Ernesto Guevara de la Serna, más conocido por todos como el Che, murió con 39 años, en el fragor de la batalla para cambiar el destino de su amada América Latina. Dejó la tarea inacabada, pero también un legado histórico que, según apunta Juan Martín, uno de sus hermanos, podría servir para que estos tiempos vean surgir un nuevo revolucionario.
La figura del Che ha sido interpretada y reinterpretada una y otra vez, quizá por sus múltiples facetas, resultado de una infancia y una juventud en una familia atípica, a medio camino entre la burguesía de Buenos Aires y las clases humildes que dominaban fuera de la capital argentina.
"No era una familia normal y Ernesto era parte de eso", cuenta Juan Martín, en una entrevista con Europa Press, como parte de su gira europea para presentar Mi hermano el Che, un libro resultado de largas charlas con la periodista francesa Armelle Vincent, publicado por Alianza Editorial.
Ernesto, afirma Juan Martín, era fruto de la perseverancia y de la altura intelectual de su madre, Celia de la Serna, que le instruyó personalmente durante años (en español y francés) a causa de sus violentos ataques de asma, y del espíritu aventurero y casi temerario de su padre, Ernesto Guevara Lynch.
Juan Martín era un niño cuando Ernesto, el mayor de cinco hermanos, salió de casa para emprender largos viajes que le llevarían a tener un conocimiento profundo de América Latina y un adolescente cuando se convirtió en la figura internacional que situó a la familia en el centro de la atención mediática.
"Tengo recuerdos de chico", admite Juan Martín. "Puedo decir que era un bromista, un jodón", dice y recuerda que Ernesto participaba –como todos, incluidos sus padres– en la "ley" familiar que consistía en dar una patada en el trasero a todo aquel que se agachara para recoger algo.
La transición de Ernesto –"mi hermano"– al Che –"mi compañero de ideas"– la vivió a través de las cartas que enviaba a su familia desde los países en los que recaló hasta entrar clandestinamente a Cuba en el yate Granma junto a Fidel y Raúl CastroGranma y un puñado de guerrilleros.
Y conoció al Che en una breve visita que la familia hizo a La Habana en 1959 en un avión fletado por el nuevo Gobierno revolucionario para recoger a cubanos exiliados de toda América Latina. "Había ganado en seguridad, en presencia, en carisma, en autoridad", relata Juan Martín en el libro.
El hombre contra el mito
El pequeño de los Guevara, ya de 72 años, es consciente de que la fascinación que causó en ese momento a su familia es la misma que el Che sigue suscitando en millones de personas en todo el mundo y muy especialmente en los rincones de América Latina por los que pasó, pero lucha contra la idea del mito.
Como adulto, Juan Martín visitó la minúscula aldea en la que el Che fue asesinado en 1967 por tropas bolivianas al servicio de la CIA. Lo que vio en La Higuera le "horrorizó". Estaba llena de "mercanchiflería", de gente vendiendo su fatal desenlace, en contra de todo lo que defendió en vida.
Juan Martín reconoce que incluso en Cuba "no tienen mucho conocimiento del pensamiento guevarista"guevarista. "Es una responsabilidad de ellos (los cubanos), o no, porque a lo mejor en el Gobierno no están convencidos de que este pensamiento sea necesario en estos momentos. Yo creo que sí", sostiene.
Sin embargo, recalca la diferencia entre el tratamiento que el Che ha recibido en la isla y en el resto del continente. "Son dos cosas diferentes. En Cuba, el pueblo no mercadea con ello (...) Puede que alguien te intente vender una estampita del Che, pero no lo creo, te venderán puros", explica.
En la nación caribeña, el Che "tiene una marca que tiene que ver con la historia", defiende. Esto es plenamente visible en Santa Clara, cuya existencia gira en torno al Comandante Guevara porque fue allí donde hizo descarrilar un tren cargado de tropas batistianas que despejó el camino hacia La Habana y porque es allí donde descansan sus restos.
El idealismo guevarista
Juan Martín se queja de que se desconocen muchas de las ideas de su hermano y esa es la razón por la que, tras décadas de silencio, ha comenzado a hablar del Che. "En charlas con la gente, en ese ir y venir de preguntas y respuestas, me fui dando cuenta de las dudas, las ignorancias, las deformaciones", señala.
"Ernesto era marxista y era leninista" e hizo "críticas profundas" a ambos con las que imprimió su huella. Juan Martín le describe como un "escalón" más en la evolución de una corriente ideológica "viva" y hace un paralelismo: "si uno pregunta a un físico si es newtoniano, dirá que sí, y después de Newton vino Einstein, pero nada le quita al sabio inglés haber sido el escalón necesario para la teoría de la relatividad".
"¿Cuál es la innovación? Es una cuestión de conciencia. Sin conciencia no hay posibilidad de que el cambio que se pueda producir desde el punto de vista práctico se establezca. Porque el ser humano, la humanidad y la sociedad tienen conciencia y, si ese cambio no hace que la conciencia se modifique, se vuelve para atrás", esboza.
Interrogado sobre si el régimen de los hermanos Castro ha respetado este pensamiento "antidogmático" y "crítico", no lo duda: "creo que sí". Para Juan Martín, la distancia entre la Cuba post revolucionaria y la Cuba actual obedece a los cambios que ha decidido el propio pueblo cubano y el Gobierno se ha limitado a "poner leyes".
"Ha sido el pueblo cubano el que resistió como pudo a la caída de la Unión Soviética, ha sido el pueblo cubano el que sufrió el periodo especial, ha sido el pueblo cubano el que ha cambiado de opinión respecto a sus parientes en Estados Unidos. Es el pueblo cubano el que ha tomado decisiones respecto de lo que ha venido sucediendo", afirma tajante.
Juan Martín refuta con ímpetu las críticas sobre el respeto a los Derechos Humanos en Cuba y señala al "dinero estadounidense" como fuente de las mismas. "La crítica viene desde el capitalismo", dice y carga contra Estados Unidos: "no tiene ningún derecho a hablar de Derechos Humanos después de las bestialidades que ha hecho, desde Hiroshima hasta la madre de todas las bombas".
A la espera del Che
Juan Martín sitúa el diálogo entre Washington y La Habana en este contexto. "Cuba no tiene más remedio", considera. Sin la Unión Soviética, con la China comunista "en el capitalismo más agresivo" y Vietnam, "eje del triunfo militar contra Estados Unidos", en transformación, "¡qué le vamos a echar la culpa a Cuba!", argumenta.
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"Cuba viene para atrás, para el capitalismo", y eso a pesar de que "cambió su mundo en su momento, algo que –destaca– no ha ocurrido en ningún otro país latinoamericano". Juan Martín lamenta que ni Hugo Chávez, ni mucho menos Nicolás Maduro –con una Venezuela en "una guerra civil encubierta"–, ni Néstor y Cristina Kirchner en Argentina, ni Rafael Correa en Ecuador, ni Daniel Ortega en Nicaragua cambiaron la "estructura de base".
Solo salva de la quema a Evo Morales, en Bolivia, y ello porque ha dado relevancia social a la población indígena, aquella que encandiló al joven Ernesto en sus primeros periplos, y ha peleado por la verdadera "soberanía", si bien reconoce que lo ha tenido más fácil que otros por su independencia energética.
"En la época del Che había una América con un panorama de cambios a corto y largo plazo, pero positivos. Hoy los cambios que percibimos no son positivos, son como mucho de resistencia, no de avance", lamenta. "El pensamiento guevarista no es para hoy, es historia que hay que contextualizar, pero lo cierto es que contra lo que el Che combatió sigue estando presente y es nuestro problema. Él no lo pudo resolver, nosotros no lo estamos resolviendo, alguien lo tendrá que resolver", reclama. ¿Quién, un nuevo Che? "o alguna Chea ¿por qué no?", responde.
Ernesto Guevara de la Serna, más conocido por todos como el Che, murió con 39 años, en el fragor de la batalla para cambiar el destino de su amada América Latina. Dejó la tarea inacabada, pero también un legado histórico que, según apunta Juan Martín, uno de sus hermanos, podría servir para que estos tiempos vean surgir un nuevo revolucionario.