Pacto francoalemán contra el espionaje de EEUU (a falta de iniciativas mejores)

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Ludovic Lamant | Mediapart

Los que esperaban que las revelaciones de Edward Snowden dieran como fruto la creación de un Google europeo o, incluso, que supusiera la suspensión de las negociaciones para alcanzar un acuerdo de libre intercambio de datos con EEUU corren el riesgo de sufrir una decepción. Durante la primera jornada del Consejo Europeo, celebrado este jueves en Bruselas, apenas se ha conseguido dar forma a una “iniciativa francoalemana” que reclamará a Estados Unidos un “marco de cooperación”. Este código de buena conducta de los servicios de inteligencia de Washington deberá ver la luz “antes de finales de año”, según el calendario hecho público por François Hollande.

La cascada de informaciones publicadas estos últimos días sobre la envergadura del programa de vigilancia de EEUU en Europa, dio un vuelco al orden del día en la reunión en Bruselas, de ahí que en un primer momento pareciera que se iba a lanzar una ofensiva hasta ahora inédita. Poco después de dar comienzo la cena de jefes de Estado y de Gobierno, The Guardian publicaba una nueva entrega con relación a los servicios de espionaje norteamericanos; al menos 35 dirigentes mundiales han sido espiados por la NSA, la agencia de seguridad americana.

“El espionaje entre amigos es totalmente inaceptable”, ha manifestado Angela Merkel, cuyo teléfono móvil personal ha podido estar intervenido durante varios años. “En el futuro, las cosas van a tener que cambiar y van a tener que hacerlo completamente”, ha dicho. “Es necesario acabar con esto y exigir explicaciones”, ha manifestado, por su parte el presidente francés, tras denunciar “comportamientos y prácticas inaceptables”. Los dos jefes de Estado hablaron a solas durante un cuarto de hora, antes del inicio de la cumbre con el objetivo de fijar una posición común sobre el asunto.

No obstante, más allá de la indignación mostrada de cara a la galería, los Veintiocho países de la Unión Europea no han llegado a un acuerdo sobre la estrategia que debían adoptar en el debate, celebrado a puerta cerrada. Mientras que el tándem francoalemán ponía en marcha una nueva estrategia de juego, el movimiento británico —que ha espiado a los europeos estos últimos años por encargo de Washington—, complica la jugada.

En una breve declaración extremadamente prudente, Herman Van Rompuy, presidente del Consejo Europeo, aludió a las “profundas preocupaciones” de los países miembros, pero sin llegar a condenar explícitamente los métodos empleados por Washington. Los Veintiocho no han exhortado formalmente a Washington a poner fin al espionaje europeo.

Los dirigente también rechazaron suspender las conversaciones, iniciadas en junio, para crear un “gran mercado transatlántico”. La hipótesis, sin embargo, sí que había vuelto a estar sobre la mesa el jueves a iniciativa de dos pesos pesados del SPD alemán. Por parte, inicialmente, de Sigmar Gabriel, probable futuro número dos del Gobierno de coalición de Angela Merkel, y de la mano Martin Schultz, después, actual presidente del Parlamento Europeo. Ambos han pedido que se frenen las negociaciones, hasta ese momento consensuadas completamente con Berlín.

El tema es todavía más sensible si cabe por cuanto los americanos están presionando, desde el inicio, para incluir en estas negociaciones comerciales la transferencia de datos de carácter personal —oficialmente excluidas de las negociaciones—. En este sentido, François Hollande, durante la rueda de prensa de la semana pasada, se limitó a advertir: “Si no se llega a buen puerto [en el marco de la cooperación] de aquí a finales de año, tendremos que tomar medidas, aunque todavía no nos hallamos en ese punto”.

Sorprende la prudencia del jefe de Estado francés, sobre todo porque el pasado 8 de julio, François Hollande sugirió la suspensión de las negociaciones comerciales. Por su parte, Angela Merkel se ha mostrado más clara en todo momento. La canciller cree que en estos momentos es más importante alcanzar un acuerdo para reconstruir la confianza entre los dos socios.

Los jefes de Estado y de Gobierno también han evitado tomar una decisión en lo que se refiere a otro tratado no menos importante; el acuerdo sobre el “seguimiento de la financiación del terrorismo” —conocido como acuerdo SWIFT—, que autoriza a Washington, desde 2010, a acceder a los datos bancarios de los ciudadanos europeos, en nombre de la lucha contra el terrorismo. El miércoles pasado, en Estrasburgo, los eurodiputados decidieron, por una mayoría justa, una resolución que pedía la suspensión de dicho pacto, después de que el escándalo Prism dejara en evidencia sus puntos débiles. La decisión estuvo en manos de los Veintiocho el jueves, pero no recogieron el guante.

Los europeos se espían entre ellos

Otro punto sensible son los dos textos, ambiciosos, que están elaborándose sobre la protección de los datos y que fueron adoptados por una amplia mayoría el lunes, en el seno de una Comisión del Parlamento Europeo. Esta ley permitirá sancionar a las empresas americanas que transfieran datos de ciudadanos europeos a Estados Unidos, sin contar con la autorización previa de las autoridades europeas. Dichas sanciones pueden suponer hasta el 5% de su volumen de negocio mundial.

En este sentido, Herman Van Rompuy advirtió que no era previsible lograr un acuerdo antes de 2015. Ahí también nos encontramos ante un paso atrás en una iniciativa impulsada en el seno de la Comisión Europea, pero que divide a los países. Los eurodiputados esperaban alcanzar el consenso “antes de mayo de 2014”, es decir, en víspera de las elecciones europeas. Posponerlo a después del escrutinio es muy arriesgado.

En lo que se refiere al comportamiento de los servicios de espionaje americanos, los europeos no dejan de pedir “explicaciones”, “cuentas” y otras “aclaraciones”. Se trata de “confirmar” al grupo de trabajo —constituido en julio, tras conocerse las primeras revelaciones de Edward Snowden, e integrado por expertos americanos y europeos—. El problema es que este famoso grupo solo se ha reunido a día de hoy… en dos ocasiones en tres meses, a decir de uno de sus integrantes, en una respuesta formulada por la Comisión de libertades civiles del Parlamento Europeo en octubre. A día de hoy no ha dado ningún fruto.

Al inicio del Consejo a finales de la tarde del jueves, Elio di Rupo, el primer ministro belga, había advertido de que no había que esperar decisiones firmes, sino una “metodología común”. Igual que sus homólogos, el dirigente socialista sabe hasta qué punto las fracturas son graves en el seno de los Veintiocho. Sabe que el voluntarismo del tándem francoalemén en estos asuntos no es compartido por todos. Gran Bretaña, Irlanda, los Países Bajos o Suecia están a la defensiva.

Para muchos Estados miembros, la información es la competencia por excelencia. Por lo que no se trata de que la UE venga a meter su nariz en este asuntos sensibles. A esto hay que sumarle la preocupación económica que ronda a algunos países miembros; Londres o Dublín no quieren contrariar a los gigantes americanos de internet, que han establecido su sede en esos territorios.

Sin embargo, el asunto más delicado es de índole política, sin lugar a dudas. Las revelaciones de Edward Snowden favorece el espionaje entre los países europeos. Entre las últimas piezas de un puzle que da vértigo, dos artículos de prensa dan cuenta de la cooperación de los servicios suecos de la FRA con la agencia de seguridad americana, la NSA, que obtuvo acceso a los cables submarinos del mar Báltico, utilizados para la transmisión de datos al continente.

Pero, sobre todo, es fundamental el papel de Gran Bretaña, en el seno del sistema de vigilancia americano, tal y como se ha ido confirmando con el paso de las semanas. Edward Snowde ya había advrtido, en la entrevista que concedida en junio a The Guardian, que “el GCHQ es peor que los americanos”. “Este servicio británico de información electrónica (Government communications headquarters) se ha encargado de llevar a cabo la operación Tempora. Desde 2011, almacena, por orden de EEUU, datos —conversaciones telefónicas, correos electrónicos, páginas de internet— que circulan por los cables que unen Europa con América y todo ello con la colaboración de empresas privadas como Vodafone o British Telecom. A cambio de dinero de EEUU —100 millones de libras esterlinas, es decir 118 millones de euros de 2010 a 2013—, se llevan a cabo ciertas misiones en el continente.

Según un artículo publicado en el semanario italiano L'Espresso, a partir de documentos de Snowden, los británicos habrían espiado a los italianos, en el marco de la operación Tempora, por encargo de los americanos: se interceptaron datos de tres cables de fibra óptica que pasan bajo las aguas de las costas de Sicilia.

En septiembre, Spiegel informaba ya de la intrahistoria de la operación socialista, nombre en clave de un ciberataque llevado a cabo por la GCHQ contra Belgacom, el grupo de telecomunicaciones belga, que se ocupa, especialmente de las comunicaciones en las instituciones europeas… Para llevar a cabo esta filtración, los servicios británicos recurrieron al saber hacer de una empresa americana.

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Con una salvedad, que el papel clave de Londres, a día de hoy, apenas se ha mencionado en Bruselas. Incluso en el seno del Parlamento Europeo —la institución que se ha mostrado más a la ofensiva en estas cuestiones desde hace cuatro meses—, el papel de Gran Bretaña prácticamente ha quedado silenciado. Esto explica en buena medida las dificultades de que una cumbre europea como la del jueves diera como resultado otra cosa que no fuese un comunicado indigno. Durante la rueda de prensa de esa tarde, François Hollande también se refirió a la necesidad de adoptar un “código de buena conducta”, entre europeos. Efectivamente, quizás habría sido necesario empezar por ahí.

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Traducción: Mariola Moreno

Los que esperaban que las revelaciones de Edward Snowden dieran como fruto la creación de un Google europeo o, incluso, que supusiera la suspensión de las negociaciones para alcanzar un acuerdo de libre intercambio de datos con EEUU corren el riesgo de sufrir una decepción. Durante la primera jornada del Consejo Europeo, celebrado este jueves en Bruselas, apenas se ha conseguido dar forma a una “iniciativa francoalemana” que reclamará a Estados Unidos un “marco de cooperación”. Este código de buena conducta de los servicios de inteligencia de Washington deberá ver la luz “antes de finales de año”, según el calendario hecho público por François Hollande.

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