Vi hace unos días la película Sorry we missed you de Ken Loach. Al terminar, nadie se movió, es como si nos hubiéramos quedado pegados a las butacas. Es demoledora porque no deja espacio a la ficción: esta es la realidad para millones de personas que tienen la fortuna de ocupar trabajos basura. Escribo fortuna sin ironía porque hay otros millones sin empleo alguno, y otros millones con hambre diaria. Vivimos en un mundo injusto, desigual.
La familia de Ricky (Kris Hitchen) se desloma a trabajar, apenas tiene tiempo para educar a sus hijos, escuchar sus problemas, corregirles, acompañarles en su crecimiento. Ricky es repartidor de paquetes de mensajería. Es una historia dedicada a los que compramos de vez en cuando en Amazon, y a quienes nos llegan mensajeros con paquetes –en mi caso libros enviados por los autores o las editoriales–. No es necesario dejar de comprar productos en este tipo de plataformas poco dadas a pagar impuestos, de momento bastaría con tomar conciencia de quién está al otro lado del paquete, recibirle con sonrisa, facilitar su trabajo y darle una buena propina. Al menos, lava tu conciencia, y él te lo agradecerá.
La mujer de Ricky se llama Abby (Debbie Honeywood), trabaja como cuidadora social; visita a domicilio a personas ancianas con dificultades de movimiento o que sufren Alzheimer. Le pagan por inspección. Los cuidados extra y el cariño con el que trata a sus pacientes corren de su cuenta. Ambos trabajan muchas horas pero no pueden comprarse una casa ni soñar con ella. Están metidos en un agujero del que no podrán salir. No les sirve la promesa, ya olvidada por el sistema, de que el trabajo honesto produce sus frutos, ni la esperanza de que tras una vida dura puedan jubilarse con dignidad.
Indignarse con Amazon es la salida fácil, pero solo es una parte de la película. El problema es leer que la nueva presidenta del Banco Central Europeo (BCE), Christine Lagarde, fue consejera entre 2003 y 2005 de Law in Context Ltd, una empresa del despacho de abogados Baker & McKenzie. El asunto no tendría importancia si no tuviéramos en cuenta que opera desde Bermudas, un paraíso fiscal. Retorcer las leyes para que sus clientes evadan impuestos no parece la mejor formación para una persona que dirigió después el FMI, un organismo que en vez de perseguir el capitalismo en B, como sería conveniente, se dedica a presionar a los países pobres, o empobrecidos, para que apliquen recetas neoliberales como la de retirar las subvenciones al pan o a los combustibles. Desde el BCE, Lagarde será vigilante de la limpieza del juego en la UE.
Un paraíso fiscal es donde se esconde el dinero que escapa al control de Hacienda, el que jamás paga impuestos. Al ingresar menos, los Estados se ven obligados a endeudarse (aquí encaja la frase de Napoleón, ya divulgada en esta columna, “la mano que recibe siempre está por debajo de la mano que da”). Es decir, el que da –los mercados, el Banco Mundial, etc.– está por encima de los gobiernos elegidos en las urnas. Se imponen drásticos recortes en nombre del dios rigor fiscal que debilitan la capacidad de los Estados para mantener los servicios públicos, como la sanidad, la educación y las pensiones. Después de deteriorarlos adrede, los mismos mercados y sus aliados proponen como solución mágica privatizar la sanidad y el sistema de pensiones que, qué casualidad, caen en sus manos. Todo esto es para decirles que los beneficios de sus pensiones privadas y su sanidad privada también acabarán en paraísos fiscales.
El primer vídeo es una explicación de estos paraísos. El segundo es la lista del top ten.
Sumen al cóctel de indignación ciudadana al Banco de España, siempre tan locuaz con la cantinela de las pensiones. Demanda reformas de calado y apostar por la hipoteca inversa. Siempre que escuchen la palabra “reforma” no duden de que les van a quitar algo. Lo mismo que “modernización” equivale a un atraso y “reorganización”, a despidos. El lenguaje es la batalla, y, de momento, la hemos perdido como lo demuestra Vox cada día. Nos escandalizamos de que ese partido se niega a firmar una declaración institucional sobre los derechos del niño, texto redactado por los antisistema de UNICEF, y otra en defensa de la mujer. Los periodistas reducimos la gravedad del asunto con nuestro rasgar de vestiduras en prime time cuando el tema no es que no firmen sino PORQUÉ no firman, qué es lo que defienden, cuáles son sus mentiras y contradicciones. Hay que combatirles con sus armas, no con sus políticas decían hace unos días los activistas suizos de Operación Libero.
Ver másEl Banco de España ve recuperable solo el 21% de las ayudas a la banca, que ya ascienden a 65.725 millones
Hablábamos de reforma de las pensiones, ¿quieren privatizarlas como ocurrió en Chile en 1981? Allá los trabajadores entregan el 10% de sus ingresos, incluidos los gastos, a un fondo de pensiones manejado por empresas y bancos que no ponen un céntimo, pero cobran comisiones. El resultado es una pensión baja que obliga a trabajar hasta los 71 años. ¿Se han quedado con la palabra mágica? ¡Bancos! La hipoteca inversa va en la misma dirección. Ya saben que si algo es bueno para el banco es que es malo para el cliente, es la base de su negocio. El objetivo es un término medio en el coste-beneficio, y en el disimulo.
Ese mismo Banco de España afirma que no vamos a recuperar las ayudas a la banca (no rescate según la jerga oficial del momento). Hablamos de 62.725 millones de euros que salieron de los recortes de la Sanidad, la Educación y de la congelación de las pensiones y de los sueldos de los funcionarios. ¿A quién pretenden que entreguemos nuestras pensiones? ¿A los bancos que cobran comisiones astronómicas y a los que cuesta ganar una reclamación? .
Permitan que vuelva a colgar este vídeo extraordinario de John Bird y John Fortune, dos humoristas británicos que explican la crisis de 2008 mejor que ningún experto. Ocurrió con las hipotecas basura, y con las preferentes, y volverá a pasar con las pensiones. El Banco de España debería ser menos de los bancos, y más de España.