Sobre un futuro Gobierno

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La propuesta de Pablo Iglesias de pactar con el PSOE y participar como vicepresidente en un gobierno de progreso me parece buena, me parece feliz, me parece oportuna, me parece necesaria. Utilizo la retórica de la anáfora para darme ánimos, porque me apena que lo normal se haya convertido en algo tan justificadamente sospechoso. Y quiero convencerme de que más allá de las estrategias y las interpretaciones, lo bueno es bueno, lo feliz es feliz, lo oportuno es oportuno, y lo necesario es necesario.

Suscribo las palabras de Pablo Iglesias. Hace falta en España un Gobierno de progreso que acabe con las políticas clasistas del neoliberalismo radical, y para eso es necesario ahora que gobierne el PSOE, pero que no gobierne solo. Podemos debe entrar en el gobierno. Los resultados electorales ofrecen una ocasión que no se puede perder. Si quiere consolidar una verdadera utilidad política, el verbo Poder deberá meditar tanto en lo que se puede ganar como en lo que no se puede perder.

¿Queda en peligro el futuro del PSOE por aceptar el reto y negociar con Podemos? Reacciones de indignación como la de Pérez Rubalcaba me invitan a participar en la nutrida serie de cábalas sobre las actuales necesidades del PSOE. ¿Qué es peligroso para el PSOE en la España de 2016? Mi respuesta: figuras como la de Felipe González y Pérez Rubalcaba, aliadas de forma escandalosa con el mundo del dinero, la banca y los medios de comunicación que obedecen las órdenes del IBEX-35.

Dentro de unos días van a ser juzgados 8 sindicalistas de Airbus por ejercer el derecho legítimo de huelga en la jornada del 29 de septiembre de 2010. El fiscal pide 8 años y 3 meses de cárcel para cada uno. Cuando Rodríguez Zapatero decidió obedecer las órdenes del capitalismo neoliberal más duro en su segunda legislatura, se encontró con la oposición de los sindicatos. Su ministro de interior, Pérez Rubalcaba, planeó una estrategia de desmantelamiento de los sindicatos. El día de la huelga general contra la reforma laboral mandó dos dotaciones de policía a las puertas de Airbus, la empresa simbólica del sindicalismo español desde la que Ignacio Fernández Toxo y Cándido Méndez habían convocado la protesta. Los policías presionaron a los trabajadores, llegando a utilizar sus pistolas para provocar un altercado grave. La madurez y experiencia de los enlaces sindicales evitaron una tragedia. La policía ni siquiera pudo hacer detenciones.

Pero a la mañana siguiente, en la rueda de prensa de los sindicatos para valorar la huelga, se colocaron sobre la mesa los 7 casquillos de las balas disparadas por la policía. Al ministro Rubalcaba se le subió la soberbia autoritaria a la cabeza y se inventó una trama de castigo para acusar de agresiones a sus propias víctimas. Dejó una alfombra de lujo para las leyes represoras del PP. Son figuras como Rubalcaba las que han dejado sin crédito al PSOE. Y la misión prioritaria de Pedro Sánchez es la difícil tarea de intentar recuperarlo, negándose a firmar ese acuerdo con el PP del que parecen tan partidarios los felipistas. Más que con Rajoy, el PSOE debe entenderse con la UGT.

Para cambiar la política europea es conveniente que haya gobiernos progresistas en el Sur. Y para eso es importante que los partidos socialistas rompan con el neoliberalismo salvaje y dejen de confundir la estabilidad con la desigualdad. Hace falta también que la izquierda reconozca una evidencia: debido a la configuración social europea, es imposible un cambio de política si no se cuenta con la militancia y los votantes de los partidos socialdemócratas.

Como lector de Walter Benjamin, entiendo la historia como una forma del pasado incompleto. Creo que el ayer está inacabado, y que tomar decisiones sobre el presente significa no sólo un acto de compasión con las antiguas víctimas, sino un desacato contra los viejos gobernantes. Me ha renovado estas ideas la lectura de Esperanza sin optimismo (Taurus, 2016), un libro del crítico literario Terry Eagleton. Confieso que la alegría ante la propuesta de un gobierno del PSOE, PODEMOS e IU tiene que ver con mi opinión sobre los dos políticos que en los últimos años más se han opuesto a esta posibilidad: Felipe González, una persona muy lista, pero muy deshonesta, y Julio Anguita, una persona muy honesta, pero falta de luces y de solvencia intelectual. En España hay gente que tiende a confundir la solemnidad del púlpito con la inteligencia. Y esto es un error grave, como denunció Antonio Machado al descubrir que debajo de los birretes y los profetas hay mucha cabeza hueca.

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Emily Dickinson afirmó en un verso que había muerto dos veces antes de morir. Julio Anguita se ha cargado dos veces a Izquierda Unida antes de la muerte final de IU. Y las dos veces ha sido por culpa de su obsesión contra el PSOE. Primero se inventó lo del sorpasso y la pinza con la derecha para acabar con los socialistas. Los devotos monaguillos de Anguita dicen que todo fue un invento del grupo Prisa y de Felipe González. Bueno, Prisa y González aprovecharon la ocasión desde luego. Pero en la faena de González, Anguita se prestó a actuar como vaquilla. Se reunió con Aznar, se reunió con Pedro J. Ramírez, pactó la estrategia, fracasó y hundió a Izquierda Unida en una España que mantenía como prioridad su experimentado miedo a la derecha.

El segundo capítulo se puso en marcha con la dichosa idea de “Unidad Popular”. En Europa campaba el neoliberalismo. En España, ese mismo neoliberalismo convertía la idea de “organización colectiva” en su máximo enemigo, ya fuese en su aspecto sindical o político, con la ayuda inestimable de los populismos televisivos. El pacto de IU y el PSOE daba frutos en Andalucía. Las encuestas profetizaban que IU podía contar con el 20 % de los votos… Y entonces llegó Julio Anguita y puso en marcha la idea de Unidad Popular para un movimiento de masas que alcanzase el gobierno sin pactar con nadie y menos aún con el enemigo socialista. ¡Qué gran idea para destruir una organización!

Aunque hayamos soportado muchas idas y vueltas, celebro la propuesta de Pablo Iglesias. Me da igual que pueda ser una estrategia, me da igual que antes dijera una cosa y ahora otra, me da igual que Alberto Garzón haya practicado sin escrúpulos el anguitismo para acabar gobernando junto a Pedro Sánchez…, yo sigo celebrando lo que creo correcto: organización y acuerdos de gobierno contra el neoliberalismo. No se trata de buscar cargos. Es que resulta imprescindible desalojar al PP de las instituciones, resulta imprescindible una mayoría de gobierno progresista, resulta imprescindible un PSOE que no se someta al neoliberalismo y resulta imprescindible una izquierda real y sin califas. Porque en su búsqueda fundamentalista del paraíso suelen acabar dinamitando su propio cuerpo y su propia organización.

La propuesta de Pablo Iglesias de pactar con el PSOE y participar como vicepresidente en un gobierno de progreso me parece buena, me parece feliz, me parece oportuna, me parece necesaria. Utilizo la retórica de la anáfora para darme ánimos, porque me apena que lo normal se haya convertido en algo tan justificadamente sospechoso. Y quiero convencerme de que más allá de las estrategias y las interpretaciones, lo bueno es bueno, lo feliz es feliz, lo oportuno es oportuno, y lo necesario es necesario.

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