... En el circo

Hace unos días fui a ver Alegría, del Circo del Sol. Estaba en mi lista de deseos y alguien que me quiere me regaló la experiencia. Si solo tuviera siete palabras para explicar en qué consiste el espectáculo, diría: un equipo que trabaja para crear belleza.

De los montajes que va sembrando Cirque du soleil por el mundo, podríamos comentar la dirección, el guion, la música, las acrobacias, la escenografía, el humor, la poesía, el ballet, el vestuario, el maquillaje, la iluminación, los efectos visuales… Sería inimaginable tal resultado si prescindiéramos de alguno de estos ingredientes.

Pero también podríamos reflexionar sobre lo que tiene de metáfora de la vida, porque todo lo que allí sucede también ocurre fuera de la carpa. Los humanos jugamos con fuego, pasamos por el aro, hacemos auténticos contorsionismos para continuar. A veces estamos arriba, danzando en el aire, y un minuto después se para la música, acaba nuestro vuelo y volvemos a la tierra. A veces nos estampamos, literalmente.

De todas las metáforas que podríamos establecer entre el circo y la vida hay algunas que me gustan especialmente. La sujeción entre acróbatas en el cuerpo a cuerpo, por ejemplo. En una danza aérea en pareja, uno suele estar enganchado a la protección y su compañero o compañera al cuerpo de este, que lo sujeta fuertemente con las manos o convierte en agarres sus pies. Lo mismo sucede en el trapecio, cuando un acróbata espera a su compañero que hace la pirueta en el aire y acaba asido a sus manos, apoyado en su fuerza. Entonces el público rompe en aplausos de alivio y admiración.

En la vida sucede cuando nos sujetamos los unos a los otros. A veces, nos toca el rol del fuerte, otras el del frágil pero, de un modo u otro, tratamos de no soltarnos. Y tenemos que confiar y ser confiables. Es una pena que no haya público para aplaudir este hecho porque, a veces, estamos tan centrados en hacerlo bien y en no caer, que no valoramos estos “agarres” en toda su dimensión…

Me gusta también la metáfora que representa la “línea de vida”. Es ese elemento de protección para prevención de caídas que se usa en trabajos en altura: construcción, limpieza de edificios, salvamento, etc. En el circo se utiliza también, por ejemplo, en la danza aérea. Casi no te fijas en el cable y en el arnés de sujeción, estás tan pendiente de los protagonistas de la escena…

No se trata de obviar la tragedia, se trata de vivir y la vida es todo, también la alegría

En la vida pasa lo mismo, los cables de vida son las personas que nos sujetan mientras bailamos en el aire para que nos despreocupemos, para que no pensemos en el peligro y nos olvidemos del vértigo, para que nos atrevamos y, sobre todo, para que no caigamos. 

Hay una parte de este espectáculo que nos perdemos, es el antes, el camino hasta llegar a la excelencia en el escenario. Y es un paralelismo evidente con esa zona de nuestra existencia que tiene que ver con el esfuerzo, con la frustración, con tantos intentos fallidos que, algunas veces, se convierten en logros.

Pero quizás la metáfora que más me pellizcó de aquella pista de circo sea la facilidad que tenemos para acostumbrar el ojo y el corazón a cada nueva escena, no hemos acabado de aplaudir al acróbata que nos ha tenido en vilo y ya estamos riendo con el gag de la pareja de clowns.

Sí, así vivimos, asistimos al horror de la cárcel de Sednaya, nos rompemos con el dolor que ha dejado la dana y, a continuación, vibramos con una canción que nos agita el alma y nos partimos de risa con un chiste bien contado. Y no, no tenemos que pedir perdón por el disfrute, ni por hacerle hueco a las historias pequeñas, ni por no ser trascendentes todo el tiempo. No se trata de obviar la tragedia, se trata de vivir y la vida es todo, también la alegría. 

Gracias a mi cable de vida por un regalo lleno de metáforas. Es un consuelo comprobar que, a pesar de todo, los seres humanos en equipo somos capaces de crear belleza.

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