La cuestión no es saber si las mafias se van a aprovechar, sino cómo. Una advertencia que el famoso periodista Roberto Saviano publicó el 22 de marzo en el diario italiano La Repubblica. A pesar del confinamiento y de la inmovilidad, “las mafias no respetan las fronteras y no tienen miedo a la suspensión de Shengen, al contrario, se aprovechan del cierre hermético de las fronteras porque tienen los medios para llegar donde quieran y convertir el cierre en una oportunidad”. “Los beneficios y los intereses criminales evolucionan al mismo tiempo que la epidemia. Conocerles forma parte de la supervivencia”, escribió Saviano. La “mafia del coronavirus”, como la llama Saviano, ya se ha desplegado ante los ojos de los profesionales de la salud del mundo entero a través de centenares de webs que proponen medicamentos falsos.
Una operación coordinada por la Interpol, prevista antes de la epidemia y desarrollada a lo largo del mes de marzo, Pangea XIII, ha permitido la incautación de más de 34.000 máscaras falsificadas que no responden a las exigencias mínimas de calidad. También se han incautado de “sprays corona”, “kits coronavirus” o “medicamentos coronavirus”. En el marco de la operación, han sido recuperados cerca de 4,4 millones de medicamentos falsos y neutralizados más de 2.500 enlaces de Internet –webs y blogs– que dirigían hacia farmacias on line. Según la Interpol, “los esfuerzos conjuntos de diferentes autoridades han perturbado las actividades de 37 grupos criminales organizados”. A día de hoy, las policías y los servicios de sanidad del mundo entero -90 países movilizados- no llegan a neutralizar ese tráfico, solo a “perturbarlo”.
Estas operaciones proceden de sondeos o de la extracción de catas: sólo aportan muestras o rastros de un posible envenenamiento de la población. Según la Interpol, estos productos podrían representar hasta el 30% del mercado en algunos países de Asia, África y América Latina y más del 20% en los países de la antigua Unión Soviética. De media, según la OMS, en los países en vías de desarrollo un producto médico de cada diez sería falsificado o de calidad inferior. Los científicos hablan ya de una “pandemia” de falsos medicamentos. Según un estudio publicado en 2019 en The American Journal of Tropical Medicine and Hygiene, cada año “más de 250.000 niños enfermos de malaria y de neumonía no sobreviven después de un tratamiento con medicamentos falsificados y de calidad inferior”. La cantidad de ingredientes activos contenidos en estos productos es muy reducida, incluso nula. Es un mercado muy lucrativo para las mafias, a veces más que la heroína.
Con la llegada del coronavirus, se multiplican las estafas más o menos ingeniosas. El 21 de marzo, un tribunal de Texas ordenó el cierre de una web que se llamaba coronavirusmedicalkit.com, que ofrecía “gratuitamente” un “kit de vacunación” de la OMS por solo 4,95 dólares de gastos de transporte. Ahora bien, la OMS no propone ningún kit ni vacuna alguna puesto que está todavía lejos de ser conseguida. Al contrario, la organización internacional ha alertado de la circulación de productos médicos falsificados “sobre todo diagnósticos in vitro (DIV) y reactivos de laboratorio”.
“En este momento, la OMS no recomienda ningún medicamento para tratar o curar el covid-19. No obstante, el ensayo Solidarity trial, dirigido por la OMS, está evaluando potenciales tratamientos”, ha comunicado la organización el 31 de marzo. Fuera de la Unión Europea, ocho países han sido autorizados a producir diagnósticos in vitro basados en evaluaciones reglamentarias aceleradas.
“Se está constatando una recrudescencia de ventas ilegales de material médico falsificado (guantes, máscaras) y medicamentos falsos a través de farmacias on line”, explica a Mediapart Aline Plançon, ex responsable del programa internacional de lucha contra la criminalidad farmacéutica de la Interpol y autora de Medicamentos falsos: un crimen silencioso (edit. Cerf). La coyuntura hace que exista una escasez de productos farmacéuticos, una ansiedad y una demanda entre la gente que propician la acción de las redes de ventas de medicamentos falsos. Hay una ralentización de los transportes comerciales, pero los correos privados funcionan y pueden ser utilizados a espaldas de esas empresas para enviar los productos”.
En Estrasburgo, la sección de investigación de la gendarmería procedió, a finales de marzo, al cierre de 60 webs que encaminaban a farmacias on line. “Se trataba de unos sesenta blogs que servían de cebo y que reenviaban a cuatro webs, en el extranjero, donde se suponía que se podía comprar cloroquina”, explica a Mediapart el jefe de la sección, el coronel François Despres. “El Plaquenil de Sanofi –hidroxicloroquina– se ofrece a precios exorbitantes. Pero como había direcciones IP en cascada, algunas de ellas en Rusia –lo que no quiere decir que sean rusas– era casi imposible llegar a la fuente, en todo caso con rapidez”.
Han sido cerradas webs de apoyo pero los investigadores han localizado la cantidad de 43.000 conexiones y clientes potenciales captados por estas redes en Francia y en Italia. “Nuestros estafadores habituales siguen la actualidad”, dice François Despres. “La cloroquina se presenta como un remedio y aprovechan la ocasión. Juegan con el miedo a la muerte”.
A pesar de las webs neutralizadas por los gendarmes, dos de las cuatro farmacias on line ilegales continúan funcionando. Las dos ofrecen cloroquina, pero si Medstore anuncia una ruptura de stock, Canadapharmacy la vende todavía a 58 euros la caja de 30 unidades, casi a dos euros la pastilla.
“La escasez, real en cuanto a máscaras y kits de detección, que son las necesidades inmediatas del personal sanitario, obliga a los consumidores y profesionales a acudir a comprarlas a lugares poco conocidos”, dice Aline Plançon. “Los criminales se disfrazan de empresarios y construyen webs que parecen farmacias de referencia”.
Estos diez últimos años, las autoridades sanitarias mundiales han detectado la aparición de 33.000 farmacias on line ilegaleson line. En Francia, el colegio farmacéutico referencia 350 webs legales de farmacias declaradas a las agencias regionales de sanidad. “Estas webs legales pertenecen a farmacias físicas, es decir, a establecimientos que en definitiva funcionan bien y que garantizan la procedencia de los medicamentos”, explica la presidenta del colegio Carine Wolf-Thal, señalando que, por lo demás, “desgraciadamente, es elevado el riesgo de caer en webs fraudulentas”.
Las farmacias han estado alerta sobre la cloroquina, que ya no se despacha sin receta desde el mes de enero. “Ha habido una gran demanda de este producto”, añade Carine Wolf-Thal, lo que ha llevado al Gobierno a fijar un cupo con el fin de garantizar un stock suficiente para las personas que la necesitan para algunas patologías como la artritis reumatoide. Este cupo prevé dos circuitos muy distintos: el del hospital para los pacientes de covid-19 incluidos en las pruebas y el de los pacientes “de ciudad” que tienen que renovar la prescripción. Pero no hay escasez.”
Los médicos generalistas pueden no obstante recetar cloroquina a pacientes covid-19, pero “bajo su responsabilidad”, dice la presidenta del colegio de farmacéuticos. “Ya es hora de detener los asesinatos por medicamentos falsificados”.
La verdadera escasez que sufren en la actualidad las farmacias es la de mascarillas. “Es muy difícil gestionar esta escasez de mascarillas”, explica Carina Wolf-Thal. “Es un producto ahora muy escaso y muy controvertido. La política ha sido reservar las mascarillas quirúrgicas y las FFP2 para el personal sanitario y han sido por consiguiente requisadas en todo el territorio. Estábamos ya en ruptura de stock antes de la requisa. Luego ha habido un levantamiento parcial de la requisa, que permite a las empresas o a las personas jurídicas comprarlas en el extranjero. Las empresas que las compren en cantidades superiores a 5 millones de unidades deben esperar 72 horas a una posible requisa del Estado. Y desde hace una semana, tenemos la aparición de las famosas mascarillas alternativas que, aunque cumplen las normas Afnor (organismo oficial de normas en Francia) no pueden ser vendidas en farmacia”. El colegio de farmacéuticos aconseja “reforzar la vigilancia ante las mascarillas falsas y los medicamentos falsos”, en este contexto de pandemia.
Frente a la epidemia, los servicios sanitarios se ven afectados por la escasez de otros productos como medicinas, anestesias, sedantes e incluso antibióticos, como ha detallado Mediapart (aquí y aquí). La industria está debilitada por la globalización de su actividad, como ha señalado la comisión de información del Senado que, en 2018, apuntó “530 descripciones” de ruptura de stocks en antibióticos, vacunas y anticancerígenos registrados por la agencia nacional de seguridad del medicamento. Diez veces más que hace diez años.
“La industria farmacéutica mundial es muy dependiente de la producción de materias primas en China”, había advertido en febrero la entonces ministra de sanidad, Agnès Buzyn. “Si esta producción se viera reducida durante mucho tiempo, afectaría a la disponibilidad de algunos medicamentos”.
De hecho, el 80% de los principales activos utilizados por las firmas farmacéuticas en la Unión Europea proceden de terceros países y el 60% de los centros de producción están en la India y en China. Estos dos países son también los principales proveedores de traficantes de principios activos o de medicamentos.
“Los traficantes proceden a una derivación de la canalización”, explica a Mediapart Bernard Leroy, ex magistrado, presidente de Instituto Internacional de Investigación del Contrabando de Medicamentos (IRACM). “China es uno de los mayores fabricantes de productos seguros, pero se desvía una parte de su producción. Muchos traficantes chinos se han instalado en Camboya y han establecido vínculos con la mafia japonesa. Fabrican medicamentos falsos con solo un 1% del producto activo que debe llevar”.
Según un informe de la OCDE y de la Oficina de la UE para la propiedad intelectual (EUIPO), publicado el 23 de marzo, “la República Popular de China, Hong Kong (China), Singapur y la India son las principales economías de procedencia de los medicamentos falsificados”. “Si China y la India son los principales productores de medicamentos falsos, los Emiratos Árabes Unidos, Singapur y Hong Kong (China) son economías de tránsito”, destaca el informe. “Yemen e Irán son otros puntos de tránsito. A partir de esos puntos, los productos falsos farmacéuticos pueden ser despachados a todo el mundo, aunque las economías africanas, Europa y los EEUU parecen ser los principales objetivos”.
“El comercio de medicamentos falsificados ha estado también alimentado por el crecimiento explosivo de la utilización del servicio de correos para enviar productos. Más del 95% de los decomisos aduaneros de productos farmacéuticos en 2014-2016 se hacían en los servicios postales y correos express, muy superior a la media de otros productos”, subraya el informe de la OCDE.
“China es efectivamente un centro importante de producción de medicamentos falsos, porque produce también estos principios activos y porque no hay una normativa internacional sobre las cantidades ni control alguno sobre esta producción”, destaca Aline Plançon. “No hay radares para detectar que tal o tal compra es excesiva o inapropiada. Por eso los criminales se instalan en China para encargarse de la compra y la transferencia de estos productos hacia su región”.
Las investigaciones son complejas porque la logística de fabricación de estos productos es internacional. Igual que con el tráfico de drogas, el objetivo es desmantelar toda la cadena. Las investigaciones a veces son también técnicas y científicas. Por ejemplo, el análisis en laboratorio de medicamentos antipalúdicos falsificados a base de artesunato –contado por la ex responsable de la Interpol en su libro– ha permitido identificar la región de fabricación en Asia del Sudeste, hasta llegar a la frontera entre Birmania y China, donde la investigación local descubre la fábrica de medicamentos falsos.
Eso fue gracias al análisis del polen y de las esporas encontradas en los medicamentos, que contenían además “principios activos incorrectos y productos farmacéuticos prohibidos tales como el metamizol y el safrol, un cancerígeno, así como materias primas para la fabricación de metilenodioximetanfetamina, más conocido como éxtasis”.
En 2018, fueron detenidas un total de 2.253 personas implicadas en el contrabando, malversación o robo de medicamentos. De ese total, China arrestó al mayor número de personas implicadas en la fabricación propiamente dicha de productos de contrabando (233), seguida de España (52), los EEUU (48), India (38), Pakistán (10) e Indonesia (10).
“El poder chino está muy sensibilizado con el tráfico, que además castiga con la pena de muerte”, dice Aline Plançon. “Pero China es un país secreto, extenso, y pueden ser montadas muchas empresas y muchos tráficos y, antes de que los desmantelen, puede pasar mucho tiempo. En la India, las infraestructuras de inspección sanitaria son mínimas y reducidas casi a la nada para la población que tiene. Pero, tras haber obstaculizado las investigaciones para proteger su producción de medicamentos genéricos, ahora coopera con las acciones policiales internacionales”.
En Francia, la venta de productos falsificados se hace on line. Antes de la epidemia del covid-19, el mercado estaba, según Bernard Leroy, mayoritariamente enfocado a la venta de los llamados productos de confort –anabolizantes, adelgazantes, blanqueadores de piel y Viagra– y en menor proporción a los medicamentos clásicos demandados en tiempos de escasez pasajera.
La lucha antifraude está marcada por el ritmo de los decomisos aduaneros, espectaculares a veces, de cargamentos en tránsito en los puertos franceses. En mayo de 2013, los aduaneros decomisaron en Le Havre cerca de 1,2 millones de sobres de aspirina falsificada procedente de China, ocultos en un cargamento de té. Las muestras no contenían ningún principio activo de la aspirina y el polvo de los sobres estaba esencialmente compuesto por glucosa. Los medicamentos falsos iban destinados a una sociedad pantalla de las Islas Baleares.
A pesar de la creación en 2003 de un área de Salud Pública, integrado por jueces especializados, y un año más tarde de una Oficina Central de Policía Judicial encargada de la lucha contra los atentados al medio ambiente y a la salud pública (OCLAESP), los casos de tráfico de medicamentos se cuentan aún con los dedos de una mano en Francia. En abril de 2017, el cabecilla de una red, Arnaud Bellavoine, fue condenado a cinco años de cárcel en Marsella. Era el gerente de una sociedad off shore instalada en Isla Mauricio, que hacía fabricar medicamentos falsos en una fábrica estatal en China y los revendía en Dubai, en el Reino Unido, en Suiza, en Bélgica y en los EEUU. Llegaba a vender Plavix falso, prescrito para la prevención de riesgos cardiovasculares, y Zyprexa, prescrito contra la esquizofrenia y los trastornos bipolares, a distribuidores mayoristas en la cadena de distribución de la Unión Europea.
El caso de las prótesis mamarias fraudulentas de la sociedad PIP, implantadas a decenas de miles de mujeres, sigue siendo uno de los más importantes escándalos sanitarios en manos de la justicia francesa. Y uno de sus más grandes fracasos. Con más de 7.000 víctimas como parte civil, Jean-Claude Mas, el propietario de PIP, responsable de un fraude que consistía en utilizar aceites de uso industrial en el gel de las prótesis, solo fue condenado en 2016, en primera instancia, a cuatro años de cárcel, sentencia recurrida pero confirmada.
Los procedimientos judiciales contra los traficantes de medicamentos falsos siguen siendo moderados en todo el mundo ya que los hechos son considerados muy a menudo como contrabando y no como delitos graves. “En la mayor parte de los países, las penas por falsificación de productos médicos son mucho menos severas que las aplicables, por ejemplo, a los traficantes de drogas, que pueden ser encarcelados con largas penas y les confiscan el producto de sus delitos”, señala el informe de la OCDE. Y encima, ahora, según la Interpol, “los grupos del crimen organizado tradicionales a través del mundo” están también implicados en este tráfico “en toda la cadena de aprovisionamiento”.
El Convenio Medicrime, adoptado en 2010 por el comité de ministros del Consejo de Europa, que representa a 47 países, ratificado por Francia en 2016, pretende unificar y endurecer la represión. En particular, introduce circunstancias agravantes cuando la infracción conlleva la muerte o atenta contra la salud física o mental de la víctima, y fija unas reglas de cooperación internacional.
Pero hay voces que se alzan reclamando “un tratado internacional multilateral” más ambicioso. En mayo de 2019, Joel G. Breman, el presidente de la America Society of Tropical Medicine and Hygiene, ha explicado que ahora tendríamos que dotarnos de herramientas jurídicas enfocadas a “la detección, el arresto, la extradición y el castigo de los criminales y cárteles que fabrican, venden y distribuyen medicamentos falsos”. “En algunos países, es apenas ilegal fabricar o distribuir medicamentos de mala calidad”, se lamentaba. Su llamamiento se titulaba: “Ya es hora de detener los asesinatos por medicamentos falsificados”.
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Traducción de Miguel López.
Texto original en francés:
La cuestión no es saber si las mafias se van a aprovechar, sino cómo. Una advertencia que el famoso periodista Roberto Saviano publicó el 22 de marzo en el diario italiano La Repubblica. A pesar del confinamiento y de la inmovilidad, “las mafias no respetan las fronteras y no tienen miedo a la suspensión de Shengen, al contrario, se aprovechan del cierre hermético de las fronteras porque tienen los medios para llegar donde quieran y convertir el cierre en una oportunidad”. “Los beneficios y los intereses criminales evolucionan al mismo tiempo que la epidemia. Conocerles forma parte de la supervivencia”, escribió Saviano. La “mafia del coronavirus”, como la llama Saviano, ya se ha desplegado ante los ojos de los profesionales de la salud del mundo entero a través de centenares de webs que proponen medicamentos falsos.