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Kamala Harris, icono de la 'nueva América'

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Alexis Buisson (Mediapart)

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Sola en su tienda de ropa tradicional india, Farida Chowdhury no esconde que los tiempos que corren son difíciles. Global Mall, el centro comercial de las afueras de Atlanta (Georgia), donde se encuentra su pequeña tienda llena de trajes de colores llamativos, está prácticamente vacía desde hace meses debido al covid-19. Cuando se le pregunta qué piensa de Kamala Harris, se le ilumina la cara. “Es un gran orgullo”, afirma, mientras dobla las telas. “Y la gran esperanza para nuestra comunidad. Tenemos que volver a la normalidad”.

“Educada”, “trabajadora”, “centrada en la familia”, en la creciente comunidad india de la zona de Atlanta, la elección de Kamala Harris, nacida de padre jamaicano y madre india, está generando entre los afroamericanos un entusiasmo similar al de la victoria de Barack Obama, en 2008. Cuando asuma el cargo el 20 de enero, la senadora por California será la primera mujer negra y del sur de Asia en convertirse en vicepresidenta. En lugar de definirse por su raza o etnia, prefiere hablar de sí misma como “estadounidense”.

A diferencia de Barack Obama, hijo de una mujer blanca de Kansas y de padre keniata, al que durante mucho tiempo se cuestionó su identidad birracial, Kamala Harris no cultivó las mismas dudas. Se sintió cómoda con su herencia desde la infancia, según declaró a The Washington Post en febrero de 2019. Atribuye esa actitud a su “madre soltera inmigrante hindú que abrazó la cultura negra y sumergió a sus hijas en ella”, contaba en el periódico. “Kamala Harris creció abrazando su cultura india, pero viviendo una vida tremendamente afroamericana”.

A la edad de 56 años, la líder de un gobierno que nunca ha sido tan diverso desde el punto de vista racial, la mujer a la que sus partidarios llaman Aunty Kamala (Tía Kamala) cristaliza las esperanzas de esta “nueva América”, la de las minorías racializadas actuales que se convertirán en mayoría para 2050 (y que constituyen una parte cada vez mayor del electorado, actualmente el 31%).

“Su elección fue un momento increíble. Comprendí el significado de ello cuando vi la felicidad de mi hija de 9 años. Tenía 5 años cuando Hillary Clinton fue derrotada y todavía lo recuerda. Crecer con una vicepresidenta hoy va a marcar una gran diferencia en su vida”, asegura Udayrajan, fundador de una start-up indio-americana entrevistado a las puertas del Global Mall, cuyas tiendas del sur de Asia están desplazando a la comunidad india local.

“He visto a muchos indios americanos convertirse en gobernadores o similares. Son momentos importantes, pero no es nada comparable a ser vicepresidenta. Kamala Harris le demuestra a los hijos de los inmigrantes que todo es posible. Ven a alguien que se parece a ellos. Los hace sentir orgullosos y les enseña que pertenecen a este país”, prosigue. “Los indios americanos trabajamos duro cuando venimos a Estados Unidos para mejorar nuestras vidas y crecer en la sociedad”, añade Viren, propietario de una joyería en el Global Mall. “Kamala Harris ha seguido el mismo camino, manteniendo sus valores familiares. Ha trabajado duro y merece la vicepresidencia”.

El tirón de Kamala Harris es particularmente fuerte entre las jóvenes, tanto blancas como no blancas. Cuatro años después de la derrota de Hillary Clinton y su conmovedor mensaje de aliento a las jóvenes estadounidenses en su discurso de derrota, la futura vicepresidenta se esforzó por dirigirse a ellas durante toda la campaña, haciéndose selfies con adolescentes y mujeres jóvenes e incluso anunciando a un bebé recién nacido que iba a “convertirse en líder”.

Kamala Harris capturó el espíritu de la época: las adolescentes han sido la fuerza motriz del activismo durante la era Trump en áreas tan diversas como el control de armas, el clima y las protestas contra el racismo. Entre 2016 y 2017, la proporción de mujeres jóvenes demócratas (15-18 años) que dijeron que el “sistema político” no satisfacía sus necesidades subió 20 puntos (del 33 al 53%), mucho más que los adolescentes demócratas. Lejos de desentenderse, estas mujeres, sublevadas contra el trumpismo, se arremangaron: en 2017, el 28% de estas jóvenes aseguraron que habían participado (o tenían la intención de participar) en una movilización colectiva, 12 puntos más que el año anterior.

Para las mujeres negras, que se distinguen por su fuerte apoyo al Partido Demócrata, la llegada de Kamala Harris al poder tiene aires de consagración. Invisibles durante mucho tiempo a pesar de su papel en la lucha por los derechos civiles, también se distinguieron durante la época de Trump. En Alabama, un estado altamente republicano, su fuerte movilización condujo a la histórica victoria del candidato demócrata Doug Jones en el Senado de Estados Unidos en 2018.

En la vecina Georgia, la activista por los derechos civiles Stacey Abrams, que podría haberse convertido en la primera mujer negra gobernadora de un estado de Estados Unidos si su oponente republicano no hubiera trabajado para limitar el voto afroamericano, también ha irrumpido en la escena nacional. Su prolongada lucha contra la “supresión de votantes” (“voter suppression”), término que se refiere a los obstáculos a la participación de los votantes, como el cierre de los colegios electorales y la eliminación de las listas, fue decisiva para la victoria de Biden en Georgia, un estado que no había tenido elecciones presidenciales demócratas desde Bill Clinton en 1992.

Las mujeres negras también están detrás de varios movimientos sociales y políticos de la última década, incluido Black Lives Matter. No es casualidad. A ellas, todavía se les paga menos que a sus colegas blancos y trabajan en empleos más precarios. En los hogares donde los hombres suelen estar ausentes, actúan como pilares, a pesar de que tienen la tasa de mortalidad materna más alta de todos los grupos raciales de Estados Unidos.

Por si fuera poco, también están sujetas a los estereotipos que se han perpetuado desde el fin de la esclavitud, como el estereotipo de la “mujer negra enfadada” y se sienten obligadas a acatar los códigos establecidos por sus superiores blancos en el mundo corporativo, como dejar a un lado sus peinados naturales en favor de los cabellos lisos que se consideran más profesionales. “Las afroamericanas están atrapadas en estereotipos y sexualizadas desde una edad temprana”, apunta Sanidia Oliver-Stone, fundadora de la Escuela Morgan Oliver de Antirracismo en Atlanta, Georgia. “Hasta ahora, las chicas no blancas crecían sin ver a muchos abogados o médicos como ellas. Con Kamala Harris, finalmente verán en la televisión a alguien que se les parece”.

Kamala bajo el techo de cristal

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Traducción: Mariola Moreno

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