Monago y la parabólica del sistema

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Lo peor del caso Monago no es José Antonio Monago, sino lo que representa su forma de reaccionar tras el escándalo suscitado. Lo peor (con ser grave) no es que un senador viaje a Canarias porque le apetece a costa del contribuyente, sino que mienta con total desparpajo y demuestre un absoluto desprecio a la inteligencia de los ciudadanos y a la diferencia entre lo público y lo privado. Lo peor no es que Monago haga el ridículo al proclamar que (por no tener) no tiene antena parabólica. Lo peor es que la reacción oficial del PP y de algunos representantes de la oposición indica que sigue fallando la parabólica del sistema, que no termina de captar las señales de hartazgo de la ciudadanía. (Para desgracia de quienes ejercen honestamente la política y para alegría de quienes la utilizan simplemente para medrar o para favorecer otros intereses).

Sólo unos apuntes para no perder la perspectiva tras el culebrón Monago:

1.- El presidente de Extremadura debería dimitir urgentemente. No ya por haber utilizado dinero público como senador para viajes privados, sean 16, 32, 27 o 14. Da lo mismo la cifra. En realidad el número al que no da ninguna importancia Monago es al que debería dársela si respetara su función política: según sus propios cálculos, en un periodo de año y medio pasó al menos 27 fines de semana (16 “viajes de trabajo” y 22 “vuelos privados” según su penúltima versión) fuera de su circunscripción, Extremadura, cuyos intereses representaba en el Senado. Teniendo en cuenta que la mayor parte de los días laborables cabe suponer que estuvo precisamente en el Senado, y puesto que no tiene parabólica, cabe imaginar el conocimiento que Monago acumulaba sobre los problemas de sus representados. Monago debería devolver hasta el último euro de todos sus viajes a Tenerife (como él mismo anunció en su primera versión) y dimitir porque ha engañado en una o varias ocasiones a los ciudadanos y porque ha demostrado que no distingue la frontera entre el interés público y privado.

2.- José Antonio Monago ha ofendido a los extremeños porque es obvio que no se dedicó full time como senador a defender sus intereses. Ha ofendido a los canarios al empeñarse en contar que viajaba al archipiélago para ayudar a resolver problemas de los canarios, aunque para él no existieran Gran Canaria, ni Fuerteventura, ni Hierro, ni La Gomera… sólo Tenerife. Ha ofendido a todos los españoles, al convocar una rueda de prensa para un egocéntrico y lamentable ejercicio de autocompasión fingida en el que llegó a presumir de que paga la luz, el agua y come en la barra en bares de carretera. Como si hubiera que agradecérselo. Sigue Monago la escuela de la cazatalentos Esperanza Aguirre, que ya en su día se quejó amargamente de que sus ingresos no le llegaban para pagar la calefacción del palacio en el que vive.

3.- El espectáculo Monago discurre en paralelo al que precisamente ha organizado Aguirre en Madrid con los supuestos exámenes “anticorrupción” a los sucesores de los alcaldes detenidos en la Operación Púnica. Ha faltado conectarlos a una máquina de la verdad, a la que por cierto convendría haber conectado hace mucho tiempo a la propia Aguirre y a su delfín y sucesor, Ignacio González. Antes que preguntar a un futuro alcalde si tiene previsto corromperse (como se pregunta al viajero al entrar en Estados Unidos si tiene el plan de asesinar al presidente) nos conformaríamos con que faciliten documentalmente todos los datos de sus bienes, patrimonio y negocios. Para saber cómo y con cuánto se entra y se sale de la política. Es bastante sencillo si no hay nada que ocultar. Sorber y soplar a la vez no puede ser. Tener un sueldo público justito y luego comprar áticos de lujo casa mal.

4.- El Gobierno, por boca de su vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, ha defendido a Monago con el argumento de que “ha dado la cara”. Lo cual demuestra que el Gobierno tampoco tiene parabólica o le importa una higa lo que transmite. Dar la cara para decir que puede probar unos viajes de trabajo pero que no entrega los documentos ni facilita las fechas; que sólo permite echar un vistazo a unos papeles que no demuestran nada; aseverar que el letrado mayor del Senado confirma todos sus viajes (cuando ese letrado ni lo ha hecho ni está para hacerlo); dar la cara para mentir a los ciudadanos no puede celebrarse con un elogio. (Salvo que simplemente se comparen la seguridad y el desparpajo con el que ha “dado la cara” Monago y los titubeos y parrafadas incomprensibles que Cospedal o la propia Sáenz de Santamaría han protagonizado al “dar la cara” sobre Bárcenas o la financiación ilegal del PP).

5.- Si Monago no dimite ni su propio partido ni el Gobierno se lo exigen, Izquierda Unida de Extremadura será de nuevo cómplice de una tomadura de pelo a la ciudadanía si sostiene un día más al presidente extremeño. Después de dudarlo demasiado, los representantes de IU han exigido su dimisión, pero tendrán que ser coherentes negándole el más mínimo apoyo y rechazando su proyecto de Presupuestos, por ejemplo.

6.- La pretensión de Monago de acusar a la prensa (en este caso concretamente a publico.es, que fue el medio que descubrió los viajes a Tenerife) de tener intereses torticeros contra él y de manipular la realidad es también ofensiva, pero no tanto para la prensa, como Monago imagina, sino de nuevo para los ciudadanos. Porque la ya tópica acusación sólo demuestra que Monago, como tantos otros políticos que tiran de manual con esta reacción, viven en otro planeta. Creen que los hechos desaparecen cuando uno lo decide desde el púlpito, seguramente muy tranquilo al gozar, efectivamente, de medios a su servicio que manipulan la realidad al antojo del político y capaces de explicar que a mediodía es noche cerrada si un Monago lo reclama.

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7.- La opacidad que se mantiene sobre los gastos de diputados y senadores es completamente inadmisible y sólo sirve para multiplicar las sospechas sobre un mal uso del dinero público. No hacen falta grandes pactos anticorrupción ni complejísimas leyes de transparencia. Ya que sus señorías viajan a menudo al extranjero, basta con que se fijen en cómo se regula esto en otras democracias. Hay varias fórmulas, pero más o menos consisten en lo siguiente: se asigna una partida concreta para gastos de desplazamiento, transporte o vivienda en la capital; esa partida tiene un tope, por ejemplo en Alemania 4.204 euros al mes para viajes y estancia, y si surge cualquier otro viaje necesario puede cargarse siempre que todos los gastos se justifiquen debidamente. La Asamblea Nacional francesa paga 80 viajes aéreos al año a cada parlamentario entre su circunscripción y París, además de otros 12 viajes anuales a otros destinos dentro de Francia. El transporte por la red ferroviaria (pública) es gratuito para los parlamentarios. En el Reino Unido cada miembro de la Cámara de los Comunes dispone de una tarjeta de gastos, que obviamente tiene que justificar. Una coincidencia final en los distintos modelos y que no se cumple en España: los informes de justificación de los gastos son de acceso público, y si cualquier político es sorprendido en una utilización privada es multado o pierde la tarjeta o se ve obligado a dimitir del escaño.

8.- Tienen razón nuestros parlamentarios en que sus sueldos figuran entre los más bajos en comparación con el resto de Europa. Lo demuestran las cifras oficiales. Incluso los recursos para desarrollar su trabajo también son menores. No corren los mejores tiempos para revindicar algo que debería haber sido abordado en otra época para dignificar la actividad política como efectivamente merece. Pero por bajo que sea ese sueldo, no es desde luego el que tiene el 70% de los trabajadores ocupados españoles, que oscila entre los mil y los 2.000 euros al mes según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística. Algún día habrá que revisar eso, pero antes hay que devolver la credibilidad a la política. Y no ayuda en nada la opacidad del propio Congreso de los Diputados, que se niega a informar de los salarios de sus funcionarios. De modo que se entiende la indignación de congresistas honrados y honradas que soportan insultos por la calle pese a que ganan menos que los letrados de las Cortes, por ejemplo.

Pero tampoco hace falta antena parabólica para entender que está mucho más justificada la indignación ciudadana y que los Monagos de turno y su forma de "dar la cara" son una fábrica de antipolítica.

Lo peor del caso Monago no es José Antonio Monago, sino lo que representa su forma de reaccionar tras el escándalo suscitado. Lo peor (con ser grave) no es que un senador viaje a Canarias porque le apetece a costa del contribuyente, sino que mienta con total desparpajo y demuestre un absoluto desprecio a la inteligencia de los ciudadanos y a la diferencia entre lo público y lo privado. Lo peor no es que Monago haga el ridículo al proclamar que (por no tener) no tiene antena parabólica. Lo peor es que la reacción oficial del PP y de algunos representantes de la oposición indica que sigue fallando la parabólica del sistema, que no termina de captar las señales de hartazgo de la ciudadanía. (Para desgracia de quienes ejercen honestamente la política y para alegría de quienes la utilizan simplemente para medrar o para favorecer otros intereses).

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