En pleno mes de agosto y a las puertas de un puente, esta semana ha sido imposible no asomarse a la vida de Álvaro Morata y Alice Campello. Con la actualidad política en stand by y huérfanos tras el final de los Juegos Olímpicos, ha sido prácticamente imposible escapar de los detalles que se han ido desgranando a través de redes sociales y de revistas y programas del corazón de la ruptura entre el futbolista y la influencer. El pasado lunes, la pareja, que tiene cuatro hijos y varias empresas en común, confirmó su separación a través de sendos comunicados en historias de Instagram sorprendiendo a sus más de veinte millones de seguidores que hacía solo tres semanas daban me gustas a idílicas y románticas instantáneas de los dos durante sus vacaciones.
"Mi razón de ser", afirmó el deportista en un vídeo que compartió en Instagram besando a Campello y a sus hijos tras la victoria de España en la Eurocopa el 14 de julio. "Love of my life (el amor de mi vida)", escribieron el 22 de julio en una galería compartida por ambos a bordo de un yate, con vídeo de un beso incluido. Pero todo cambió este 12 de agosto tras los comunicados de ruptura en los que, a pesar de los rumores de infidelidades por parte del futbolista que acaba de fichar por el AC Milán, se apuntaron "incomprensiones continuas que poco a poco desgastan las cosas".
"No idealicemos lo que vemos en redes… No es oro todo lo que reluce" o "son el ejemplo de la falsa felicidad y el postureo de las redes sociales", fueron algunos de los mensajes que se viralizaron el pasado lunes tras conocerse la ruptura. En previsión de esta oleada de críticas, la propia Campello apuntó en su comunicado que "no quiero que penséis que nada de lo que habéis visto en las fotos de Instagram que hemos estado poniendo es mentira. No nos hemos podido querer más y seguimos haciéndolo".
¿Por qué tendemos a idealizar estas relaciones que observamos a través de redes sociales? "No hay que idealizarlo porque a veces es realidad, pero otras puede ser reality show", comentó en un vídeo la periodista Núria Marín. Los expertos consultados por infoLibre apuntan a cinco factores.
Uno de los más importantes es el sesgo de positividad. "Las personas tienden a compartir en las redes sociales los aspectos más agradables y exitosos de sus vidas, dejando fuera los conflictos, inseguridades y problemas cotidianos", sostiene Oliver Serrano, psicólogo especializado en comunicación digital y director del Máster en Psicología General Sanitaria de la Universidad Europea de Canarias. Para este experto, esto crea "una representación distorsionada de la realidad que fomenta una percepción idealizada".
Además, el propio sistema, las propias redes, penaliza el contenido negativo. "Aquel que muestra situaciones adversas en la vida cotidiana, como es la soledad, la tristeza o incluso estados depresivos, está comprobado que no consigue acaparar ni la mitad de interés", explica María Garzón, socia fundadora y responsable de marca personal, mujer y liderazgo en iMADES Communication.
También hay que tener en cuenta la influencia de la teoría de la comparación social por las que las personas evalúan sus vidas y relaciones confrontándolas con las de los demás creyendo que son mejores o más felices que las suyas propias. "Cuando estas comparaciones se realizan en el contexto de las redes sociales, donde la vida de los otros se presenta de manera filtrada y embellecida, podemos experimentar sentimientos de insatisfacción, ansiedad o envidia al percibir que nuestras relaciones no alcanzan esos niveles ideales", reconoce Serrano. "Pensamos que es mucho mejor y más perfecta su vida que la nuestra, e intentamos imitar a toda costa lo que vemos sin conocer su historia personal, quedándonos solo con lo que nos quieren mostrar. Con lo cual tenemos una imagen sesgada a nuestro deseo, que es lo que idealizamos", afirma Marta Foix, psicóloga de Siquia.
Esto está además muy relacionado con la búsqueda de aprobación social. "Ver relaciones aparentemente perfectas refuerza nuestras expectativas sobre cómo deberían ser las nuestras", apunta Serrano que recuerda que, en estos casos, no se tiene en cuenta que lo que vemos es "solo una parte seleccionada de la vida de esas personas". "Las redes sociales, pese a lo que muchas personas creen de forma errónea, no son un espejo objetivo de la realidad de las personas. Y menos en el caso de los perfiles de personas famosas, quienes emplean estas plataformas para aumentar su popularidad", señala María Garzón.
Y, por último, la pervivencia aún de la utopía del amor romántico alentada ahora por Instagram pero enraizada antes por las telenovelas y los príncipes azules. "Las fotografías que atestiguan a través de las redes sociales que existe tienen un mayor engagement por suplir de alguna manera las carencias emocionales y afectivas que tienen especialmente aquellas personas que son inseguras, que están atravesando por una situación difícil o que en cierto grado son inmaduras, pues les hace evadirse de la realidad e idealizar la creencia de pareja perfecta", reconoce María Garzón.
El cóctel perfecto: disonancia cognitiva, proyección de inseguridades y la propia pareja
En el caso de Morata y Alice Campello, se cumplen estos cinco factores a la perfección y de ahí el shock entre sus millones seguidores. Solo en Instagram, el futbolista tiene casi 23 millones de seguidores y la también modelo y empresaria casi cuatro. "Una comunidad de seguidores muy amplia en redes sociales que están pendientes de cada segundo de su actualidad profesional y cotidiana", recuerda María Garzón. Lo que se traduce, por tanto, en una gran atención mediática generada, además, por varias causas. "Nos convertimos en partícipes de su vida, de la cual opinamos, evaluamos, y criticamos, como si fuera nuestra relación de pareja", explica la psicóloga Marta Foix.
Por un lado, por la disonancia cognitiva. "Ambos son figuras públicas y han compartido regularmente momentos de su vida personal en las redes sociales creando una narrativa pública sobre su relación", argumenta Oliver Serrano que señala que se crea "una conexión emocional y de familiaridad" al consumir "esta narrativa" que genera "un gran interés" y que genera una "aparente contradicción" que provoca que el público busque entender "qué sucedió y cómo encaja esto en la narrativa que han seguido, lo que genera una mayor curiosidad".
Pero también se genera la necesidad de conocer más sobre esta ruptura por una proyección de las propias inseguridades. "La ruptura de una pareja idealizada puede desencadenar reflexiones internas sobre las propias relaciones, lo que contribuye al interés general", apunta Serrano.
Y, por otro, el propio momento vital de la pareja. Morata, tras el triunfo de la selección en la Eurocopa, puso en el ojo a toda su familia al compartir la victoria con ellos. "Proyectaban una imagen de solidez", asegura María Garzón que recuerda además que "vivimos en un país en el que a la gente le encanta elucubrar con posibles explicaciones ante inesperados sucesos de interés público".
No son los primeros (ni los últimos)
Aunque Morata y Alice Campello, no son, ni mucho menos la primera pareja que vende felicidad y perfección a través de Internet y termina rompiendo. Estas rupturas, además, permiten abrir un debate sobre la otra cara de estas plataformas. "Este caso ha activado a muchas personas a hacer una reflexión más profunda sobre el uso de las redes sociales, la fuerza que tienen para proyectar una imagen irreal y aspiracional y sus efectos en la población", reconoce María Garzón.
Y no hay que irse muy lejos en el tiempo para encontrar más ejemplos. Juan Alberto García y María Isabel Rodríguez, más conocidos como IlloJuan y Masi, anunciaron a través de un vídeo juntos en YouTube su ruptura. A principios de año, la separación entre Chiara Ferragni y Fedez fue un drama nacional en Italia y en Instagram aunque, en este caso, ambos optaron por entrevistas en medios tradicionales para confirmar el fin de la pareja y, por tanto, de la marca The Ferragnez —con serie documental incluida—.
Del unfollow al storie, así se comunican ahora las rupturas
Eso sí, influencer y rapero cayeron en la tentación del fenómeno del unfollow, es decir, dejar de seguir a tu pareja cuando la relación se acaba como forma de informar a su comunidad de que la ruptura es total. Algo que, por ahora, no han hecho ni Morata ni Alice Campello, que tampoco han borrado sus numerosas fotos juntos. Pequeños gestos que muestran cómo las redes sociales han cambiado drásticamente la forma en cómo se comunican según qué cosas, desde noviazgos, pasando por bodas y rupturas hasta paternidades, naturalizando así informar de nuestras vidas privadas a través de Internet.
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"La inmediatez y la accesibilidad de las redes sociales permiten que figuras públicas y personas comunes comuniquen eventos personales directamente a su audiencia, sin intermediarios", sostiene Oliver Serrano. Es decir, recurren a sus perfiles en Instagram o TikTok en vez de a las revistas del corazón permitiendo además una respuesta inmediata con un mensaje "claro y directo" que les abre la opción a no profundizar demasiado en las emociones o en las explicaciones.
"La diferencia con otros medios más tradicionales está en el feedback inmediato que recibimos, que quizá en otras épocas no era tan necesario, pero ahora casi lo necesitamos, y no sabemos separar la línea entre vida personal y pública, porque en las redes no existe esta separación", sostiene Marta Foix. Para esta psicóloga, el problema reside en por qué necesitamos tanto "airear nuestra vida privada" y, sobre todo, "depender de los comentarios ajenos cuando se supone que eso pertenece a la esfera personal".
"Lo que no saben muchas veces las personas, es que hay cuestiones que pueden estar enmarcadas en una estrategia. Detrás de personajes con mucha fama, como es el caso de Álvaro Morata y Alice Campello, hay equipos de comunicación y rara vez se dejan cuestiones al azar como son los comunicados que han hecho públicos para confirmar su separación", señala María Garzón. Es más, la elección de compartir los comunicados en una historia de Instagram, que tiene fecha de caducidad de 24 horas, puede "estar diseñada para minimizar la sobreexposición y controlar la narrativa de manera más sutil", apunta Serrano.
En pleno mes de agosto y a las puertas de un puente, esta semana ha sido imposible no asomarse a la vida de Álvaro Morata y Alice Campello. Con la actualidad política en stand by y huérfanos tras el final de los Juegos Olímpicos, ha sido prácticamente imposible escapar de los detalles que se han ido desgranando a través de redes sociales y de revistas y programas del corazón de la ruptura entre el futbolista y la influencer. El pasado lunes, la pareja, que tiene cuatro hijos y varias empresas en común, confirmó su separación a través de sendos comunicados en historias de Instagram sorprendiendo a sus más de veinte millones de seguidores que hacía solo tres semanas daban me gustas a idílicas y románticas instantáneas de los dos durante sus vacaciones.