Escribo esto a pocas horas de que se celebre el primer debate entre Biden y Trump. No voy a repetir eso de que es histórico porque de sobra lo saben. Sorprende que, de los dos que van a tener, éste se celebre tan pronto. Cuando ni siquiera ninguno ha sido confirmado en sus respectivas convenciones como los candidatos oficiales. Eso será en un mes, mes y medio, aproximadamente. Hasta ahora, de momento, los dos son oficiosamente los candidatos, pero ojo, porque quizás, de lo que pase esta madrugada, alguno de ellos puede que se apee de esta carrera presidencial.
Sí, en este caso, Biden se juega mucho más que Trump. Mucho más. No sólo porque es el presidente que intenta revalidar su mandato 4 años más, sino porque es el candidato que intenta convencer a su partido de que es el mejor para ese cargo. De que sus condiciones físicas, cognitivas, no son un obstáculo para seguir en la Casa Blanca. Entre los demócratas hay muchas dudas de que Biden esté en condiciones de repetir. Se juegan demasiado, dicen, como para arriesgarse a un lapsus, un despiste, un patinazo, en todos los sentidos, del actual presidente.
Que ninguno de los dos candidatos convence es una evidencia. Ninguno es la mejor opción. Pero sólo en el Partido Demócrata preocupa esta realidad
Trump lleva alentando esta idea desde hace meses, que Biden tiene problemas de salud, que está casi, casi, senil. Ha sido prácticamente su único argumento durante esta larga precampaña. Y, claro, ahora, en los últimos días, ha tenido que ir rebajando un poco esa idea entre sus seguidores, porque ¿qué pasa si, en el debate de esta madrugada, Biden le acaba ganando? Sería difícil de explicar, difícil de digerir que alguien al que consideras fuera de juego, un tipo con demasiados problemas, te da un baño de datos y de argumentos y acabas en todos los titulares como el gran perdedor de este primer cara a cara. Así que, desde hace unos días, Trump está repitiendo una y otra vez que Biden va a ir dopado, que le van a drogar con todo tipo de sustancias y suplementos para que no parezca tan despistado, para que esté más lúcido. Una de las mentiras más, de los bulos con los que Trump sigue sembrando sus discursos y su campaña.
Que ninguno de los dos candidatos convence es una evidencia. Ninguno es la mejor opción. Pero sólo en el Partido Demócrata preocupa esta realidad. Biden lleva una semana recluido con su equipo preparando este cara a cara. Los republicanos, en cambio, han aceptado, hace ya tiempo, que mientras Trump quiera seguir en política, no van a buscar a ningún otro candidato o candidata. Éste les funciona, les da votos, con mentiras y con bulos, sí, pero consigue el objetivo: llegar al poder. Si el precio que se paga es demasiado elevado, en términos de seguridad, de equilibrios, de lo que suponen los valores como nación, ahora mismo no importan. Hace tiempo que decidieron mirar para otro lado. Si el asalto al Capitolio no fue suficiente aviso, ya nada lo es.
Así que sí, el debate de esta noche, ése del que vamos a estar hablando hoy y mañana, y seguramente durante más días, es fundamental, especialmente para constatar cómo de polarizada sigue siendo la política en Estados Unidos.
Escribo esto a pocas horas de que se celebre el primer debate entre Biden y Trump. No voy a repetir eso de que es histórico porque de sobra lo saben. Sorprende que, de los dos que van a tener, éste se celebre tan pronto. Cuando ni siquiera ninguno ha sido confirmado en sus respectivas convenciones como los candidatos oficiales. Eso será en un mes, mes y medio, aproximadamente. Hasta ahora, de momento, los dos son oficiosamente los candidatos, pero ojo, porque quizás, de lo que pase esta madrugada, alguno de ellos puede que se apee de esta carrera presidencial.