Éric Zemmour, el polemista de ultraderecha que ha hecho saltar por los aires el tablero político francés

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Lucie Delaporte (Mediapart)

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La foto es cruel. Publicada en las redes sociales por el entorno de Éric Zemmour, muestra a un enjambre de periodistas agolpados para conseguir declaraciones del polemista de extrema derecha, que aún no es oficialmente candidato a la Presidencia de la República Francesa y que participaba en un simple “encuentro literario” ese día. En Twitter, el principal interesado aprovechó para dar las gracias, en tono agrio, a “sus amigos” periodistas.

En la profesión, algunos reaccionaron interpelando a sus colegas. “Hola, colegas. ¿Empezamos a hacernos preguntas o seguimos dejándonos manipular?”, se preguntaba Salhia Brakhlia, de France Info, en un tuit con el hashtag: “Todavía no es candidato, pero el hombre está vendiendo bien su libro”. “Hemos creado un monstruo que se nos va de las manos”, se preocupa también un periodista de un canal de noticias 24 horas.

Dudas que se han extendido a muchas redacciones en las últimas semanas, incluida la de Mediapart, socio editorial de infoLibre (véase la Caja negra).

El polemista de extrema derecha, recientemente apartado de Le Figaro y de CNews, sabe perfectamente cómo jugar con el frenesí mediático que despierta. “Esta foto la ha instrumentalizado su equipo. Es dura porque es un contrapicado, pero esta escena, cuando eres periodista político, la vives casi todos los días”, subraya Élodie Forêt, de France Inter, que estuvo presente el día de marras y que comparte los interrogantes sobre el tratamiento mediático del caso Zemmourcaso Zemmour.

En la profesión, los empujones de teles y radios para conseguir las declaraciones de tal o cual figura política forman parte, en efecto, del día a día. Lo único que el hombre en cuestión todavía no es ni siquiera candidato, que mantiene, más que ningún otro político, un discurso racista y xenófobo, y que ha sido condenado varias veces por la Justicia. La imagen de una prensa que parece pelearse por conseguir sus declaraciones, en este contexto, da una imagen penosa de la profesión.

Desde que la CSA decidió concederle menos tiempo y cuando tuvo que dejar su programa diario en CNews –no tardó en hablar de censura–, Éric Zemmour, paradójicamente, nunca ha estado tan presente en los medios de comunicación. Ha sido invitado a los programas principales de los canales de noticias de 24 horas. Por no hablar de sus numerosas apariciones en la radio, en las portadas de los periódicos diarios y semanales.

Sus viajes para la gira promocional de su libro La France n'a dit son dernier mot [Francia no ha dicho la última palabra] son seguidos y comentados y resulta difícil contabilizar el número de debates dirigidos a descifrar lo que algunos llaman el fenómeno Zemmour... Hasta la sobredosis.

Preguntado en todas partes por su estrategia y su afición identitaria, Éric Zemmour despliega su discurso y su agenda política, sin que se le haga una sola pregunta sobre las acusaciones de violencia sexista y sexual que pesan sobre él. ¿En cuántos artículos o investigaciones sobre su supuesto ascenso irresistible se han mencionado estas acusaciones, que están fundamentadas? A menudo, de pasada.

“Si al final es candidato, por supuesto que le preguntaremos al respecto”, dice una periodista de un semanario. Sin embargo, nadie ha esperado a que esta candidatura sea oficial para preguntarle por todo lo demás.

¿Cómo se ha llegado a este punto?

Al margen de los medios de comunicación amigos, como Valeurs actuelles o L'Incorrect, dirigidos por personas cercanas a Marion Maréchal, que llevan años relatando las acciones de Éric Zemmour, la fiebre mediática en torno a una posible candidatura se remonta probablemente a febrero. En ese momento, L'Express publicó una investigación en tres entregas titulada “Éric Zemmour, la tentación presidencial”, en la que se detallaba la organización que se estaba montando detrás del periodista.

Esta investigación, muy bien documentada, da por primera vez crédito a la hipótesis de Zemmour al revelar el papel esencial de su asesora, una joven Sarah Knafo. Durante los meses siguientes, la prensa debate sobre si el polemista quiere presentarse o no a las elecciones y su entorno daba información con cuentagotas para alimentar el culebrón.

“Tras la investigación de L'Express, mis jefes empezaron a pedirme artículos sobre Zemmour. Sentían verdadera curiosidad por su candidatura, sobre todo porque el resto de la campaña parecía sin sorpresas”, afirma un periodista que cubre la extrema derecha en un diario de gran tirada. “A día de hoy, siento un poco más de reticencia, o me hago más preguntas, sobre la extensión y la frecuencia de los artículos sobre él. Los editores tienen más escrúpulos. Creo que todos nos preguntamos si no estamos alimentando al monstruo”.

Burbuja mediática, ausencia de partido y de militantes, Agrupación Nacional (RN) históricamente hegemónica... Los columnistas que siguen a la extrema derecha tenían inicialmente reservas sobre la credibilidad de la candidatura de Eric Zemmour. “Durante mucho tiempo, pensé que todo esto se hacía para promocionar su libro. Me molestó escribir sobre alguien que podría no ser candidato”, continúa el mismo periodista. “Hoy, está claro que quiere presentarse. Llevamos meses escribiendo sobre él sin saber si lo hará o no, así que sería un poco paradójico dar un paso atrás cuando su campaña está empezando de verdad”, añade.

En la agencia AFP, surgieron las mismas dudas y siguen apareciendo. En los últimos días, la agencia ha decidido no escribir demasiado al respecto, sobre todo mientras Eric Zemmour no haya declarado. En junio se cuestionó la pertinencia de publicar un informe sobre el “potencial electoral” del polemista, es decir, un sondeo de opinión en el que no se le confronta a ningún otro candidato. Este tipo de encuestas son generalmente tan poco fiables que la AFP, y la prensa en general, casi nunca las publican.

Las encuestas como brújula

El peso creciente de Éric Zemmour en las encuestas, medido desde hace meses por diversos institutos, parece haber servido de guía a muchas redacciones. “Obviamente aún no es candidato oficial, pero todos los institutos de encuestas ya miden su popularidad, así que ¿qué hacemos? No vamos a fingir que no está ahí, que no forma parte del panorama de las elecciones presidenciales”, se pregunta consternado una periodista de un semanario.

“No hay ningún debate particular sobre la cobertura de Éric Zemmour. Es muy natural. Lo tratamos en función de su peso en los sondeos”, explica Charles Sapin, responsable de la extrema derecha en Le Figaro. “Hay un fenómeno electoral, lo vemos en las encuestas. Estaríamos fracasando en nuestra misión si no nos ocupáramos de ello”.

Éric Zemmour está poniendo patas arriba la campaña prepresidencial que aún no ha comenzado oficialmente... Mira las encuestas. Hace que Marine Le Pen baje considerablemente, crea problemas a la derecha. Es un elemento de campaña”, argumentaba también el director de BFMTV, Marc-Olivier Fogiel, el 23 de septiembre en France Info, para justificar la organización del debate con Jean-Luc Mélenchon en su cadena.

“Pero el 15% actual de Zemmour, ¿se debe a quién? Es realmente la pescadilla que se muerde la cola”, replica una periodista de prensa escrita, consternada al ver que ciertos medios de comunicación publicaban la más mínima variación en los sondeos del polemista. Su subida del 10% al 11% ha sido objeto de numerosos debates y comentarios en los canales de noticias de 24 horas. Teniendo en cuenta que no es un candidato y que los márgenes de error en este tipo de ejercicios son grandes, resulta desconcertante el sentido de informar de tal “avance”.

Sin embargo, el reciente sondeo de Ipsos para Le Parisien, publicado el 1 de octubre, que sitúa al polemista de extrema derecha por delante de todos los candidatos de Les Républicains (LR), Xavier Bertrand así como de Valérie Pécresse, ha vuelto a ser noticia en muchos medios de comunicación. Aunque la metodología utilizada –personas seguras de que irán a votar siete meses antes de las elecciones sobre una muestra de 1.500 personas– debería, como mínimo, incitar a la cautela.

Como si los sondeos tradicionales no fueran suficientes para alimentar la maquinaria mediática, Le Point innovó la semana pasada con un artículo basado en las predicciones de los mercados sobre las posibilidades de Éric Zemmour de ganar las elecciones presidenciales. “Hay dos formas de observar la evolución de los candidatos presidenciales”, explica el artículo, que alude al “prisma de las encuestas del día sobre intención de voto” y propone “proyectarse a la primavera de 2022 preguntándose quién tiene más posibilidades de ser elegido en ese momento”. ¿Con qué metodología? “El mercado predictivo es una plataforma de apuestas online (virtual) diseñada para predecir el futuro mediante el cuestionamiento de la inteligencia colectiva”.

Pero, ¿es Éric Zemmour pura creación mediática y de encuestas? No sólo, dicen la mayoría de los periodistas que siguen a la extrema derecha. “Cuando vimos a las multitudes, el fervor, en Niza, nos dijimos que había un acontecimiento político innegable”, dice Pauline Revenaz, de BFMTV, que está produciendo una investigación de 52 minutos sobre el polemista con Quentin Baulier. “Sería simplista limitar a Zemmour a una burbuja mediática. Hay un verdadero fenómeno social detrás”, coincide el periodista de un importante diario. “Con sus códigos diferentes a los de la política tradicional, su tono muy franco, despierta una locura que no existe en torno a Marine Le Pen”, añade.

En France 2, un responsable de la redacción explica también que “Zemmour interesa a una parte importante de los franceses, es un hecho político”. La violencia de su discurso y sus condenas por incitación al odio han animado hasta ahora a la redacción a ser prudente con este candidato putativo. “Evidentemente, no se trata de dejarle soltar sus horrores sin contradecirle, pero hacer lo mismo que hicimos con Jean-Marie Le Pen en los años 80, negándonos a cuestionarlo, a encubrirlo, no es la solución adecuada. Hemos visto lo bien que ha funcionado”, añade el periodista.

“Nosotros no creamos a Zemmour”, replica un periodista de un canal de noticias 24 horas. “Fue Catherine Barma [la productora que le impuso como columnista semanal en el programa de Laurent Ruquier “On n'est pas couché”, en France 2] hace 15 años. Y ahora es demasiado tarde”.

Otro aspecto, no menor, del problema: Éric Zemmour vende. El debate Mélenchon-Zemmour, anunciado a bombo y platillo, logró la segunda mayor audiencia de BFMTV desde su nacimiento. “Me dijeron que daría abonados, que habría más clics”, dice el periodista de un diario. “Nunca he recibido tantos comentarios sobre mis artículos de otras secciones del periódico como desde que escribí sobre Zemmour”.

En LCI y BFMTV, donde los insolentes índices de audiencia de su programa “Face à l'info” en la CNews se examinan desde hace tiempo con preocupación, algunos periodistas creen que el polemista ya ha conseguido imponer sus temas. Inmigración, islam, seguridad... “Era el que marcaba el ritmo”, dice un periodista de televisión, como si fuera natural que estos temas fueran los únicos que pudieran mantener a estas cadenas en la carrera por la audiencia.

La portada de Paris Match que muestra a Éric Zemmour en una playa con su asesora Sarah Knafo se convirtió inmediatamente en uno de los números más vendidos del semanario de los últimos años, pese a la caída progresiva de las ventas. “Evidentemente es una buena jugada”, admite uno de sus periodistas, que sin embargo insiste en el gran malestar interno que provocó esa elección. “La redacción se encontró con un hecho consumado, todo el mundo se enteró de la portada justo cuando se iba a enviar a rotativas”, subraya.

Sobre todo porque se trata de una ruptura con la línea del semanario sobre la ultra derecha. “Que yo sepa, Marine Le Pen nunca ha aparecido en las páginas de la revista del periódico y nunca ha sido portada de Match”, explica el mismo redactor. “Todos sabemos que llevar a alguien a portada siempre significa promocionarlo”. Esta foto del polemista se inscribe en la tradición de fotos, más o menos robadas, de los jefes de Estado con sus esposas. En agosto, una foto de Jordan Bardella, entonces número 2 de la RN, pegada a un pequeño artículo en el que explicaba su afición por la pasta italiana, despertó el enfado del redactor jefe, que consideró que no era aceptable trivializar de esa manera a la extrema derecha.

Algunos se preguntan qué significa esta decisión de llevarlo a portada en un momento en el que Vincent Bolloré, el jefe de Vivendi, acaba de anunciar una oferta de adquisición de Lagardère, el propietario de Paris Match. Porque esta forma de ensalzar una imagen, perteneciente al mundo del corazón, al polemista le sirve sin duda. “Desde luego, quería hacer oficial su relación. Si no quieres que te vean, no te bañas en una playa pública cuando sabes que hay decenas de periodistas siguiéndote”, insiste la misma fuente.

Sin embargo, el debate sobre la conveniencia de esa portada no pudo tener lugar en el semanario: “Las fotos se filtraron y el redactor jefe acusó inmediatamente a todo el mundo”, continúa el redactor.

Mientras Éric Zemmour mantiene el suspense sobre su posible candidatura, un buen número de redacciones han tomado conciencia de la necesidad de parar la máquina. “Estamos frenando un poco. Intentamos tratar temas relacionados con su investigación y no siguiéndolo en cada viaje que haga”, explica Tristan Berteloot, que cubre la información sobre la ultraderecha en Libération. Así, se han producido debates en torno a la sección de comprobación de datos del diario. ¿Es necesario señalar todas las falsedades que lanza el polemista, a riesgo de no hacer más que eso?

“Zemmour es tan antirrepublicano, tan islamófobo, tan racista... Sería una trampa dedicar tiempo a deconstruir todos los horrores que suelta”, señala otro periodista. “Si dice que quiere echar al mar a 3 millones de inmigrantes, no vamos a venir a decir: ‘Oh no, perdón, son 2,8 millones’”, añade, señalando el fracaso en este punto del fact-checking realizado en directo durante el debate Mélenchon-Zemmour en BFMTV.

Muchos periodistas también creen que es importante tratar al polemista como al resto de candidatos, puesto que ya no hay duda de que será candidato. “Hay que dejar claro que, aparte de la inmigración, realmente no tiene nada que decir”, dice un periodista de un semanario. Una posición que no es necesariamente evidente para todos. “Teniendo en cuenta lo que dice en otros lugares, no me importa que no esté al día en la combinación energética. No creo que sea prioritario escribir sobre ello”, ironiza un colega.

De momento, la AFP ha decidido esperar al anuncio oficial de la candidatura de Zemmour antes de abordar las medidas que lanza desde el inicio del curso escolar en cada una de sus intervenciones en los medios de comunicación. Lo paradójico de la situación es que el entorno del polemista de extrema derecha hace saber ahora que, ante la presión mediática, el anuncio oficial de su candidatura es inminente. Un extraño paso a dos, sin duda.

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Traducción: Mariola Moreno

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La caja negra

Dada la magnitud de la cobertura mediática que recibe Éric Zemmour desde hace varias semanas, Mediapart también se pregunta regularmente cómo abordar el tema, sin caer en el análisis diario de los horrores que dice o de su relato político, sino investigando en profundidad su ideología, las acusaciones de violencia sexual que pesan en su contra o las bambalinas de su organización.

Las personas citadas en este artículo fueron entrevistadas por teléfono o en persona en los últimos diez días. Algunos pidieron releer sus palabras antes de su publicación, mientras que otros solicitaron el anonimato.

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