Un juez es acusado veladamente de haber sido excesivamente benévolo con un sujeto denunciado por maltrato que a las pocas horas de ser puesto en libertad ha matado a la madre de su hijo. Una jueza es señalada por supuesta cercanía a un partido tras encarcelar a los miembros de un Gobierno acusado de un Golpe de Estado incruento. Por una acción similar y estrechamente conectada a la anterior, un juez deja en libertad con fianza a los más altos representantes de una cámara legislativa. Algunos le acusan de blandurrón. En sede parlamentaria un responsable de policía judicial señala indicios de que el mismísimo presidente del Gobierno ha cobrado dinero irregular de su propio partido. Un juez determina la libertad del ex presidente de la Comunidad de Madrid tras reunir una fianza de casi medio millón de euros.
Asuntos de esta última semana. Otra semana de jueces.
Jueces que marcan agendas, jueces que agitan la cosa pública con decisiones jurídicas de consecuencias políticas. Jueces que lo son por vocación de impartir justicia. Un puñado de jueces que estudió oposiciones durísimas, se abrió paso en pueblos remotos y en juzgados de primera instancia, para terminar haciendo su trabajo en algunos de los más elevados altares del poder judicial.
Jueces que deciden sobre nuestro presente y nuestro futuro, que quitan o dan razones, que administran el orden legal y exigen, requieren y obligan a cualquier ciudadano libre por muy alto que sea su valor en la escala de los otros dos poderes del Estado.
Jueces estrella, jueces discretos, jueces que disfrutan del poder o que lo ejercen con altruismo; jueces que se muestran o se esconden, jueces estrictos, jueces flexibles, jueces oscuros, jueces abiertos.
Jueces a los que utilizan políticos para que les resuelvan problemas, jueces que crean problemas a los políticos y entonces son jueces injustos. Tanto como justos serían si administraran a favor de nuestras tesis o intereses.
Jueces, jueces, jueces… ¿Y si les dejamos un poquito en paz? ¿Y si respetamos su criterio, entendemos sus necesidades y atendemos a la necesaria serenidad de su oficio? ¿Y si limitamos o hacemos desaparecer el ruido a su alrededor?
Bastante tienen con ser poco más de diez entre 100.000, que son los jueces a los que tocamos por ciudadano. Que nos corresponden, vamos. Tocarles, les tocamos bastante otros instrumentos y otras melodías que no siempre facilitan su trabajo.
Si creemos en la Justicia, pues habrá que demostrarlo.
Tenemos demasiado delicada la piel, demasiado sensible el ánimo, demasiado armado el arcabuz. Dejemos que los jueces trabajen y así no sólo será más fácil serenar su juicio, sino puede que hasta agilicemos eso que se llama 'maquinaria judicial' y que en este país nos recuerda cada dos por tres aquella máxima romana de que nada se parece tanto a la injusticia como la justicia lenta.
Y quizá también –seguro– la que se quiere y hasta se logra politizar.
Un juez es acusado veladamente de haber sido excesivamente benévolo con un sujeto denunciado por maltrato que a las pocas horas de ser puesto en libertad ha matado a la madre de su hijo. Una jueza es señalada por supuesta cercanía a un partido tras encarcelar a los miembros de un Gobierno acusado de un Golpe de Estado incruento. Por una acción similar y estrechamente conectada a la anterior, un juez deja en libertad con fianza a los más altos representantes de una cámara legislativa. Algunos le acusan de blandurrón. En sede parlamentaria un responsable de policía judicial señala indicios de que el mismísimo presidente del Gobierno ha cobrado dinero irregular de su propio partido. Un juez determina la libertad del ex presidente de la Comunidad de Madrid tras reunir una fianza de casi medio millón de euros.