A sus 64 años, Kim se describe a sí mismo como un "abogado jubilado", aunque no ha dejado de trabajar. Tres días a la semana vende vino en una tienda de la acomodada zona de Blackheath, al sureste de Londres. "Me jubilé a los 60, pero caí en una depresión porque mis días estaban vacíos", dice. Hace unos seis meses entró en la tienda a comprar una botella y salió con un trabajo a tiempo parcial. "Trabajo 25 horas a la semana, y el horario es muy flexible", dice, satisfecho. No se ve retirándose definitivamente. Tiene previsto trabajar más allá de la edad actual de jubilación, 66 años.
Pero Kim ya se ha retirado oficialmente. Al menos en parte, a los 60 años, cuando dejó su bufete de abogados. Esto se debe a que el Reino Unido tiene un sistema de pensiones dual, diseñado para compensar una pensión pública que "no es muy generosa en comparación con las del continente", afirma Jonathan Cribb, Director de Pensiones del Instituto de Estudios Financieros (IFS).
En 2020, la edad de jubilación pública completa pasó de 65 a 66 años y debe pasar a 67 entre 2026 y 2028. Estaba previsto que pasara a 68 entre 2044 y 2046, pero el Gobierno estudia adelantarlo a 2035, para sanear las finanzas públicas.
Aunque el tabloide Daily Mail lo calificó de "bombazo", la discusión, que podría llegar a su punto álgido cuando se vote el presupuesto en marzo, no ha escandalizado a los británicos. “No creo que debamos oponernos a aumentar la edad de jubilación", afirma Steve, de 45 años y profesor de psicología. “De lo contrario, será la próxima generación la que pague por nosotros. O bien, no tendríamos que vivir tanto.”
“Siempre me lo he esperado", dice Esther, de 25 años. “Sé que trabajaré más años que mis padres y mis abuelos. No sé hasta qué edad, pero eso no es lo que más me preocupa y no me parece una prioridad. Lo que me gustaría ver es más acción por parte del gobierno para ayudar con el coste de la vida o mejorar el sistema sanitario".
Victoria, de 35 años, directora de un centro cultural en el norte de Londres, cree que retrasar la edad de jubilación "beneficiará sobre todo a los más pudientes, a los que pueden permitirse retirarse del trabajo cuando quieran y, por tanto, elegir por sí mismos la edad a la que quieren dejar de trabajar".
Todas las empresas deben establecer un plan de pensiones para la jubilación para sus empleados
Aquí es donde entra en juego el segundo sistema británico, la pensión de capitalización. "La mayor parte del ahorro que los trabajadores reservan para su jubilación es fruto de decisiones individuales, o pasa por fondos de pensiones creados por la empresa", explica Jonathan Cribb.
Todas las empresas del Reino Unido están obligadas a establecer un plan de pensiones (workplace pension) para sus empleados. Las cotizaciones mínimas son del 3 % del salario a cargo del empresario y del 5 % a cargo del trabajador. Esta pensión laboral puede abonarse a partir de los 55 años.
Esa es la elección de Kim, el comerciante de vinos. Lleva cuatro años ganando unas 1.500 libras (1.690 euros) al mes. Podrá jubilarse y cobrar una pensión pública en dos años, cuando cumpla los 66, pero tal vez no lo haga. “Seguir trabajando tiene ventajas fiscales", afirma Jonathan Cribb, "y hay que pagar menos cotizaciones.”
Según Stuart Lewis, presidente de Rest Less, una organización para personas mayores que quieren seguir trabajando, 1,5 millones de personas mayores de 65 años están actualmente empleadas o buscando trabajo en el Reino Unido, "el 40% de las cuales no tiene más remedio que seguir trabajando". Según la OCDE, el 12,8% de los mayores de 65 años tienen ingresos dos veces más bajos que la renta media; en Francia, el porcentaje es del 4%.
Pensiones públicas bajas
Esto se debe a que "las personas más pobres suelen tener problemas de salud que les impiden trabajar más tiempo", afirma Jonathan Cribb. Por tanto, no han podido cotizar tanto para sus pensiones de jubilación. Y la pensión pública no es lo bastante generosa para vivir cómodamente.
La cuantía de la pensión estatal es la misma para todo el mundo: 185,15 libras semanales (menos de 850 euros al mes) y 203,85 libras a partir de abril (unos 900 euros al mes), al inicio del nuevo ejercicio fiscal británico. La cuantía cambia cada año gracias al "triple bloqueo de la pensión", que consiste en aumentarla según el más ventajoso de tres criterios: un incremento del 2,5%, un aumento del nivel de inflación o un aumento de la renta media.
Los británicos saben que la pensión pública no suele ser suficiente para vivir decentemente. “En aquel momento no tenía por qué hacerlo, pero decidí cotizar para el plan de pensiones de mi empresa, y me alegro de haberlo hecho", dice Stuart, de 86 años. “En total, recibo el equivalente a 1.580 euros al mes”. Stuart es propietario de su piso y considera que puede vivir cómodamente con sus dos pensiones, la pública y la de jubilación. "Pero soy cuidadoso con mis gastos", dice.
Esa pensión pública, que es baja y no está calculada en base a los ingresos de toda la vida, no se cuestiona en el Reino Unido. “Es un sistema que se considera que beneficia a los más pobres", afirma Jonathan Cribb. “El Gobierno no gasta dinero en las pensiones de los más ricos en función de sus elevados ingresos.”
Pensiones privadas menos ventajosas
Desde que el Gobierno aprobó a toda prisa su reforma de 2011, que elevaba la edad de jubilación de 65 a 66 años, a pesar de una jornada de huelga seguida por dos millones de funcionarios, las pensiones rara vez suscitan mucho debate. El Gobierno propuso una reforma del sistema privado de pensiones el pasado 30 de enero, pero esta propuesta ha pasado aún más desapercibida que los debates sobre el retraso de la edad de jubilación a los 68 años. "La gente no entiende los distintos sistemas de pensiones", afirma David Blake, presidente del Instituto de Pensiones de la Bayes Business School de Londres.
La pensión pública tiene el mérito de ser sencilla. Las pensiones de empresa son múltiples y complejas. Stuart se siente afortunado porque la pensión de su empresa es "generosa". Estos fondos de pensiones han cambiado mucho en los últimos veinte años. En detrimento de los trabajadores.
Stuart se beneficiaba de un sistema llamado de defined benefit: cotizaba todos los meses y su empresa le prometía una mensualidad fija para el resto de su vida. En este sistema, todos los riesgos corren a cargo del empresario. El problema es que estos fondos de pensiones empezaron hace veinte años a registrar un déficit regular.
"Cuando había muchos más trabajadores cotizantes que pensionistas, el sistema funcionaba", explica David Blake. Pero en los años 90, la esperanza de vida dio un salto que los contables especializados, los actuarios de seguros, no habían previsto. Algunos fondos quebraron, dejando a los empleados con una pensión mermada.
Se pusieron en marcha sistemas para hacer frente a la emergencia; por ejemplo, el organismo regulador de pensiones británico estableció un sistema de compensación mínima. Pero el sistema ha cambiado: ahora los cotizantes saben cuánto pagan cada mes, pero no cuánto cobrarán cuando se jubilen. El importe varía en función de las vicisitudes de los mercados, y el dinero se invierte en fondos financieros, por defecto o a elección de los trabajadores.
Las empresas han pasado sin dramas de un funcionamiento que beneficiaba al trabajador a otro que beneficia al empresario.
Por lo tanto, es necesario tener ciertos conocimientos sobre los productos financieros y su nivel de riesgo para tomar una decisión con conocimiento de causa. “La mayoría de los trabajadores no están suficientemente informados sobre su funcionamiento ni sobre el sistema financiero", lamenta David Blake, “por lo que no obtienen todos los beneficios posibles.” Una vez más, quienes están acostumbrados a gestionar el dinero, a menudo los más ricos, están en mejores condiciones de hacer crecer sus inversiones.
Pero sobre todo, añade David Blake, los trabajadores no estaban suficientemente interesados en el sistema por lo que las empresas han pasado sin dramatismo de un funcionamiento que beneficiaba al trabajador a otro que beneficia al empresario.
Kim, a pesar de ser uno de esos trabajadores que vive decentemente, ha visto su pensión de jubilación "muy mermada" desde la crisis provocada por el Covid, pero también por las recientes decisiones políticas del gobierno que han sembrado el pánico en los mercados. Por ahora, Kim no está preocupado. Sigue percibiendo una pensión mensual, que él mismo ha fijado en 1.500 £. Pero sabe que dispone de una cantidad máxima de dinero, el importe de sus cotizaciones, que está sujeta a los vaivenes de los mercados.
"Estoy pensando en comprar una renta vitalicia", dice. Es otro mecanismo que añade más complejidad: para evitar transvasar todo el dinero disponible y quedarse sin la pensión de empresa si vive más de lo previsto, puede comprar una renta a una compañía de seguros.
"Le ingresas toda tu pensión privada y se compromete a pagarte una cantidad fija cada mes hasta que fallezcas", explica David Blake. En este caso, la aseguradora calcula la esperanza de vida del cliente para determinar el importe de la mensualidad. También es posible cobrar toda la pensión de jubilación de una sola vez, pero sólo el 25% del importe está exento de impuestos y existe el riesgo de gastarlo todo demasiado rápido.
Kim es muy consciente de esas opciones, pero no todos los trabajadores lo son. Cuando las personas se jubilan, el gobierno ofrece consultar con un servicio especializado. Pero las decisiones más ventajosas son las que se toman a lo largo de la vida laboral. “No es necesariamente un sistema justo", admite David Blake. “Pero no vivimos en un mundo en el que la estabilidad económica nos permita tener una visión a largo plazo. No existe un sistema sencillo que sea solvente.”
¿Es sostenible el sistema público de pensiones?
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Traducción de Miguel López