Juegos de guerra entre Grecia y Turquía por el control del Mediterráneo oriental

Turquía acusaba a finales de agosto a Atenas de “piratería” al intentar “armar” una isla desmilitarizada. Grecia denunciaba la “agresión” de Ankara por “violar sus derechos soberanos”. El tono se eleva cada día entre los dos países. En el centro de la discordia actual: la presencia desde el 10 de agosto, en la zona económica exclusiva (ZEE) griega frente a la costa de Creta, del buque turco de investigación sísmica Oruc Reis.

En las últimas tres semanas, Grecia y Turquía han multiplicado las demostraciones de fuerza en el Mediterráneo oriental. El 26 de agosto, Atenas realizó maniobras militares junto a Francia, Chipre e Italia. Dos días después, la marina turca anunciaba que realizaría “ejercicios de tiro” hasta el 11 de septiembre. Ankara también hizo pública el 1 de septiembre la extensión de la exploración gasística del Oruc Reis hasta el 12 de septiembre.

La delimitación de la plataforma continental ha sido objeto de un conflicto latente entre Grecia y Turquía desde los años 70. El reciente descubrimiento de yacimientos en la región ha reforzado las reivindicaciones territoriales del presidente turco Recep Tayyip Erdogan. En la próxima cumbre de la Unión Europea, que se celebrará el 24 de septiembre, también puede examinarse una lista de nuevas medidas restrictivas contra Turquía.

El Ejército griego, en alerta máxima, ha “desplegado (sus) fuerzas”, según anunció el primer ministro griego, Kyriakos Mitsotakis, dos días después de la llegada del barco Oruc Reis. “El riesgo de un accidente es alto cuando se reúnen tantos recursos militares en un área tan confinada”, advirtió.

El 31 de agosto se franqueaba una nueva frontera en la disputa entre los hermanos enemigos, con Turquía acusando a Grecia de querer “armar” Kastellorizo. Aludía a las fotos de la agencia AFP que muestran la llegada de los soldados griegos al islote situado a unos tres kilómetros de la costa turca y Ankara denunció un acto contrario al Tratado de París de 1947 que prevé la desmilitarización de las 12 islas del Dodecaneso –incluida Kastelórizo–. Las autoridades griegas han declarado que se trataba de una simple rotación de personal militar de los en torno a 300 soldados presentes ya en la isla.

Porque “no hay bases militares en las islas [en la frontera] sino sólo instalaciones para defenderse de un posible ataque turco”, precisa Georges Kaklikis, exdiplomático y consultor de la Fundación Helénica para Europa y Política Exterior (Eliamep), con sede en Atenas. Turquía no es firmante del Tratado de París al que hace alusión. Además, Grecia no puede renunciar a su derecho natural y legal de defenderse en un momento en que Turquía está violando flagrantemente la Carta de las Naciones Unidas” al penetrar en aguas griegas.

La ocupación turca de la parte septentrional de Chipre desde 1974 justifica la desconfianza de Atenas en las ambiciones expansionistas del país vecino. Mientras Grecia exige la salida del Ejército turco, Ankara es la única que reconoce a la República Turca del Norte de Chipre (TRNC).

“La política expansionista de Erdogan es una amenaza sistémica para toda Europa”, se inquieta Angelos Syrigos, diputado de Nueva Democracia (formación de derechas, en el Gobierno), que establece un paralelismo con la Alemania de 1938. “En ese momento, Berlín quiso retirarse del Tratado de Versalles [de 1919, entre Alemania y los Aliados]. Hoy en día, Ankara no respeta el Tratado de Lausana [de 1923, que define las fronteras de Turquía], hay similitudes entre ambas situaciones”.

Las posiciones de alerta del Gobierno griego son ampliamente difundidas por la prensa progubernamental, que informa regularmente en portada de los “ataques”, “provocaciones” y de la “política neootomana” del “Sultán Erdogan”.

“Los griegos están reaccionando intensamente porque el país sigue estando muy marcado por su historia ligada a Turquía: siglos bajo lo que ellos llaman el ‘yugo otomano’ (siglos XIV-XIX) o el desplazamiento de poblaciones en 1923 [la expulsión de más de un millón de griegos de Asia Menor]”, recuerda el periodista e investigador especializado en Grecia y los Balcanes Christophe Chiclet.

En las últimas décadas varios episodios ya habían llevado a los dos países miembros de la OTAN al borde del conflicto. En 1987, Grecia retiró a sus reservistas tras la amenaza de enviar un buque turco de investigación sísmica frente a la isla griega de Samotracia (noreste). Turquía reaccionó ante el anuncio de una empresa petrolera que trabaja para el Estado griego de que quería realizar perforaciones en una zona en disputa en la región. Sin embargo, la tensión pronto disminuyó, con un anuncio recíproco de abandonar la prospección.

La crisis actual es la más larga que han conocido los vecinos desde la crisis chipriota de 1974. “Hace 30 años, el Ejército turco no era un ejército globalizado como lo es hoy, era un Ejército de guerra civil. La flota y la fuerza aérea griegas tenían superioridad tecnológica, lo que ya no es el caso. El equilibrio de poder ha cambiado”, explica el investigador Christophe Chiclet. El asunto también ha adquirido una dimensión internacional, ya que la fiebre gasística en el Mediterráneo también involucra a Chipre, Israel o Egipto y a varias compañías petroleras extranjeras.

El papel cada vez más evidente de la extrema derecha nacionalista en la determinación de la política exterior turca parece justificar las preocupaciones de Atenas. En declive desde 2015, el Partido Presidencial de la Justicia y el Desarrollo (AKP) debe ahora apoyarse en el Partido de Acción Nacionalista (MHP) para mantener la mayoría absoluta en el Parlamento.

Tras el fallido golpe de julio de 2016, Erdogan también se vio obligado a salir del deshonor en que habían caído los oficiales de este movimiento, para contrarrestar la influencia de los golpistas y copar los huecos dejados por las purgas. El contralmirante Cem Gürdeniz, considerado como el teórico del nuevo activismo armado de Turquía desde Libia hasta Irak, es uno de ellos. Su doctrina, la Patria Azul, afirma que la seguridad de Turquía comienza con las “líneas avanzadas” fuera de sus fronteras, que deben ser defendidas dando prioridad a la fuerza militar sobre la diplomacia clásica.

Sin embargo, en el concierto de acusaciones de expansionismo o de restauración otomana pronunciadas contra Turquía y reforzadas por el belicismo de los dirigentes de Ankara, algunos analistas piden que se mantenga la cabeza fría.

“Se pueden criticar los métodos singularmente agresivos de Erdogan, pero los dirigentes turcos ya lo hacían antes que él: siempre yendo más allá, tirando de la cuerda hasta el último momento y luego, cuando la cuerda está a punto de romperse, parando y haciendo las paces a quienes se ha insultado y criticado hasta la extenuación”, recuerda Didier Billion, director adjunto del Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas (IRIS) de París.

“Todas las reivindicaciones turcas no son legítimas”

Si las demostraciones de fuerza del Ejército turco –como el despliegue de una quincena de navíos en los alrededores de Kastellorizo en julio o la interceptación simulada de F16 griegos por aviones turcos a finales de agosto– impresionan, y ese es el objetivo, estas provocaciones, meticulosamente calibradas, no deben nada al azar. Tampoco las campañas de prospección de los barcos sísmicos y de perforación turcos.

“Dudo que todos los recursos aún por descubrir en el Mediterráneo oriental estén situados en zonas de importancia geopolítica estratégica. Y sin embargo, aquí es donde la compañía petrolera turca TPAO está centrando su búsqueda”, comenta Nikos Tsafos, analista de CSIS Energy, con sede en Washington. “Esta no es la forma de hacer una exploración seria. Los barcos de TPAO son más para probar algo en el plano político”, apunta Nikos Tsafos, analista de CSIS Energy, con sede en Washington.

Bajo la protección de la Marina turca, la TPAO multiplicó en 2019 las campañas de exploración frente a las costas de la República de Chipre, que Ankara no reconoce y a la que niega el derecho de explotar los yacimientos de gas descubiertos en su seno –Afrodita, Calipso y Glaucus-1– sin organizar previamente el reparto de dividendos con la RTCN.

Sin embargo, en los últimos meses los turcos han concentrado sus esfuerzos más al oeste: en Kastelórizo, cuya localización “corta” la vasta plataforma continental reclamada por Ankara; cerca de Rodas, en los confines de la misma plataforma tal y como fue definida en noviembre de 2019 por un acuerdo de delimitación marítima con Libia, que no reconoce ninguna ZEE en las islas griegas.

De hecho, el ejercicio de presión sobre Grecia parece potencialmente más beneficioso que los intentos de intimidación por parte de Ankara de Chipre, donde cualquier progreso parece estar condicionado a una hipotética reunificación de la isla. Frente a Grecia, “Turquía utiliza una política de fuerza tanto para demostrar que nunca aceptará la imposición unilateral de un reparto del Mediterráneo oriental sin ella, como para obligar a Atenas a entablar negociaciones bilaterales con ella”, resume Sinan Ülgen, director del centro de investigación turco EDAM.

Según este experimentado analista, Ankara quiere volver a poner en marcha las negociaciones exploratorias llevadas a cabo por los dos países entre 2002 y 2016, que se vieron interrumpidas por el fallido golpe de Estado, cuando Turquía acusó a Grecia de acoger a los golpistas que huían. “El objetivo de las negociaciones no es resolver el problema de inmediato, sino acordar un marco normativo que luego se someterá a un tribunal internacional para decidir”, precisa.

Ülgen subraya el relativo éxito de esta dura política, ya que las conversaciones “se revitalizaron el mes pasado, por iniciativa de Alemania”. Sin embargo, admite que las posiciones turcas, tal como se definen en el acuerdo con Libia, son deliberadamente “maximalistas”. “Al final deberíamos llegar a una mesa en la que Turquía conceda una ZEE limitada a islas como Rodas y Creta, mientras que Grecia tendrá que admitir que Kastelórizo no tiene derecho a ninguna plataforma continental”, mantiene el geopolitólogo.

En París, Didier Billion coincide con su colega turco. “Sabemos la tendencia bastante contraproducente de Erdogan que hay que añadir. Pero en cuanto a la sustancia, se debería mostrar un poco de razón y considerar que todas las reivindicaciones turcas no son ilegítimas”, dice. “Por lo que sé, el derecho marítimo internacional se aplica específicamente a las islas anglonormandas [que no tienen una ZEE] debido a su configuración geográfica”. 

El investigador dirige esta constantación en particular a Francia, que, entre el deseo de ajustar sus cuentas con una Turquía rival en Libia y Siria, y la esperanza de hacer avanzar su proyecto de defensa europea a través del expediente greco-turco, se ha puesto decididamente del lado de Grecia.

Efectivamente, el 12 de agosto, París envió dos cazas Rafale y dos buques de guerra para un refuerzo “temporal” junto a los griegos en el Mediterráneo oriental. La “política expansionista que mezcla el nacionalismo y el islamismo [de Erdogan] (...) no es compatible con los intereses europeos”, añadió Emmanuel Macron el 29 de agosto en las páginas del semanario Paris Match, recibiendo los elogios de los medios griegos progubernamentales para el “aliado” francés.

“Claramente prefiero la política actual de [la canciller alemana Angela] Merkel en este tema. Es la voluntad de bajar la presión, de intentar iniciar contactos, un diálogo. Creo que es el método correcto”, señala el investigador Didier Billion. “Espero que tenga éxito y que Macron pueda decir que es también gracias a nuestra política de firmeza que hemos logrado este resultado”.

Las autoridades griegas acogen con beneplácito la actitud de París, que “ha entendido que la política de Erdogan era en realidad una política estratégica de expansión y no simplemente una cuestión económica, como piensa Alemania”, resume el diputado Angelos Syrigos.

Detrás de esta presencia francesa, resurge la hipótesis de la adquisición del avión de combate Rafale por parte de Grecia. París quiere vender 18 Rafales, según varios medios de comunicación griegos conservadores o la agencia Reuters, que alude a “conversaciones” el 1 de septiembre. Sin embargo, todavía no hay una confirmación oficial.

Al mostrar su músculo, Erdogan puede tener una pequeña oportunidad de mover las líneas a favor de su país. Pero sus métodos también llevan dentro de ellos las semillas del fracaso. “El riesgo es que la retórica hipernacionalista de ambas partes mantenga a los Gobiernos como rehenes y que el conflicto se vuelva inmanejable”, advierte el director del centro de investigación turco EDAM Sinan Ülgen. “Si se va a resolver el conflicto, ambas partes deben estar preparadas para hacer concesiones. Esto no es lo que hace la retórica de la Patria Azul”.

De hecho, en Grecia, el diálogo parece imposible siguiendo esta doctrina. “No podemos negociar nada bajo amenaza, mientras Turquía permanezca en nuestras aguas territoriales”, concluye el diputado Angelos Syrigos.

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Traducción: Mariola Moreno

Leer el texto en francés:

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