Esta vez, Emmanuel Besnier ha dado la cara con valentía. El máximo dirigente de Lactalis, el industrial menos fotografiado, el más silencioso, el verdadero hombre invisible –y octava fortuna de Francia, según Forbes– abría la puerta de su despacho al periódico Le Journal du Dimanche, como Liliane Betancourt en su época, en un acto de arrepentimiento completamente inesperado. El viernes, se entrevistaba con el ministro francés de Economía, Bruno Le Maire, por la leche materna contaminada, procedente de su fábrica de Craon [noroeste de Francia]. Pero lo hizo de forma tan discreta que ni siquiera se le había visto. Ni antes ni durante la rueda de prensa del ministro. Mientras el holding tardaba en ser consciente de la magnitud de una de las peores crisis sanitarias que ha tenido que gestionar, Emmanuel Besnier relataba en Le Journal du Dimanche que quiere “entender lo sucedido”. “Es mi obsesión”, aseguraba. Sostiene que no se produjeron “errores” por parte del grupo “en los procedimientos”, pero reconoce una declaración equivocada: “Faltaban cinco lotes en el primer fichero transmitido al Ministerio de Economía”.
El número uno mundial del sector lácteo no es la primera vez que debe sortear un escándalo sanitario y judicial, o tempestades sociales, pero nunca cedió. El exministro de agricultura Stéphane Le Foll llegó a decir que no había “visto nunca” a Emmanuel Besnier, en cinco años, y que ni siquiera tuvo su número de móvil. “Primero falló una empresa. Desde finales de agosto, la compañía, en controles internos descubrió problemas salmonelosis y en el mes de enero el problema persiste”, señaló el diputado en France Inter. Según el socialista, Lactalis, “no quiso” retirar los productos señalados o “no puso los medios para hacerlo” lamentó, antes de denunciar la pasividad de los servicios del Estado.
Se rumoreaba que el viernes, Bruno Le Maire había “convocado” a Emmanuel Besnier, pero en su rueda de prensa, el ministro se mostró conciliador: “Le he pedido a Besnier que dé mayores muestras de transparencia porque es una señal de confianza para los consumidores”, resumió, pensando quizás ya en lo que podía suponer una entrevista al JDD. El ministro, que justificó la ausencia del responsable de la empresa en la comparecencia, anunció que el “presidente de Lactalis comunicaría públicamente las causas de la contaminación cuando se determinasen” y que el grupo haría “todas las inversiones necesarias en la fábrica de Craon para garantizar la seguridad sanitaria de la fábrica y evitar la reproducción de contaminaciones semejantes”. El grupo, tras presentar sus “más sinceras excusas a la familias”, anunció que había decidido retirar todos los productos salidos de la fábrica de Craon desde el 15 de febrero pasado.
Investigación judicial
En el plano judicial, a finales de diciembre, la Fiscalía de París abría una investigación preliminar por “peligro para la seguridad, fraude agravado e inejecución de un procedimiento de retirada o de recuperación de un producto perjudicial para la salud”, a raíz de las denuncias de algunos padres de bebés enfermos, un total 36 niños a día de hoy, 16 de ellos hospitalizados.
El grupo familiar, que no cotiza en Bolsa, no es la primera vez que atraviesa por una crisis de estas características. Lactalis llegó a llamarse Besnier SA (BSA). En marzo de 1999, retiró todos sus quesos Lepetit –un millón de unidades– después de descubrir gérmenes de listeria en un lote fabricado en Bélgica. Paralelamente, una importante investigación judicial abierta por “falsificación de productos alimenticios” sacaba a la luz un sistema sofisticado de adulteración de leche en varias fábricas del grupo –añadiendo un líquido de bajo contenido en proteínas obtenido por microfiltración de la leche o de aguas blancas procedentes del aclarado de las máquinas–. El escándalo le supuso una condena en primera instancia y en apelación de seis meses de cárcel, con suspensión de la condena, al exdirigente del grupo Marcel Urion, pena confirmada en casación en noviembre de 2008. Pero Lactalis negó los hechos hasta el final.
Si bien ahora ha admitido la detección de salmonela en la fábrica de Craon, el gigante lácteo inicialmente minimizó los riesgos de contaminación. El 9 de diciembre, después de la retirada voluntaria de una docena de lotes, un decreto ministerial le obligaba a la retirada de 600 lotes producidos en Craon (un total de 11.000 toneladas, de ellas 7.000 en el mercado nacional). El 21 de diciembre, Lactalis, sacaba del mercado 720 lotes, unos 12 millones de cajas en Francia. “Cerramos la fábrica el 7 de diciembre”, responde Michel Nalet, portavoz del grupo, a Mediapart, socio editorial de infoLibre, tras negar que se minimizaran las cosas. “Le propusimos al ministro, el viernes, proceder a la retirada de todos los productos. Todavía no sabemos qué cantidad va a ser devuelta y cuánta se ha consumido, pero hemos puesto en marcha un centro logístico específico, destinado a gestionar la destrucción de esos stocks”.
Con la compra, en 2006, de la central lechera Celia propietaria de la fábrica de Craon, Lactalis quería un producto que le impulsase en el mercado mundial de la leche en polvo. Ahora, el incidente sanitario le obliga a repatriar a Francia sus productos, distribuidos en 40 países. Científicos del Instituto Pasteur y de Santé Publique Francia han confirmado que hay un bebé contaminado por consumir leche maternizada de Lactalis en España y puede haber otro caso en Grecia.
Desde el momento de la compra, la fábrica de Craon presentó problemas. Las instalaciones, que ya contaban con una torre de secado de leche, sufrieron un episodio serio de contaminación por salmonelosis entre marzo y junio de 2005. “Se observan cuadros de fiebre y diarrea (a veces con presencia de sangre) en al menos 141 lactantes de menos de 12 meses”, puede leerse en un informe de la Agencia Francia de Seguridad Sanitaria de los Alimentos (Afssa) de marzo de 2008. La epidemia provocada por la bacteria Salmonella agona está “vinculada al consumo de polvos de leche de dos marcas diferentes pero producidas en una misma cadena”.
El comité de expertos al frente de la investigación adelanta la hipótesis de una “débil contaminación de los lotes” o de la “ineficacia de los sistemas de detección empleados” para justificar el fracaso del autocontrol de los productos. Los científicos subrayan que la contaminación puede tener su origen en la incorporación de elementos diversos –azúcares y almidón, vitaminas y minerales materias grasas vegetales, proteínas de soja, fermentos y enzimas– inherentes a la fabricación del polvo; estos ingredientes son susceptibles de estar contaminados. El informe de al Afssa subraya también “cierto riesgo de nueva contaminación del producto por la apertura de los envases y del sistema de producción (depósito de recepción y de mezcla)”. “Esta contaminación medioambiental debe ser considerada de manera global: contaminación del aire en un ambiente seco, personal, presencia de vectores animales indeseables (roedores, insectos etc.)”, precisa la agencia.
De este informe se desprenden varias recomendaciones técnicas, en concreto relativas a los controles. En 2005, el Instituto de Vigilancia Sanitaria consideraba importante reforzar el autocontrol duplicando el número de muestras. La Afssa recomienda entonces multiplicar las muestras ambientales, “complementando la recogida de productos en curso o en fin de producción”. El responsable científico del grupo Lactalis, Jean-Luc Arrouy, fue llamado a declarar. Se instó a los productores a poner en marcha las recomendaciones de la Afssa. La investigación judicial dirá si Lactalis las llevó a cabo.
Objetivo: aumentar la producción
Pero el objetivo de Lactalis es, sobre todo, aumentar la producción. Y rápido. Tanto que el crecimiento de la fábrica de Craon se convierte en una prioridad. En 2012 se construye una estación depuradora y una segunda torre de secado de 42 metros antes de entregar el informe de investigación pública. “Debemos actuar rápido. Nuestra progresión en nutrición infantil es tal que nuestro equipamiento ha alcanzado sus límites. La nueva torre de secado nos permitirá aumentar la producción e imponernos rápidamente sobre el mercado mundial. Sobre todo en China que tiene necesidades superiores a lo que fabrica”, dice el director Éric Dussous, a Ouest-France.
La torre de secado de leche representa el sueño industrial de toda filial. Además de Lactalis, una decena de industrias han invertido masivamente en este tipo de equipamiento, en los cinco últimos años, estimulados por el fin de las cuotas lácteas, que limitaban los derechos de producción.
Lactalis anuncia que la nueva torre va a permitirle secar seis toneladas adicionales por hora, frente a las tres toneladas por hora de la torre existente, hasta producir 45.000 toneladas por año en lugar de 15.000, y permitir a su filial Celia pasar del 10º al 5º puesto mundial de la nutrición infantil.
Pero estas obras plantean numerosos problemas. El comisario encargado de la investigación pública, Francis Malle, considera que el estudio de los peligros de Lactalis no es suficiente y “no identifica los escenarios de accidentes”. También observa dos vertidos en el río vecino, el Odón, entre mayo y julio de 2012. En primer lugar, “se produjo una fuga de amoniaco el 14 de mayo de 2012 en un elemento del circuito de enfriamiento del agua”. Las aguas contaminadas se drenan en un depósito... comunicado con el río. “La cantidad de agua con amoniaco vertida al Odón fue de 30 metros cúbicos, según la empresa, y desencadenó una importante mortalidad entre los peces (casi cuatro toneladas de peces grandes)”, según el comisario. Menos grave, un segundo incidente derivó, dos meses después, en el vaciado de 70.000 litros de una mezcla de agua de vaca y de leche en el río”.
Preguntado sobre el “inicio de las obras antes del fin de la investigación pública”, Lactalis sostiene que actuó “por razones de competitividad económica” y “para garantizar el desarrollo de la planta en el mercado internacional”... Para el comisario que lleva a cabo la investigación, “el comportamiento de Celia sitúa a las autoridades administrativas ante un hecho consumado”. “Constato que al infringir la ley, la empresa actuó con mucha ligereza, corriendo el riesgo de ser penalmente condenada, pero no solo la compañía también los arquitectos, los empresarios y demás responsables de la ejecución de los trabajos. Esta infracción está recogida en el artículo L. 480.4 del Código de Urbanismo. Además, este comportamiento lleva a pensar que una gran empresa puede infringir la ley”. Los hechos se denunciaron ante Francia Naturaleza Mediambiente (FNE) en junio de 2012. Al término de la investigación pública, el comisario publica un informe desfavorable sobre la solicitud para explotar una instalación clasificada, presentada por Lactalis, pero el prefecto hace caso omiso y la autoriza la instalación en enero de 2013.
Sin embargo, el procedimiento iniciado por las organizaciones medioambientales sigue su curso y, en junio de 2016, el tribunal administrativo de Nantes condena al gigante de la leche y anula la autorización prefectoral de explotar la planta de Craon. Los jueces apuntan al inicio prematuro de la construcción y a la insuficiencia del estudio de impacto. “Ganamos en lo que respecta a la desigualdad de la construcción y la contaminación. No discutimos la oportunidad de la instalación, pero no aceptamos que Besnier crea estar por encima de las leyes”, dice Jean-Christophe Gavallet, de FNE.
Esta decisión obliga a Lactalis a presentar una nueva solicitud de autorización y a completar el informe. En octubre de 2016, la prefectura acuerda la continuación de la actividad a la espera de la regularización del productor de la fábrica con una serie de “medidas cautelares”. Este documento relativo a las medidas medioambientales habla sin embargo de la “prevención de la legionela” y la limpieza de las torres de secado –con agua con presión al menos una vez al mes, pero no dice nada de los riesgos sanitarios vinculados con la contaminación de 2005 y sobre las recomendaciones de la Afssa en 2008.
Según los estudios preliminares, la contaminación reciente por salmonelosis se puede comparar con la anterior de 2005; ésa es la hipótesis avanzada por un investigador del Instituto Pasteur, a preguntas de la Revue de l’industrie agroalimentaire: “Todo parece indicar que la cepa de Salmonella agona de 2017 derivó en la de 2005”. Según Lactalis, “una contaminación dispersa se pudo haber instalado en la fábrica tras las obras del primer semestre de 2017”. La bacteria pudo mantenerse en el aire y dispersarse de nuevo por las obras. En diciembre, Lactalis confirmó las obras en la torre de secado 1 en primavera y la parada técnica del 1 al 6 de mayo.
Actualmente también se investiga por qué los distribuidores no retiraron por completo los productos. La Dirección General de Competencia de Francia ha llevado a cabo 2.500 controles que han permitido determinar que las firmas Leclerc, Auchan, Carrefour, Système U y Cora siguieron comercializando los productos retirados –cerca de 2.000– en 91 puntos de venta y 30 supermercados. Michel-Édouard Leclerc dice haber sido alertado por una clienta a través de La Voix du Nord. “La información sanitaria de la retirada nos llegó. Los datos que nos llegan sobre los lotes denunciados son inventariados por los códigos de barra. Esto requiere un trabajo meticuloso de detección en la tienda, pero la gestión humana no se siguió. Es muy raro que una tienda reciba tres o cuatro correos de retirada de productos sobre todo en periodo navideño. Se produjo sobresaturación de información, un problema de selección y de interpretación”.
La ONG Foodwatch denunciaba “la impunidad” del que gozan los distribuidores, cuando debe “garantizarse que los productos alimentarios que comercializan no ponen en riesgo la salud de los consumidores”. ______________
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Traducción: Mariola Moreno
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Esta vez, Emmanuel Besnier ha dado la cara con valentía. El máximo dirigente de Lactalis, el industrial menos fotografiado, el más silencioso, el verdadero hombre invisible –y octava fortuna de Francia, según Forbes– abría la puerta de su despacho al periódico Le Journal du Dimanche, como Liliane Betancourt en su época, en un acto de arrepentimiento completamente inesperado. El viernes, se entrevistaba con el ministro francés de Economía, Bruno Le Maire, por la leche materna contaminada, procedente de su fábrica de Craon [noroeste de Francia]. Pero lo hizo de forma tan discreta que ni siquiera se le había visto. Ni antes ni durante la rueda de prensa del ministro. Mientras el holding tardaba en ser consciente de la magnitud de una de las peores crisis sanitarias que ha tenido que gestionar, Emmanuel Besnier relataba en Le Journal du Dimanche que quiere “entender lo sucedido”. “Es mi obsesión”, aseguraba. Sostiene que no se produjeron “errores” por parte del grupo “en los procedimientos”, pero reconoce una declaración equivocada: “Faltaban cinco lotes en el primer fichero transmitido al Ministerio de Economía”.