Fuerzas del desorden y brutalidad policial

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Hay libros de estilo periodísticos que prohíben la expresión “fuerzas del orden” aplicadas a la policía. Tal vez porque a menudo son fuerzas del desorden, generan más conflicto que paz. Debe ser difícil controlar una multitud exaltada o a decenas de hooligans radicales dispuestos a apalearse a la puerta de un estadio de fútbol. Para eso existe el entrenamiento, la preparación, los mandos. 

No escribiré más sobre de las decisiones de los Grandes Jurados sobre Ferguson y la última de Nueva York, sino de la brutalidad de los agentes en EEUU. Y de la militarización de la policía, cuya misión debería ser proteger a los ciudadanos, no disparar seis veces, dos de ellas en la cabeza, sobre una persona desarmada por muy fuera de sí que pudiera estar; ¿no bastaba un único disparo en una zona no mortal para inmovilizarlo?¿Qué tipo de cultura policial considera que seis disparos son un uso proporcionado de la fuerza? Lo inteligente es no abrir fuego sobre civiles desarmados.

Quien tiene la autoridad no necesita ejercerla. La autoridad se pierde cuando se percibe a la policía como la guardia pretoriana del 1%, ya saben, de los que dirigen el sistema frente al 99%. En Ferguson se llegó a declarar la exclusión aérea sobre la vecina San Luis. No es solo una provocación y un desatino, sino una muestra de que algunos políticos de EEUU están tan en Marte como muchos de aquí.

La cultura de la violencia no solo está en las calles, también en algunos despachos. Se podría decir, y en los vídeos que acompañan al texto se ve, que no todos los policías practican la violencia extrema. Pero no se ve a ninguno de sus compañeros empeñados en calmar la situación. Una de las claves es el derecho ciudadano a grabar a la policía en la calle. Algo que el Gobierno trata de prohibir en España.

Otro problema es la militarización creciente de las fuerzas policiales; muy visible desde el 11-S. Se trata de una de las herencias envenenadas de la presidencia de George W. Bush. La Patriot Act y otras leyes aprobadas en medio de la conmoción y del miedo a nuevos atentados masivos han minado uno de los principios básicos de la democracia: la presunción de inocencia. Esta militarización comienza en 1990, se supone para luchar contra el narcotráfico, y ahora se extiende a la represión de actos de violencia como los vividos en Ferguson.

La escenografía de los policías vestidos de militares y con armas de guerra no se distingue de las imágenes de Irak, donde los abusos fueron numerosos. La clave siempre es la sensación de impunidad. Cuando el militar o el policía se siente impune tenemos un problema. La clave es política, la solución también.

Las medidas extremas contra las libertades incluyen, como hemos sabido a través de WikiLeaks y los papeles de Edward Snowden, la vigilancia indiscriminada y masiva de ciudadanos sin orden judicial ni otro control que el de las propias agencias de seguridad, sea la NSA o cualquiera de sus variantes. El Gobierno de Barack Obama asegura que esa vigilancia ha evitado atentados terroristas. No tenemos otra versión que la del presidente de EEUU, el hombre que prometió acabar con Guantánamo.

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En EEUU no hay un debate político sobre la brutalidad de algunos policías. Son temas de seguridad. Y en el nombre de la seguridad todo está permitido si llevas un uniforme. La mejor policía es la que se anticipa, la que sabe negociar, ganarse el respeto de los ciudadanos. Existe un problema de violencia callejera, de delincuencia. Eso es evidente. Pero en los vídeos que he colgado, la violencia está en el lado de los que la deben evitar. EEUU no es una excepción. Sucede en otros países, incluido España, aunque en Europa, la policía se divide en dos grupos: los que trabajan cerca del ciudadano y los antidisturbios.

Existen numerosas denuncias de brutalidad policial en EEUU, casi siempre dirigida a las minorías (negros e hispanos) y a los inmigrantes. Pero cuando un policía estadounidense entra en combustión no se salvan ni razas ni sexos. Es un asunto que ha llegado hasta el watchdog de la ONU sobre racismo, que exige medidas.

Encontré en la Red este rap de Rob Hustle mientras buscaba información sobre estos asuntos. Las imágenes son reales. 

Hay libros de estilo periodísticos que prohíben la expresión “fuerzas del orden” aplicadas a la policía. Tal vez porque a menudo son fuerzas del desorden, generan más conflicto que paz. Debe ser difícil controlar una multitud exaltada o a decenas de hooligans radicales dispuestos a apalearse a la puerta de un estadio de fútbol. Para eso existe el entrenamiento, la preparación, los mandos. 

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