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Muerte de la vieja política

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La V República de Charles de Gaulle no da más de sí. Francia se enfrenta a la urgencia de su reinvención democrática en un momento en el que la Unión Europea se halla en la misma encrucijada. La crisis que se prolonga desde 2008 ha sacado a la superficie otras crisis, la ética, por ejemplo, y la incapacidad de las élites de ofrecer soluciones a los problemas de la gente para convertirse en el problema de la gente. Si miramos a España en estos días es fácil de entender: los anti sistema son los que saquean el sistema.

En Francia se añade el fracaso de la integración, una de las señas de identidad de lo que creen ser. Ya no hay Liberté, Égalité, Fraternité ni para todos los francesesLiberté, Égalité, Fraternité.

La primera vuelta de las elecciones presidenciales deja un titular: Francia está harta de sus políticos, y mucha letra pequeña que escrutar

El hundimiento de la vieja política queda simbolizado en la debacle del Partido Socialista (PS): quinto, un 6,4%, 2.291.565 votos. Muy lejos de los más de diez millones de François Hollande en la primera vuelta en 2012. Esta catástrofe sigue a la sufrida por la socialdemocracia holandesa y representa un serio aviso para otros partidos europeos, como el PSOE. La excepción sería el SPD alemán, que parece ir bien en las encuestas de la mano de Martin Schulz.

Hollande tuvo que renunciar a la reelección porque apenas tenía un 16% de apoyo. Su mandato ha sido catastrófico para el PS. Su candidato oficial, Benoît Hamon, que derrotó en las primarias al oficialista Manuel Valls, el Sarkozy de la socialdemocracia, ha tenido en contra el legado de Hollande y la apuesta sin disimulo de los popes del partido por Emmanuel Macron. Para medir el suelo del PS habrá que esperar a las elecciones legislativas de junio (dos vueltas: el 11 y el 18).

Ha ganado un candidato sin partido que no se había presentado nunca a ninguna elección (Macron), elevado a esperanza para frenar a Marine Le Pen y salvar Europa. Mucha responsabilidad para un hombre que no se sabe qué piensa. Ha sido ministro de Hollande (poco tiempo) y ha trabajado en la banca Rothschild. Tal vez por todo esto se le considera de centro.

La extrema derecha (es más complejo que la etiqueta) ha obtenido su mejor resultado: 7.679.493 votos. Y la izquierda, más allá del PS, ha superado la barrera de los siete millones.

François Fillon, candidato de Los Republicanos, los gaullistas de toda la vida, también es vieja política, sobre todo en su manera de comportarse. Pese a los escándalos que le rodean, el Penelopegate, ha quedado tercero, con  7.213.797 votos, a solo 465.696 votos de Marine Le Pen.

Se podría decir que Francia también vota a los corruptos, como España, pero es evidente que ha habido un castigo. Era el gran favorito antes de que Le Canard Echainéhiciera su trabajo periodístico de denuncia y desvelara que Fillon había contratado a su familia, a cargo del erario público, para trabajos que al parecer no realizaron.

Pasado el susto de la primera vuelta, las Bolsas se desmadraron (ese es el negocio: jugar con el miedo). El susto tenía fundamento. Una final entre Le Pen y Fillon suponía jugar con fuego, lo mismo que otra con Mélenchon. Ahora todos dan por segura la victoria de Macron en la segunda vuelta (7 de mayo). Es una temeridad porque hay riesgos.

La seguridad de una victoria de Macron es aritmética, se basa en la suma de sus votos con alguno de los derrotados en la primera vuelta. Los Fillon y Hamon, entre otros, ya han anunciado su apoyo a Macron.  Pero esto no es un juego de fichas que se mueven sobre un tablero o una estadística, hablamos de votos; detrás de cada papeleta hay una persona, razones, ideas, sentimientos. No sabemos cómo se van a comportar.

El sondeo de BFMTV y L’Express otorga a Macron una ventaja de 64-36%.

Jean-Luc Mélenchon (La Francia Insumisa) ha llamado a los suyos a evitar que la extrema derecha llegue al poder. No ha pronunciado el nombre de Macron, a quien considera un banquero neoliberal amante de las políticas de ajuste, pero el mensaje es claro. En España se le compara con Podemos, pero sería más preciso compararle con Pedro Sánchez. Fue ministro con Lionel Jospin y se fue rebotado del PS.

La encuesta de BFMTV y L’Express estima que un 53% de sus votantes en la primera vuelta lo harán por Macron en la segunda, 31% votará en blanco y el 16% lo hará por Le Pen. No sé muy bien cómo llega a estas conclusiones. Su voto más volátil es el voto desesperado, el de los que lo han perdido todo y solo desean dar un puñetazo en la cara del sistema.

Afirmar que Mélenchon y Le Pen son lo mismo es faltar a la verdad. No tienen nada que ver. Ella es xenófoba, antieuropea, nacionalista, islamofóbica y antisemita, y rechaza la inmigración. Él es lo opuesto: un ex socialista desencantado con su ex partido. Su pro europeísmo es tan profundo que defiende otra Europa, la de los ciudadanos. Esa Europa sería la única opción frente al Brexit.

Muchos de los votos de Marine Le Pen en segunda vuelta vendrán de Los Republicanos, sobre todo del sector que simpatiza con Nicolas Sarkozy. Fillon se derechizó durante la campaña para fidelizar el voto más conservador. Se declaró contrario al matrimonio homosexual. Algunos de sus votantes optarán por Le Pen antes que por Macron, al que consideran un hombre de Hollande.

Las élites en su laberinto

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No estamos en 2002 cuando la elección presidencial fue entre Jacques Chirac –del que aún no se sabía todo (corrupto hasta los tuétanos)– y Jean Marie Le Pen, el padre de Marine, un fascista que defiende el régimen de Vichy, una marioneta de Adolf Hitler, y niega la importancia del Holocausto. Entonces fue fácil, ganó el gaullista por goleada: 82,21% a 19,86. La izquierda fue disciplinada y votó por un candidato conservador poco edificante. Veremos si la derecha es igual de responsable y patriota ahora cuando están en juego la esencia de lo que es Francia.

La jugada de Le Pen, dejar el liderazgo de su partido, es diabólica, e inteligente. Ya puede afirmar que es como Macron, un candidato sin partido, sin rémoras ni ataduras. En los últimos días de la campaña suavizó tanto sus críticas a la UE y al euro que desconcertó a sus seguidores. Busca el voto de la derecha conservadora de toda la vida, por eso presenta a Macron como un hombre de paja del odiado Hollande.

El Frente Nacional de Marine Le Pen lleva años en travesía por el desierto, despojándose del ropaje ultra del padre. Ha conseguido hacerse presentable, que parezca uno más de derechas. Pero no debemos olvidar lo que hay detrás: el racismo como motor y como bandera, y la injusticia como sistema, como ahora, pero sin límites. Marine Le Pen representa un peligro en un mundo muy peligroso.

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