Pese a no alcanzar la mayoría absoluta, la victoria de la coalición de centroderechas se veía venir. Tal vez, lo sorprendente en las elecciones legislativas del domingo 4 de octubre haya sido la magnitud de la derrota del PS, aunque paradójicamente otorga al partido de António Costa un papel clave en el Parlamento de la República, donde las formaciones de izquierda cuentan ahora con una ventaja aritmética pese a no poder gobernar juntos. De modo que, la excepción portuguesa, que ha permitido al Ejecutivo saliente sobrevivir después de cuatro años y medio de “austeridad” bajo “intervención” extranjera, no desentona en el maltrecho panorama de la socialdemocracia europea.
Según se desprende de los resultados casi definitivos del escrutinio, la coalición formada por el PSD del primer ministro Pedro Passos Coelho y el CDS de su socio de Gobierno Paulo Portas obtuvo el 38,55% de los votos, y 104 diputados, lejos de los 116 escaños que suponen la mayoría absoluta. Sin embargo, el revés del PS es tan evidente –sólo ha conseguido el 32,38% y 85 diputados– que el presidente de la República Anibal Cavaco Silva, cuyo papel se revela decisivo en el periodo de incertidumbre política que ahora se abre, en buena lógica debería instar al jefe del Gobierno saliente a formar gobierno en minoría.
Esta situación no es nueva, ya se ha dado en varias ocasiones desde que en el periodo 1974-75 se restableció la democracia. La jornada electoral del domingo estuvo marcada por una abstención récord (del 43,07%), superior incluso a la registrada en 2011, de ahí que el mandato de los “vencedores” que ahora se abre se antoja precario y, sin lugar a dudas, provisional.
Ya el mismo domingo por la noche, Pedro Passos Coelho, que aludió a su “victoria indiscutible”, hizo un llamamiento a António Costa, aludiendo al “europeísmo” del PS y al respeto “de las reglas de la zona euro” que constituyen el patrimonio común de los partidos del “bloque central” que se han alternado en el poder desde el final del proceso revolucionario. “No dejaremos nunca de ir al encuentro de los socialistas”, señaló.
Para muchos, la derrota del PS es la de su líder, quien proclamó su intención de mantenerse en el cargo, pero cuya suerte se ve claramente cuestionada. La táctica consistente en mantener un discurso de campaña radical, descartando por ejemplo el apoyo a los presupuestos de 2016, en caso de que la coalición saliente reeditase el gobierno, no permitió apelar al “voto útil” de izquierdas, tal y como puso de manifiesto el fuerte aumento del Bloco (el bloque de izquierdas) en la recta final. Un avance que los sondeos no detectaron, pese a la muy buena campaña llevada a cabo por su portavoz, Catarina Martins. Esta formación de la “izquierda de la izquierda”, que obtuvo el 10,22% de los votos emitidos, ha alcanzado un resultado “histórico”.
Por vez primera, adelanta a la CDU, formación frentista en la que se integra el Partido Comunista portugués, no solo en votos (el 8,27% que suele obtener el PCP), sino también en número de escaños (19 frente a 17), al lograr un grupo parlamentario con más del doble de diputados. Supone una humillación para el líder de los comunistas, Jeronimo de Sousa, que ha llevado a cabo una campaña muy centrada en su figura. Por el contrario, el fracaso es atronador para las numerosas pequeñas formaciones “alternativas” que se erigían en herederos lusitanos de Syriza o de Podemos. Si ha existido el llamado “voto útil”, ha estado a la izquierda de la izquierda y ha ido a parar al Bloco. El único “minipartido” que ha salido airoso, con el 1,39% de los sufragios y un diputado por Lisboa, es el PAN (Personas, Animales, Naturaleza), formación ecologista independiente, después de que los Verdes oficiales concurrieran en las filas de la CDU.
Todas las contradicciones de que ha hecho gala el PS –radicalismo verbal, pero un programa a fin de cuentas muy moderado sobre todo en lo que respecta al futuro del estado del bienestar– se ponían de manifiesto en las palabras que António Costa pronunció tras la derrota, una suerte de “ni ni”. “Que nadie cuente con nosotros para permitir a la coalición seguir con sus políticas como si fueran las nuestras, ni cuente con el PS para formar un cártel del no sin condiciones para crear una alternativa de Gobierno”. Tras las invitaciones veladas del Bloco y del PCP para derrotar a la derecha en el Parlamento, António Costa expresó su rechazo a las “mayorías negativas” e insistió en el respeto a los compromisos europeos del país. Asimismo, añadió que el PS asumía “plenamente la responsabilidad de garantizar que la voluntad de los portugueses no se pierda en la imposibilidad de gobernar, el vacío o la alienación”. Difícil de entender.
La cuestión europea divide a la izquierda portuguesa
Efectivamente, la cuestión de Europa y de la moneda única se revela un obstáculo infranqueable en las vías de cooperación entre las tres formaciones de izquierdas y que sumarán 121 diputados en la nueva Cámara. Más allá de las peticiones de principio contra la “austeridad” y en favor de la anulación o de la renegociación de la deuda pública del país (que representa el 130% del PIB), la izquierda de la izquierda o es ambigua (el PCP), o se encuentra internamente dividida (el Bloco) en lo que concierne al futuro del país en el seno de la zona euro.
A nivel institucional, la situación está clara. No es posible celebrar nuevas elecciones antes de seis meses y, en cualquier caso, el jefe del Estado no puede ejercer su derecho de disolver las Cámaras en el último semestre de su mandato, que expira en marzo. Anibal Cavaco Silva no ocultaba que a falta de mayoría absoluta en uno u otro partido del llamado “bloque central”, se mostraría partidario de una gran coalición de la centroderecha y del centro izquierda.
También habrá que tener en cuenta la presión de los mercados y de los socios europeos, sobre todo de Alemania, país que también tiene un gobierno de coalición y que prestó fondos al PS portugués, para garantizar que prosigue el esfuerzo en la recuperación de las cuentas del país. Lo que conlleva al menos que el grupo socialista se abstendrá para permitir que se adopte del programa del nuevo ejecutivo y el presupuesto para 2016, que debe alcanzar el objetivo del déficit presupuestario, por debajo del fatídico 3% del PIB.
De que en el seno del PS portugués se aclaren, entre su retórica “radical” que ha fracasado y la moderación programática que refleja el centro de gravedad del partido, se encuentra la llave de la situación política al menos hasta primavera, cuando llegue un nuevo inquilino al palacio presidencial de Belem. Y pasa probablemente por la salida de Antonio Costa. El exalcalde de Lisboa basó su toma de posesión, en detrimento de José Antonio Seguiro, en los resultados mediocres que el PS obtuvo en las últimas elecciones europeas. Desde el domingo, los seguristas piden la cabeza de Costa.
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Pero por encima de las cuestiones personales, de interés limitado, la derrota del PS portugués plantea nuevamente la cuestión espacio que le queda a la socialdemocracia cuando no hay mucho más margen dado que el estado del bienestar ha quebrado de facto.
Antes de la crisis financiera de 2007-2008, la respuesta del Gobierno de José Sócrates supuso una huida hacia adelante en el gasto público y en la multiplicación de las CPP (colaboraciones publico-privadas) cuya factura se ha revelado ruinosa para las finanzas del país. Las desventuras personales del número 44 número 44(en alusión a la celda que ocupó el ex primer ministro en la cárcel especial de Évora en la que permaneció confinado durante nueve meses acusado de corrupción) garantizan que la experiencia no se olvide, lo que puede haber contribuido a la derrota del PS. Una parte del pasado a la que los socialistas portugueses también deberán hacer frente.
Traducción: Mariola Moreno
Pese a no alcanzar la mayoría absoluta, la victoria de la coalición de centroderechas se veía venir. Tal vez, lo sorprendente en las elecciones legislativas del domingo 4 de octubre haya sido la magnitud de la derrota del PS, aunque paradójicamente otorga al partido de António Costa un papel clave en el Parlamento de la República, donde las formaciones de izquierda cuentan ahora con una ventaja aritmética pese a no poder gobernar juntos. De modo que, la excepción portuguesa, que ha permitido al Ejecutivo saliente sobrevivir después de cuatro años y medio de “austeridad” bajo “intervención” extranjera, no desentona en el maltrecho panorama de la socialdemocracia europea.