en RTVE y fue corresponsal en México, Colombia y Cuba. Editado por Catarata, el libro sale a la venta el 15 de noviembre.

La presentación del libro será el lunes 21 3 noviembre a las 19 horas en La Morada. Participarán, junto al autor, el secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, el diputado de Unidos Podemos Manuel Monereo, el asesor jurídico de las FARC Manuel Monereo y Leyla Ordóñez, refugiada política colombiana.

La descomposición de Uribe

El desenlace del segundo periodo presidencial de Álvaro Uribe fue un desastre. Para él y para Colombia. Para él porque las condenas de la Corte Suprema contra quienes cumplían sus órdenes en el ejército, en la policía política, en el gobierno y en los servicios de la presidencia dejan un rastro de acusaciones que deberían llevarlo ante los tribunales. Para Colombia porque su autoritarismo depredador dividía al país entre los seducidos por la violencia del caudillo y los que, sin coincidir en un único camino, prefieren una democratización, aunque indefinida.

Los periodistas aplaudieron cuando en febrero de 2010 la Corte Constitucional no autorizó la segunda reelección de Álvaro Uribe. En el salón de audiencias del Consejo de Estado, donde se realizó la rueda de prensa, el portavoz del tribunal explicó que “una segunda reelección viola principios como la separación de poderes, la igualdad, la alternancia democrática y el sistema de pesos y contrapesos establecido por la Constitución”. Se abría el camino hacia la presidencia para Juan Manuel Santos, que también iba a gobernar durante dos periodos. En el segundo, con los votos de la izquierda que apoyaba su negociación con las FARC en contra de la guerra en la que insistía el candidato uribista.

Uribe contra Santos

Con el apoyo de Uribe, Santos ganó las presidenciales de 2010 (69,5 por ciento) frente a Antanas Mockus, que fue alcalde de Bogotá. En su toma de posesión, Santos comparó a Uribe con Bolívar porque “usted fue un segundo Libertador al devolvernos a los colombianos la esperanza”.

Pero muy pronto empezó a incubarse la desconfianza de Uribe

por la actitud de su sucesor, que reconocía por primera vez la realidad del conflicto armado en Colombia. La tensión aumentó cuando el nuevo presidente suavizó las relaciones con Hugo Chávez y se convirtió en ruptura al anunciar Santos en 2012 que negociaba con las FARC.

Uribe siempre dijo que la victoria (la aniquilación militar de las

FARC) es la paz. Santos invirtió los términos. La paz (la negociación con las FARC) es la victoria. En un país sin guerra aumentarían las inversiones extranjeras para el desarrollo nacional. Era la transición desde la seguridad democrática de Uribe a la prosperidad democrática de Santos.

Pocas veces alcanza su objetivo el que coloca a un sucesor para

dirigirlo y Uribe no lo consiguió. Consideró a Santos un traidor y

organizó un nuevo partido, el Centro Democrático, para sacarlo de la presidencia. Su candidato, Óscar Iván Zuluaga, quedó por delante de Juan Manuel Santos en la primera vuelta de las elecciones de 2014. La segunda y definitiva (Zuluaga contra Santos) se planteó casi como un plebiscito sobre las negociaciones con las FARC y el voto de la izquierda permitió la reelección: Santos, 7.816.986 votos, y Zuluaga, 6.905.001, con una participación de sólo el 47,89 por ciento.

En el discurso con el que anunció que aspiraba a un segundo

periodo presidencial, Santos dijo que quería una reelección para la paz como Uribe la tuvo para la guerra:

Todavía nos quedan grandes desafíos, pero estoy con vencido de que la forma de enfrentarlos no es sólo a sangre y fuego. Loscolombianos dimos la oportunidad a mi antecesor de consolidar unas políticas de seguridad que resultaron exitosas y que hemos seguido fortaleciendo. Hoy yo quiero esa misma opor tunidad para consolidar la paz y la prosperidad para el país. Necesitamos terminar el conflicto. La guerrilla ha aceptado aco gerse a las reglas de la democracia. La paz es la seguridad definitiva.

A partir de entonces, un enfurecido Uribe se dedicó a embestir contra las negociaciones de Santos con las FARC.

En 2015, el Parlamento prohibiría definitivamente la reelección

presidencial que Uribe había impuesto comprando los votos necesarios.

Santos decide negociar

El arrebato esquizofrénico de Uribe le impedía reconocer que él también intentó negociar con las FARC. Lo ha contado Henry Acosta Patiño, facilitador de la comunicación de los gobiernos de Uribe y de Santos con las FARC por su relación personal tanto con los presidentes como con el comandante Pablo Catatumbo. Economista vinculado con cooperativas para el desarrollo agrario y colaborador de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), su intervención como mediador era muy poco conocida en Colombia hasta la publicación de su libro El hombre clave poco después de la firma del Acuerdo de Paz. Demuestra en esa aportación testimonial, con documentación de ambas partes, que Uribe propuso a las FARC en marzo de 2010, cuando concluía su segundo periodo presidencial, “conversaciones directas y secretas en el extranjero con una agenda abierta”. Al mismo tiempo, Uribe mantenía en público que “nunca hablaré con las FARC”.

Cuando Uribe se decidió a negociar, la Corte Constitucional ya

había impedido su segunda reelección. Aquella iniciativa apenas tuvo posibilidades por la desconfianza de las FARC, porque muy pronto habría un nuevo presidente y sobre todo porque, como asegura Acosta, Uribe la canceló.

Según el relato de su libro, Henry Acosta Patiño le sugirió a Juan

Manuel Santos que buscara una negociación con las FARC y el presidente le encargó que hiciera esa gestión con la guerrilla. Incluso le dijo que comprendía las razones de la insurgencia y que eran negociables. Las FARC aceptaron iniciar el acercamiento a pesar de que murió, como consecuencia de un ataque de las Fuerzas Armadas, uno de sus comandantes más destacados: Víctor Julio Suárez Rojas, cuyo nombre de guerra era Jorge Briceño o el Mono Jojoy. La primera reunión se organizó el 3 de marzo de 2011 en la frontera entre Colombia y Venezuela. Los representantes del gobierno y de las FARC acordaron que la negociación que estaban preparando se realizaría en Cuba. La guerrilla prefería que fuera en Venezuela, pero Santos decidió inicialmente que sería en Suecia, aunque al final impuso la opción de Cuba. El representante de las FARC, Andrés París, le explicó al diario El Espectador que la guerrilla mantenía lo que siempre sostuvo el comandante Manuel Marulanda (fallecido por un infarto el 26 de marzo de 2008): “La paz de Colombia la hacemos los colombianos en Colombia y no fuera de aquí”. “Fuimos realistas —decía París—, era en Cuba o no era”.

Entre julio y octubre de 2011, los delegados se reunieron tres

veces en territorio venezolano para seguir preparando el envío de las delegaciones a Cuba. Entonces se produjo lo que pudo provocar el final de las conversaciones. El 4 de noviembre las Fuerzas Armadas consiguieron acorralar y eliminar a Alfonso Cano, comandante general de las FARC. Acosta ha publicado la carta con la que Catatumbo le confirmó que la operación militar tuvo la complicidad de una traición en la guerrilla.

Las FARC, ya con Rodrigo Londoño Echeverri (nombre de guerra

Timoleón Jiménez o Timochenko) en la comandancia general, decidieroncontinuar en el proceso de preparación de las negociaciones.

Entre el 23 de febrero y el 26 de agosto de 2012 se acordaron

en La Habana los temas a tratar, lo que se anunció como el “Acuerdo general para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera”, y en noviembre comenzaron las negociaciones.

La Administración Obama apoyaba el proceso y el Departamento

de Estado le encargaba a su embajador Bernie Aronson que se interesara por su desarrollo.

El 23 de junio de 2016 se estableció el alto el fuego bilateral y definitivo. El 24 de agosto se cerró el “Acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera”. Santos y Timochenko lo firmaron el 26 de setiembre en Cartagena de Indias y el presidente convocó el plebiscito para el 2 de octubre.

La Unión Europea eliminó a las FARC de su lista de organizaciones terroristas, lo que todavía no había hecho Estados Unidos.

En paralelo, las delegaciones del gobierno y del ELN, el segundo

componente de la insurgencia histórica colombiana, habían anunciado el 30 de marzo un acuerdo para iniciar negociaciones aunque todavía sin concretar cuándo comenzarían. Las conversaciones preparatorias se realizaron durante dos años en Ecuador, Brasil y Venezuela.

¿Uribe no lo sabía?

Mientras el Uribe más feroz asediaba la gestión presidencial de

Santos, la justicia le acorralaba. La Corte Constitucional anuló la

decisión de su gobierno que autorizaba a Estados Unidos la utilización de las bases militares en Colombia. Era un acuerdo ilegal porque se había firmado sin la autorización del Parlamento. WikiLeaks difundió información enviada por la embajada de Estados Unidos al Departamento de Estado en la que se confirmaba que el presidente Álvaro Uribe y el ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, se pusieron de acuerdo con Washington para eludir el control parlamentario.

En Estados Unidos, el general Mauricio Santoyo, jefe de seguridad del presidente Álvaro Uribe, fue condenado a 13 años de prisión por su complicidad con paramilitares y narcotraficantes.

La Corte Suprema condenó a 14 y 25 años años de cárcel a María

del Pilar Hurtado y Jorge Noguera, que fueron directores del DAS bajo las órdenes del presidente Álvaro Uribe, por convertir a la agencia de seguridad del Estado en una policía política y ponerla al servicio de los paramilitares.

El DAS había desarrollado un sistema de chuzadas (así denominan popularmente en Colombia a las escuchas ilegales) para espiar a magistrados, periodistas, dirigentes de la oposición y defensores de los derechos humanos. También condenó a 8 años, por esa misma utilización ilegal del DAS, a Bernardo Moreno, secretario general de la Presidencia.

El DAS dependía directamente del presidente Uribe. Según el

diario colombiano El Espectador, “decir que no sabía lo que hacía la gente de su entera confianza y sobre los que ejercía un mando directo es un atentado contra la lógica”.

El DAS fue eliminado en 2011, durante el primer periodo presidencial de Juan Manuel Santos, que lo sustituyó por una nueva Agencia Nacional de Inteligencia.

La Corte Suprema condenó a 17 años de encarcelamiento por

corrupción a Andrés Felipe Arias, ministro de Agricultura y al que

llamaban Uribito, por considerarlo el más probable sucesor de Álvaro Uribe en la presidencia.

En febrero de 2016 detenían a su hermano Santiago Uribe, acusado de homicidio agravado y concierto para delinquir por su supuesta actuación con un grupo paramilitar organizado en una finca de la familia.

Parecía la descomposición política de Uribe.

Historias canallas XIII: Uribe como los GAL

Cuando era el bulldog de Washington, Álvaro Uribe publicó sus

memorias en Estados Unidos. El libro llegó a Bogotá como su política de terrorismo de Estado, en traducción del idioma del imperio.

Reconoce Uribe, en ese memorial autoinculpatorio, que le sirvieron como modelo las incursiones criminales de los GAL en

Francia. Es la comparación que establece al contar cómo ordenó

secuestrar en Caracas a Rodrigo Granda, representante internacional de las FARC: “Los funcionarios españoles me explicaron que el golpe letal contra ETA se produjo al permitir Francia la entrada en su territorio para buscar a los terroristas y entonces pensé en provocar acontecimientos

similares contra las FARC. A través de nuestras redes de inteligencia, comunicamos el paradero de Granda a algunos miembros de las fuerzas de seguridad venezolanas que simpatizaban con nuestra lucha contra los terroristas. Poco después, funcionarios venezolanos contactaron a nuestras autoridades en Bogotá y manifestaron aceptar nuestro programa de recompensas para capturar a Granda”.

Historias canallas XIV: penetración en Venezuela

Los paramilitares y el narcotráfico llegaron a Venezuela desde Colombia y México. Esa penetración se produjo de una manera “avasallante y supremamente rápida”. Es la conclusión de las investigaciones realizadas por la corporación independiente colombiana Arco Iris.

La frontera entre Colombia y Venezuela ha estado dominada

históricamente por el contrabando, sobre todo de gasolina, con las complicidades de la policía colombiana y de la Guardia Nacional venezolana. Este tejido de ilegalidades facilitó la llegada de los paramilitares colombianos y de las mafias mexicanas que controlan el negocio del narcotráfico en América Latina. La instalación de los paras y del narco contó con la complicidad de la oposición venezolana al gobernar en estados fronterizos.

Los narcotraficantes colombianos, que trabajan para las mafias de México, se instalaron en Venezuela desde 1997 para abrir

nuevas rutas hacia Estados Unidos y la Unión Europea. Después les acompañaron los delegados de los cárteles de Sinaloa y de los Zetas, las dos organizaciones más importantes de los narcotraficantes mexicanos.

Los paramilitares colombianos, asociados con los narcotraficantes, penetraron en dos oleadas. Inicialmente llamados por la oposición venezolana y más tarde para organizar su retaguardia cuando aparentaron negociar una desmovilización con el gobierno del presidente Álvaro Uribe.

Lo que se le vino encima al gobierno de Hugo Chávez fue el

Estado mafioso de Colombia, sobre todo durante los dos periodos

presidenciales de Uribe. Arco Iris denomina Estado mafioso al Estado convertido en mafia. No es sólo que la mafia contamine al Estado y que el Estado utilice a la mafia, sino que el Estado se convierte en mafia: “Las Fuerzas Armadas y la policía no han sido depuradas a pesar de los altos niveles de penetración de las organizaciones criminales. La asociación de militares y policías con agentes ilegales viene de hace 30 años. La corrupción y la impunidad caracterizan a la clase política local y regional. En toda la frontera, diputados, senadores, gobernadores y

alcaldes están involucrados con los paramilitares”.

Del lado venezolano, Arco Iris considera que la institucionalidad

es débil y que el presidente Chávez (el libro se publicó antes de su

muerte) “a cambio de su lealtad, entrega la frontera a las Fuerzas

Armadas para que la manejen a su antojo, lo que puede provocar el ascenso de organizaciones locales asociadas en el narcotráfico con sectores de la Guardia Nacional y del Ejército”.

Arco Iris señalaba a Manuel Rosales, que fue gobernador del

estado fronterizo de Zulia (2000-2008) y candidato presidencial

derrotado por Hugo Chávez (2006), como el gran promotor de la

actuación de los paramilitares colombianos en Venezuela. Su investigación considera probado que la federación de grupos paramilitares denominada Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) financió la campaña de Manuel Rosales como candidato a gobernador en Zulia. Además, Carlos Castaño, comandante de las AUC, intentó formar las Autodefensas Unidas de Venezuela como franquicia de los paramilitares colombianos.

Según Arco Iris, “la elite política de Zulia, liderada por Manuel

Rosales, consideró a los paramilitares colombianos como una especie de retaguardia militar e intentaron utilizarlos para atentar contra el presidente Hugo Chávez”. La corporación independiente colombiana confirma la conspiración en Bogotá cuando, en julio de 2005, Manuel Rosales y Pedro Carmona (exiliado después de encabezar la fracasada intentona golpista contra Chávez) se reunieron en la sede del Departamento Administrativo de Seguridad (la policía política de Álvaro Uribe) con el director de esa organización de espionaje, Jorge Noguera, acompañados por militares colombianos y comandantes de las AUC.

El DAS denominaba “operaciones silenciosas” a las incursiones

ilegales contra el gobierno de Chávez en colaboración con los sectores de la extrema derecha venezolana que gobernaban en los estados fronterizos de Zulia y Táchira.

Informaciones diplomáticas filtradas por WikiLeaks confirman

además que durante el primer periodo presidencial de Uribe (2002-2006) el ejército colombiano mantenía infiltrada en Zulia a una unidad de cien especialistas en operaciones especiales.

Notas

1. José Obdulio Gaviria Vélez, asesor del presidente Álvaro Uribe, no es hermano de Gustavo de Jesús Gaviria Rivero, el colaborador más importante de Pablo Escobar.

2. Henry Acosta Patiño: El hombre clave, Madrid, Aguilar, 2016.

3. Julián F. Martínez: Chuzadas: ocho años de espionaje y barbarie, Barcelona, Ediciones B, 2016.

4. Iván Cepeda y Jorge Rojas: A las puertas de El Ubérrimo, Barcelona, Debate, 2008. Olga Behar: El clan de los Doce Apóstoles, Bogotá, Icono, 2010.

5. Álvaro Uribe Vélez: No hay causa perdida, Nueva York, New American Library, 2012.

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6. Jaime Bermúdez: La audacia del poder, Bogotá, Planeta, 2010. Según el relato de Bermúdez, el presidente Uribe no informó a los periodistas de confianza sobre sus intenciones de realizar operaciones ilegales en Venezuela, sino que lo confirmó

después del secuestro de Granda.

7. Ariel Fernando Ávila: La frontera caliente entre Colombia y Venezuela, Barcelona, Debate, 2012.

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