Hace 25 años que los chilenos aprovecharon la única oportunidad que les dio el régimen militar de Augusto Pinochet para poner fin a una de las épocas más oscuras del país suramericano, repleta de violaciones de los Derechos Humanos que aún hoy esperan la lenta respuesta de la Justicia.
Pinochet se apoderó de La Moneda el 11 de septiembre de 1973 con un golpe de Estado respaldado por el ala reaccionaria de las Fuerzas Armadas para acabar con el proyecto socialista impulsado por Salvador Allende, que estuvo acosado desde un principio tanto por la extrema derecha como por la izquierda radical.
El golpe comenzó a fraguarse en las primeras horas de la madrugada. Los militares leales al Gobierno de Allende fueron neutralizados y los jefes de Ejército, Armada y Fuerza Aérea, apoyados por Carabineros y por Estados Unidos –que temía el auge de la izquierda en América Latina–, avanzaron hacia La Moneda.
Con las primeras luces del 11 de septiembre, la sublevación militar era un hecho. La Moneda estaba rodeada de tanques y el alto mando se puso en contacto con Allende para exigirle una "rendición incondicional". "Le dimos la garantía de la vida y la garantía de salir del país", explicaba Pinochet años después.
Pero Allende se negó. "Solo me cabe decir a los trabajadores: yo no voy a renunciar. Colocado en este trance histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo. La historia es nuestra. Viva Chile", dijo en un mensaje a la nación, ya bajo el fuego de los Hawker Hunter de la Fuerza Aérea.
El último presidente de la democracia chilena aguantó cinco horas de intensos bombardeos sobre La Moneda hasta que no pudo más. A las 14.00, desde el Salón de la Independencia y con el AK-47 que le había regalado el entonces presidente cubano, Fidel Castro, Allende se quitó la vida.
"Tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano. Podrán avasallarnos, pero los procesos sociales no se detienen con la fuerza. Tengo fe en Chile y su destino. Mucho más temprano que tarde de nuevo abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor", vaticinó en sus últimas palabras.
Purga y represión
El mismo 12 de septiembre la recién instaurada Junta Militar empezó una purga que alcanzó a todas las voces disidentes, desde los líderes de la reforma agraria y los rectores universitarios hasta partidos políticos y militares 'allendistas', para garantizar que nada ni nadie amenazara al nuevo poder.
En los primeros meses se produjeron detenciones en masa. Víctor Jara, voz de la canción protesta chilena, fue arrestado y recluido en el Estadio Nacional por su militancia comunista. Fue torturado y fusilado. "Somos 5.000 en esta pequeña parte de la ciudad ¿Cuántos seremos en todo el país?", escribió durante su cautiverio en un poema trágicamente famoso.
Afianzado ya en La Moneda, el mandato de Pinochet se caracterizó por las "detenciones-desapariciones". "Había detrás una voluntad de exterminio dirigida sistemáticamente y por motivaciones políticas contra ciertas categorías de personas", explicó la Comisión de la Verdad en su informe final.
El Estado tejió una amplísima red de centros de detención clandestinos en los que aplicó todo tipo de torturas. "Golpes, corrientes eléctricas, quemaduras con cigarrillos... Les dije que estaba embarazada, pero no les importó, me dieron en el vientre. Al tercer o cuarto día comenzaron a violarme, me violaron varias veces", contó una presa de Tejas Verdes.
En total, 2.300 personas murieron por motivos políticos durante la dictadura chilena, a lo que se suman 2.150 "detenidos-desaparecidos" de los que jamás se volvió a saber nada después de que los agentes 'pinochetistas' se los llevaran de sus casas y trabajos.
Pero Pinochet nunca se sintió responsable. "Esta no es una dictadura señores, es una 'dictablanda', pero si es necesario vamos a tener que apretar la mano porque salvaremos primero el país y después miraremos hacia atrás", advirtió a los chilenos en la recta final de su Gobierno.
Histórico referéndum
El principio del fin fue la Constitución de 1980, en la que –agobiado por una presión internacional ya insoportable– Pinochet abrió la puerta a la legalización de algunos partidos políticos y fijó una 'hoja de ruta' para la transición hacia la democracia en la que se dio un plazo de ocho años para que los chilenos decidieran sobre su continuidad en el cargo.
Pinochet cumplió la palabra dada en una Carta Magna hecha al dictado y convocó una consulta popular para el 5 de octubre de 1988, a la que se presentó como candidato de la Junta Militar para seguir gobernando contra una oposición de todo signo que se unió en una histórica campaña por el 'no'.
Por primera vez en 15 años, quienes no compartían el pensamiento oficial tuvieron la oportunidad de dirigirse a los chilenos y lo hicieron con un emblemático anuncio que consiguió convencer a una ciudadanía altamente escéptica de que, esta vez sí, la victoria era posible.
La oposición contrató a un grupo de publicistas, todos comprometidos con la causa, que, enfrentándose incluso al núcleo duro de la disidencia –que pretendía reflejar el horror de la dictadura–, optó por un anuncio inundado de optimismo: "Chile, la alegría ya viene".
"Porque creo que mi patria necesita dignidad. Porque creo que es la hora de ganar la libertad. Por un Chile para todos: vamos a decir que no", cantaban al unísono personas de toda índole con el trasfondo multicolor del arco iris para destacar la pluralidad del nuevo país.
El 5 de octubre los chilenos se echaron abrumadoramente a la calle, batiendo récord de participación con el 91%. Desde las primeras horas, la ventaja del 'no' fue incontestable. Pinochet fue expulsado del poder con el 54 por ciento de los votos. Las urnas habían hablado.
Cuentas pendientes
La victoria del 'no' aceleró la restauración de la democracia en Chile, que culminó con las elecciones presidenciales del 14 de diciembre de 1989, que encumbraron al izquierdista Patricio Aylwin a la Jefatura del Estado.
"Hemos llegado a un momento verdaderamente histórico para los destinos de la patria. El Gobierno hará entrega del poder político a las nuevas autoridades elegidas democráticamente por el pueblo chileno. Se inicia así un crucial periodo en el devenir de nuestra nación", dijo Pinochet en su último discurso como presidente.
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Con Aylwin, la Concertación de partidos políticos unidos por el 'no' inició un largo mandato de 20 años, a través de sucesivos gobiernos ratificados en las urnas, que propiciaron uno de los periodos de mayor esplendor social y económico de Chile.
No obstante, la democracia chilena aún debe saldar deudas con las numerosas víctimas del régimen militar. Según datos oficiales, hay 1.073 represores procesados, acusados y condenados, de los cuales solo 75 cumplen cárcel, y todavía existen 1.045 causas pendientes.
Pinochet murió el 10 de diciembre de 2006 en un hospital de Santiago, tras conseguir que tribunales de todo el mundo sobreseyeran las causas en su contra por problemas de salud. El mayor represor de la dictadura chilena finalmente consiguió burlar a la Justicia.
Hace 25 años que los chilenos aprovecharon la única oportunidad que les dio el régimen militar de Augusto Pinochet para poner fin a una de las épocas más oscuras del país suramericano, repleta de violaciones de los Derechos Humanos que aún hoy esperan la lenta respuesta de la Justicia.