Princesita marinera

Como apenas ha tenido repercusión, quizás no se han enterado: resulta que la recluta Borbón ha ascendido a guardiamarina. ¡En tiempo récord! Mientras los científicos intentan hallar explicación a tan meteórica carrera, la prensa imparcial de nuestro país trata la carrera militar-propagandística de Leonor con una asepsia que le devuelve a uno la fe en el oficio. "La emotiva despedida de la reina", zooms a la cara de los acongojados padres que ríete tú de Valerio Lazarov y la cansina consigna de que la princesa de Asturias, Gerona y Viana, duquesa de Montblanch, condesa de Cervera, señora de Balaguer, Trujillo, Cáceres y Salamanca será "una más a bordo".

Pocas coberturas tan completas como la de esta admirable travesía, llamada a blanquear (de una vez por todas) las migajitas de corrupción que don Juan Carlos dejara sobre la reputación de la familia reinante. Querido lector, ¿le pica alguna dudilla? ¡El cuarto poder se las resuelve! La dieta a bordo (churros supervisados por un nutricionista, válgame Dios), los sexos de la marinería (ocho chavalas, sesenta y siete chavales), el número exacto de lágrimas que derramó la gélida Letizia (los ricos también lloran), las "entrañas" del barquito, "lo que no se vio" (¡periodismo de investigación!, chúpate esa, Washington Post) y el publirreportaje facilitado por Casa Real regurgitado en todas las cabeceras de postín. La cosa debe de ser grave cuando ni el diario de la Asociación Católica de Propagandistas ha logrado resistir las tentaciones de la carne: "El compañero inglés de la Princesa Leonor [mayúscula genuflexiva, como Dios manda] en el que todos se han fijado". Sobre el titular, foto del apuesto alférez, un tal Joseph Bertelsen, que nos han prestado los de la Embajada Británica.

Pocas coberturas tan completas como la de esta admirable travesía, llamada a blanquear las migajitas de corrupción que don Juan Carlos dejara sobre la reputación de la familia reinante

El bombo y platillo tampoco es de extrañar: Leonor levanta pasiones entre los columnistas. Basta recordar el ramillete de postradas lindezas que le dedicó Salvador lionesas de crema Sostres ("Belleza reposada, belleza renacentista contra el caos. […] Eres aún una niña y puede que no comprendas lo que te digo. Estás aún inmersa, como así ha de ser, en tus sueños infantiles") para festejarle los catorce años a la heredera. Repasando lo publicado en estos días, me encuentro con esta columna en El Independiente: "Antes de que el Juan Sebastián de Elcano, deflagrado de blancos, zarpara o a lo mejor no zarpara, como si sólo fuera un barco de botella, a la princesa Leonor le dedicaban piropos y a la ministra Margarita Robles le dedicaban abucheos. Parece que ya no es tiempo de veleros ni de monarquías, los dos como con miriñaque, y sin embargo el pueblo aprecia más a las princesitas de nácar que a los ministros del fango". Extra, extra: los monárquicos abuchean al pe so e. ¡Insólito!

Hasta el rocoso Losantos ha rendido sus estandartes. "Cómo desfila, esa verticalidad que tiene, qué simpática… es que es inmejorable. Y lo bien que está… ¡cómo le ha sentado el último año". Un admirador, un amigo, un esclavo, un siervo. Viendo el cuartelillo que la monarquía está concediendo a los ancianos que fantasean con una chiquilla uniformada, qué lástima que se haya muerto Dragó. La parca nos ha privado de sus mejores lisonjas. 

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