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Durante el último año, sus comparecencias han sido innumerables, desde audiencias aplazadas hasta solicitudes de libertad provisional denegadas. El pasado 3 de junio se le pudo ver en el banquillo, irreconocible, en el 57º día de una huelga de hambre que pone su vida en peligro; piel y huesos, rasgos demacrados, postrado en la silla, incapaz de mantenerse erguido, sacudiendo la cabeza, rodeado por altos responsables policiales, como el peor de los criminales.
Soulaimane Raissouni, editorialista de pluma libre y afilada y de elocuencia implacable, el último en Marruecos en atreverse a criticar directamente a la monarquía, su corrupción, sus tendencias tiránicas y la injusticia social en la que se basa, se debate ahora arbitrariamente, entre la vida y la muerte. El redactor jefe del diario en lengua árabe Akhbar al Yaoum, asfixiado por el régimen y obligado a cerrar hace tres meses, es una sombra de lo que fue. Lleva más de un año en régimen de aislamiento en la prisión de Oukacha, en Casablanca, y ha perdido casi 40 kilos.
Su vida pende de un hilo y su joven esposa, Kholoud, ya prepara su duelo. En un gesto desesperado, un grito de rebeldía contra la indiferencia, la semana pasada publicó en las redes sociales la imagen del que será el sudario blanco de su marido. Souleimane Raissouni no verá crecer a su hijo, que ahora tiene 18 meses.
La vida de este talentoso periodista dio un vuelco el 22 de mayo de 2020, cuando un escuadrón de policías vestidos de civil lo detuvo brutalmente, al amanecer, en su casa de Casablanca. Sin ninguna citación ni orden oficial, con la sola presencia de las cámaras de televisión, alertadas para la ocasión. Tuvo que esperar varios días antes de que se le notificaran los cargos que se le imputaban: “atentado contra el pudor” y “secuestro”.
Unos días antes, la Justicia se hacía cargo de las acusaciones vertidas en su contra el 14 de mayo de 2020, en la red social Facebook, por un activista LGBT. El activista, que utilizó el seudónimo de Adam Muhammed, denunció haber sido objeto de “un intento de violación en 2018” en la casa del periodista, sin nombrarlo.
Originario de Marrakech, el joven estaba en casa de los Raissouni por invitación de Kholoud, que entonces trabajaba en un documental sobre la condición de las personas LGBT en Marruecos, donde la homosexualidad está castigada con entre seis meses y tres años de cárcel. Contactado en varias ocasiones por L'Humanité y Mediapart (socio editorial de infoLibre), no atendió a nuestras llamadas, ni respondió a las preguntas que le transmitimos por escrito.
Souleimane Raissouni niega tajantemente estas acusaciones. Un testigo corrobora su versión: la empleada de hogar presente ese día. Los abogados de la defensa han pedido repetidamente al juez de instrucción que le tome declaración, pero se negó categóricamente. El joven activista LGBT sólo denunció una vez detenido el periodista, cuyo arresto había sido anunciado antes, a toque de corneta, según un procedimiento bien establecido, por los asesores de comunicación del régimen.
El sitio web Barlamane, la voz de los servicios de inteligencia, anunciaba el 20 de mayo un “escándalo vergonzoso” y exigió que el periodista, calificado de “desequilibrado”, rindiera cuentas ante la Justicia. “La pregunta es a qué espera abrir una investigación”, podía leerse en su columnas, en alusión a la Fiscalía.
“¡Pequeña Soulaiminette, esta es la penúltima advertencia antes de destruirte”, amenazaba, tres días antes, el sitio web Chouf TV, verdadero órgano del régimen y de su trabajo sucio, prometiendo el “sacrificio” del editorialista con motivo la Fiesta del final del ayuno, la gran fiesta del final del Ramadán, que ese año se celebró el 24 de mayo. Promesa cumplida...
Estos medios, conocidos por difamar por encargo, llevaban meses vilipendiando a Raissouni. ¿La razón? Sus duros editoriales, de los que no se salvaba ni el rey ni sus guardaespaldas, ni el todopoderoso jefe de los servicios de seguridad, Abdellatif Hammouchi, en el punto de mira en Francia por las denuncias de tortura y cuya citación por la Justicia francesa durante una de sus estancias parisinas desencadenó, en 2014, una tormenta diplomática entre París y Rabat.
También le persiguen por su defensa del periodista Omar Radi, procesado éste por “espionaje” y por “atentar contra la seguridad del Estado”, a raíz del escándalo provocado por las revelaciones de Amnistía Internacional sobre el uso, por parte de las autoridades marroquíes, del programa informático de espionaje israelí Pegasus para vigilarle, y posteriormente acusado a su vez de violación.
Y, además, por su apoyo inquebrantable a su sobrina, Hajar Raissouni, de 29 años, también una talentosa periodista de Akhbar al Yaoum. La joven fue condenada el 30 de septiembre de 2019, a partir de informes médicos falsificados, a un año de prisión por “aborto ilegal, relaciones sexuales ilícitas, libertinaje”, tras ser detenida a la salida de una consulta de ginecología. Tras las protestas suscitadas en Marruecos y en el extranjero por su encarcelamiento, Hajar Raissouni quedó en libertad el 16 de octubre, gracias a un indulto real.
Esta “estrategia sexual” para aniquilar a opositores y periodistas y acallar las voces críticas ya hizo caer a una de las figuras de Akhbar al Yaoum: su director, Taoufik Bouachrine, condenado un año antes a 12 años de cárcel tras un juicio considerado “injusto” por el Grupo de Trabajo de la ONU sobre la Detención Arbitraria por “tráfico de seres humanos”, “abuso de poder con fines sexuales”, “violación e intento de violación”. La pena se vio agravada, tras ser recurrida, siendo finalmente condenado a 15 años de prisión.
En el caso Bouachrine, de los 15 denunciantes de los que inicialmente habló la prensa marroquí, ocho se negaron finalmente a declarar contra él o se retractaron abiertamente. Uno de ellos, Afaf Bernani, fue incluso condenado por ello, “falsificación de actas”, seis meses de prisión. Desde el exilio, la mujer insta ahora al régimen marroquí a “dejar de utilizar las acusaciones de agresión sexual para silenciar a los opositores”.
Durante el juicio a puerta cerrada, que duró varios meses, otros testigos que se retractaron de sus declaraciones acabaron entre rejas. Fue necesario emitir órdenes de detención para obligar a algunos de los denunciantes a subir al estrado. Una mujer que fue presentada como “víctima” de Bouachrine se negó a comparecer ante el tribunal y fue hallada escondida en el coche de un testigo...
En el caso Raissouni, los investigadores no escatimaron esfuerzos para tratar de recoger otras denuncias y acumular delitos que convirtieran al editorialista en un depredador sexual. En vano. El propio denunciante, ante el calvario del periodista, reitera ahora su apego por el “derecho a la vida" y sus abogados no se oponen a que Raissouni comparezca en libertad. En la vista del 3 de junio, el juez hizo caso omiso de estos recursos y dictaminó que Raissouni, que según él se encontraba "en buen estado de salud", podía seguir en prisión. Se rechazó el peritaje médico solicitado por la defensa.
En los últimos días se han alzado muchas voces en Marruecos instando a Soulaimane Raissouni a poner fin a su huelga de hambre, su último recurso para denunciar la apisonadora de una Justicia reducida a instrumento de represión. Kholoud conoce a su marido, no lo dejará. “Libertad, justicia o muerte”, repite el periodista.
La preocupación es mayor aún por cuanto, desde el acuerdo alcanzado con el expresidente estadounidense Donald Trump –el reconocimiento de la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara Occidental a cambio de una normalización de las relaciones con Israel- el régimen marroquí cree gozar de “omnipotencia diplomática”, analiza un observador. El actual tira y afloja con España y Alemania para obtener de la Unión Europea el mismo reconocimiento que Estados Unidos así lo demuestra.
Marruecos gendarme de la fortaleza Europa, llevó el chantaje al extremo al lanzar el lunes 17 de mayo a miles de migrantes, muchos de ellos menores, hacia el enclave español de Ceuta, ese enclave europeo en África, herencia de la época colonial. Pero esta vez, el chantaje ya no funciona, ni siquiera entre los aliados más complacientes, como Francia. El 10 de junio, el Parlamento Europeo podría adoptar una resolución de condena a Marruecos por violar los derechos humanos, especialmente de los derechos de los niños. Algo que no ha ocurrido desde hace años.
“La virilización del régimen marroquí en el frente diplomático, su desprecio interno por los derechos humanos no es un signo de fortaleza, es un signo de debilidad. La Unión Europea y Estados Unidos deben reaccionar, porque el régimen sólo entiende el equilibrio de poder internacional”, afirma Aboubakr Jamai, figura destacada del periodismo de investigación y fundador de Le Journal, una de las aventuras de prensa más audaces de las últimas décadas, ahora refugiado en Francia.
En París, donde la monarquía marroquí ha tejido una sólida red de diplomacia paralela en el corazón de la élite política, mediática, económica y cultural, el silencio es abrumador. La detención de Soulaimane Raissouni suscitó incluso aplausos en la prensa francesa. Como los de un periodista de Marianne, que se alegró, el 29 de mayo de 2020, del encarcelamiento de un "tartufo islamista”, imputando al periodista los compromisos de su hermano, el muy conservador Ahmed Raissouni, vinculado a los Hermanos Musulmanes, presidente de la Asociación Internacional de Ulemas, y enemigo declarado de los derechos de las personas LGBT y de las libertades individuales. “Es obvio que esta elegante colada se verá mancillada por los exabruptos de la periodista", se mofó.
La familia Raissouni, que procede de una prestigiosa línea de eruditos refractarios a la arbitrariedad de la monarquía, cuenta en sus filas con islamistas, activistas de izquierda, defensores de los derechos humanos y feministas cuya valentía infunde respeto, como Hajar Raissouni, ahora refugiada en Sudán, y que se dio a conocer como periodista al cubrir la revuelta popular violentamente reprimida en el Rif en 2016. Los procesos desplegados para desacreditar a aquellos de sus miembros comprometidos en el debate público son de baja estofa.
Sin embargo, ningún dirigente político se indigna por la suerte reservada a Soulaimane Raissouni, como a todas las voces libres que se apagan en las cárceles de Mohamed VI. Sólo el eurodiputado Raphaël Glucksmann se dirigió a los “carceleros” en la red social Twitter: “57 días de huelga de hambre y a punto de morir, si su grito topa con nuestro silencio. Seamos el eco de Soulaimane Raissouni. De Omar Radi. Periodistas y activistas marroquíes encarcelados”. En la cárcel de Oukacha, Omar Radi, que también está muy débil, sigue pidiendo incansablemente visitar a su colega. Semana tras semana, le deniegan la petición.
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Traducción: Mariola Moreno
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