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Hablar en singular

Ayer celebramos 10 + 1 años de la creación de Más Democracia, asociación que tengo el honor de presidir en compañía, como vicepresidentes, de Joan Navarro y Ruth Ferrero. Más Democracia nació al calor de la indignación que provocó la gestión de la crisis del 2008, con el propósito de ayudar a superar lo que ya entonces se veía como la “crisis del sistema democrático” generando más (y mejor) democracia. Jordi Sevilla, Emilia Sánchez-Pantoja, Manuel Villoria y Enrique del Olmo su sucedieron en la presidencia de la entidad y fueron desarrollando algunos de los proyectos que han visto la luz, como una propuesta de reforma de la Ley Electoral, el ranking de democracia interna de los partidos, la colección de libros #MásCulturaPolíticaMejorDemocracia en colaboración con Gedisa (y co-dirigida con Jorge Urdánoz), etc. Una amplia variedad ideológica, profesional y territorial caracteriza a los miembros de la asociación, que comparten su preocupación y disposición a trabajar para cuidar y mejorar nuestras democracias. 

Acudir a generalizaciones apelando a “los jueces”, “los políticos” o “los periodistas” no sólo no ayuda a identificar el problema, sino que contribuye a desautorizar a unas instituciones esenciales en democracia

10 + 1 años después vemos cómo algunas de las razones de la indignación que llenó las calles en 2011 siguen presentes. Con la vivienda como gran problema –recuerden que el 15M fue impulsado, entre otros, por entidades como la Plataforma de Afectados por la Hipoteca–, la desconfianza tanto en las instituciones como en los partidos, sindicatos y medios de comunicación y en todos los agentes de intermediación –como bien acierta a señalar Sánchez Cuenca en su último libro, El desorden político (Catarata)– ha ido en aumento, pese a que la situación económica de hoy dista mucho de ser la de aquellos años

Todo esto obliga a analizar en profundidad las causas de esos malestares, que no alcanzamos a comprender en toda su extensión. Si las cifras macro van bien y la desigualdad está en fase descendente, ¿estamos ante el fin de aquella máxima “es la economía, estúpido” que popularizara un asesor de Clinton o es que las cifras no están sabiendo medir bien cómo las clases medias de edad media no se ven beneficiadas por la subida del SMI ni por las pensiones y además dedican buena parte de sus ingresos a la vivienda?

Conviene dejar todas las hipótesis abiertas hasta que haya evidencia suficiente. Mientras tanto, es  hora de pasar del lamento al compromiso. Porque, si bien es cierto que las palabras “crisis” y “democracia” están acostumbradas a convivir desde tiempos pretéritos, no lo es menos que la crisis actual apunta al fondo del asunto, nada menos que a la confianza. En las instituciones –todas, también las sociales–, y entre nosotros y nosotras. 

De ahí que urja ya ir tomando compromisos para que cada cual, en su ámbito, haga lo que esté en su mano para cuidar de esta democracia y mejorarla. Quienes tenemos la suerte y la responsabilidad de asomarnos asiduamente a unas páginas de periódico o de entrar en sus casas por la tele o la radio tenemos mucho margen de mejora en este sentido. Empezando, por ejemplo, por hablar en singular.

Acudir a generalizaciones apelando a “los jueces”, “los políticos” o “los periodistas” no sólo no ayuda a identificar el problema, sino que contribuye a desautorizar a unas instituciones esenciales en democracia. Lo contrario, hablar de que la instrucción del juez Peinado en el caso de Begoña Gómez es inusual, que llama la atención y está fuera de lo habitual que jueces con toga se manifiesten en la puerta de un juzgado cuando se estaba tramitando la Ley de Amnistía, o que se está haciendo caso omiso de la doctrina del Supremo admitiendo a trámite querellas basadas en recortes de prensa, algunos de ellos con falsedades, exige más trabajo, obliga a entrar en cada caso y al detalle, pero ayuda tanto a la conversación pública como al cuidado de las instituciones, y pone el foco en quien debe.   

En la celebración de los 10 + 1 años de Más Democracia, he aquí mi compromiso: hablar en singular. Si ven que me despisto, no duden en decírmelo.

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